En Alemania, Die Linke en crisis existencial


A ambos lados del Rin, la izquierda de la izquierda se encuentra en situaciones opuestas. Si bien La France insoumise (LFI) nunca ha tenido viento en popa, Die Linke, que celebró su congreso del 24 al 26 de junio en Erfurt, en el centro de Alemania, atraviesa una crisis que no es exagerado llamar es existencial.

Nacido en 2007 de la fusión entre el PDS, heredero del partido que gobernó la República Democrática Alemana (RDA) durante la Guerra Fría, y el WASG, una variopinta alianza de socialdemócratas de izquierda, neomarxistas y antiglobalización de al oeste del país, Die Linke acaba de vivir el peor año electoral de su historia. Desde 2021, solo tiene 39 elegidos para el Bundestag, 30 menos que durante la legislatura anterior, lo que lo convierte en el grupo más pequeño de la Asamblea.

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A nivel regional, los reveses también están vinculados. En marzo, Die Linke sólo obtuvo el 2,6 % de los votos (–10,3 puntos) en el Sarre, bastión de uno de sus fundadores, el exministro de Finanzas Oskar Lafontaine (1998-1999), que él mismo había roto su carnet de miembro diez días antes de la elección. En mayo, el partido obtuvo solo el 1,7 % en Schleswig-Holstein (-2,1) y el 2,1 % en Renania del Norte-Westfalia (-2,8), por debajo del umbral del 5 % para tener cargos electos.

Decepciones morales

Además de las derrotas electorales, hay retrocesos morales. En una encuesta publicada a mediados de abril, el semanario Der Spiegel recopiló testimonios sobre casos de acoso y agresión sexual dirigidos en particular a la excompañera de uno de los dos copresidentes del partido, Janine Wissler, acusada ella misma de haber tratado de encubrir el escándalo. Tras estas revelaciones, la otra copresidenta, Susanne Hennig-Wellsow, dimitió por considerar que «La forma en que se manejan los temas de sexismo internamente dice mucho sobre la gravedad de las deficiencias del partido».

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El sábado, Janine Wissler, de 41 años, fue reelegida para un segundo mandato al frente del partido, pero solo por el 57% de los delegados, cuando en febrero de 2021 habían votado por ella el 84%. Junto a ella, el eurodiputado Martin Schirdewan, de 46 años, ocupará el otro lugar del tándem de cabeza. “Es urgente volver a poner la cuestión del pan y la mantequilla en el centro de nuestra política”, martillaba este último, para quien Die Linke debe reenfocar su discurso en el tema del poder adquisitivo, en primer lugar por la importancia que asume este tema en el contexto de presiones inflacionarias, pero también para evitar otros temas políticamente sensibles. Comenzando con la guerra en Ucrania.

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