{"id":1029312,"date":"2024-02-28T17:01:35","date_gmt":"2024-02-28T17:01:35","guid":{"rendered":"https:\/\/magazineoffice.com\/un-invierno-con-un-nino-pequeno-o-el-fin-del-mundo\/"},"modified":"2024-02-28T17:01:38","modified_gmt":"2024-02-28T17:01:38","slug":"un-invierno-con-un-nino-pequeno-o-el-fin-del-mundo","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/magazineoffice.com\/un-invierno-con-un-nino-pequeno-o-el-fin-del-mundo\/","title":{"rendered":"Un invierno con un ni\u00f1o peque\u00f1o \u2013 o el fin del mundo"},"content":{"rendered":"


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Para las familias j\u00f3venes, la vida se detiene en los meses fr\u00edos. Cada dos semanas se alternan una gripe gastrointestinal, un resfriado y una infecci\u00f3n del o\u00eddo medio. Ensayo de un padre desesperado.<\/p>\n<\/p><\/div>\n<\/div>\n

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Ilustraci\u00f3n Simon Tanner \/ NZZ<\/span><\/p>\n<\/div>\n<\/figcaption><\/figure>\n

El olor del invierno es el de la cebolla picada. Se queda en nuestro apartamento durante semanas. Est\u00e1 en las cortinas, en la ropa de cama, en la camisa de dormir… incluso en mi pelo.<\/p>\n

Las cebollas en rodajas liberan sustancias que pueden aflojar la mucosidad nasal y aliviar la inflamaci\u00f3n. Las cebollas son imprescindibles en casa. Los compramos como pan y leche. Cuando nuestros hijos tosen o estornudan por primera vez, los cortamos y los colocamos al lado de la cama familiar. Los aceites esenciales se esparcieron por toda la habitaci\u00f3n. Se elevan como oraciones al cielo.<\/p>\n

Oh, cebolla, por favor l\u00edbranos de los virus.<\/p>\n

Sin embargo, mi creencia en el remedio casero es limitada. M\u00e1s bien, la cebolla es una expresi\u00f3n de impotencia. Me huele mal, como cada resfriado que entra a nuestra casa. Cualquiera que viva con ni\u00f1os peque\u00f1os lo sabe: en los meses fr\u00edos se enferman de forma frecuente, regular y fiable. Y rara vez hay un solo olfato malo en la familia. Las infecciones roban brevemente a los ni\u00f1os las fuerzas y los nervios de los padres.<\/p>\n

De tal hijo, tal padre<\/span><\/h2>\n

Febrero es preocupantemente c\u00e1lido para nuestro planeta. Para m\u00ed es un rayo de esperanza despu\u00e9s de meses que me han dejado inv\u00e1lido. Mi sufrimiento actual: o\u00eddos sordos despu\u00e9s de dos semanas de gripe con complicaciones, antibi\u00f3ticos y analg\u00e9sicos en grandes cantidades. Una semana antes, a nuestro hijo de cuatro a\u00f1os le pas\u00f3 lo mismo. Un ni\u00f1o resfriado es potencialmente un padre enfermo. De tal hijo, tal padre. <\/p>\n

Parece como si hubi\u00e9ramos estado dando vueltas en c\u00edrculos cada dos semanas desde septiembre. Desde la gripe gastrointestinal hasta la bronquitis, pasando por el resfriado y la infecci\u00f3n del o\u00eddo medio, de grande a peque\u00f1o y viceversa. Nonna cree que no abrigamos lo suficiente a los ni\u00f1os. Un vecino dijo una vez casualmente y sin que se lo preguntaran, que nuestro ni\u00f1o estaba tan abrigado que probablemente estaba sudando y resfriado.<\/p>\n

La ciencia conoce algo llamado pat\u00f3genos. Ella lo sabe: los ni\u00f1os peque\u00f1os padecen una media de doce enfermedades con fiebre cada a\u00f1o. Si cada infecci\u00f3n dura una semana, pasa una cuarta parte del a\u00f1o en cama. Estar enfermo en una familia joven en invierno no es una excepci\u00f3n, sino la norma.<\/p>\n

Padres: expertos en aerosoles<\/span><\/h2>\n

Nuestra constelaci\u00f3n est\u00e1 plagada de riesgos. Hogar de cuatro personas. \u201cCasi toda la clase est\u00e1 tosiendo\u201d, dijo varias veces nuestro alumno de cuarto grado este invierno. En el verano, nuestro hijo m\u00e1s peque\u00f1o comenz\u00f3 el jard\u00edn de infantes sin ninguna vacuna de guarder\u00eda. All\u00ed no s\u00f3lo intercambia bocadillos y piezas de Lego, sino que tambi\u00e9n intercambia regularmente virus con sus amigos. Cada semana que pasa sin ausencia es un \u00e9xito. Mi esposa trabaja con adolescentes cuya higiene personal a veces puede ser cuestionable. Y si alguien estornuda en mi viaje, quiero saltar de mi asiento y rociarme Pantasept a mi alrededor.<\/p>\n

Antes de que la crisis del coronavirus educara al p\u00fablico en general sobre los aerosoles y la higiene de manos, nosotros, como padres, ya \u00e9ramos expertos en ello. Esto me convirti\u00f3 en un usuario pedante de m\u00e1scara durante la pandemia. Y los efectos de recuperaci\u00f3n de Covid ahora me hacen confiar en que renunciar\u00e9 a cualquier protecci\u00f3n.<\/p>\n

Pero eso requiri\u00f3 un proceso de aprendizaje. Cuando hace m\u00e1s de diez a\u00f1os esperaba con entusiasmo el nacimiento de nuestra hija, lo que m\u00e1s me preocupaba era criarla. Esta preocupaci\u00f3n persiste. Y es a\u00fan mayor porque la adolescencia trae consigo las tentaciones de los dispositivos de telecomunicaciones y la moda que deja el abdomen al descubierto. Pero hay algo de lo que no me di cuenta: que estar\u00edamos tan preocupados por la salud f\u00edsica de nuestros hijos. Estar enfermo es parte del desarrollo.<\/p>\n

Comiendo arena y nieve sucia<\/span><\/h2>\n

En su sed de conocimiento, los ni\u00f1os absorben el mundo, lo atacan con sus propias manos, lo devoran y luego se lamen los dedos. Literalmente. Hay que probar la nieve pardusca al costado de la carretera y masticar la arena del patio de recreo. De esta manera, permiten que todo lo da\u00f1ino entre en ellos sin filtrar. Y vuelve a salir con diarrea y ataques de fiebre.<\/p>\n

Tu cuerpo se adapta a este planeta inh\u00f3spito. Con cada infecci\u00f3n se vuelve un poco m\u00e1s fuerte. Y me pregunto si estoy tomando el camino opuesto. Cuando un ni\u00f1o est\u00e1 enfermo, tambi\u00e9n significa noches miserables para los padres. Lev\u00e1ntese varias veces, pida a los peque\u00f1os pacientes que se suenen la nariz y se roc\u00eden, mot\u00edvelos a tomar la siguiente dosis de medicamento (obl\u00edguelos si es necesario), abra agua caliente en la ducha para calmar la tos, cambie las s\u00e1banas si tienen vomit\u00f3, controle la fiebre. Mientras nuestros hijos entrenan su sistema inmunol\u00f3gico, yo me siento vulnerable y vulnerable.<\/p>\n

El peor momento: tambi\u00e9n me rasca el cuello<\/span><\/h2>\n

Cuestiono nuestra dieta en t\u00e9rminos de contenido de vitaminas, tomo pastillas de equin\u00e1cea para la prevenci\u00f3n y exprimo naranjas por la ma\u00f1ana. Y entonces llega el momento: tambi\u00e9n me rasca el cuello, me duelen las extremidades.<\/p>\n

Me invade una tristeza que tambi\u00e9n puede adoptar rasgos depresivos. No otra vez. Se siente como el fin del mundo. Volver a cambiar a la oficina central, posiblemente faltar al trabajo por completo y tener que pedir un reemplazo. Falta otro aperitivo y otra vez la cena de Navidad.<\/p>\n

En invierno todo parece detenerse. El hogar, el entrenamiento para correr, las ideas, la carrera. So\u00f1ar con un equilibrio entre vida personal y laboral parece atrevido. \u00bfSoy un buen empleado, padre y marido? El invierno arruina los planes de vida de las parejas iguales. Si uso lo que me queda de energ\u00eda para hacer una sopa y luego me acuesto durante media hora, aparece mi conciencia culpable. <\/p>\n

Al menos la hija mayor se mantiene sana. Pero ella est\u00e1 aburrida. Una vez m\u00e1s, el hermano enfermo recibe m\u00e1s atenci\u00f3n. Las tensiones est\u00e1n garantizadas. Los contactos sociales se desvanecen. Cancelamos al menos cuatro visitas a la hija reci\u00e9n nacida de mi esposa, Gotti, y al menos esas veces tuvimos que impedir que los queridos vecinos comieran raclette.<\/p>\n

A veces este invierno me parec\u00eda como si me moviera \u00fanicamente entre la piedra, la estufa y la lavadora. En cada rinc\u00f3n de nuestro apartamento encontr\u00e9 frascos de aerosoles nasales y paquetes de pa\u00f1uelos. Estaban en la isla de la cocina, en la mesa del sal\u00f3n, en la estanter\u00eda, en el alf\u00e9izar de la ventana. Nuestro chico mir\u00f3 hacia el patio. \u00c9l sali\u00f3. Yo tambi\u00e9n. Algunos d\u00edas lo m\u00e1s destacado era la visita a la farmacia.<\/p>\n

Vacunaci\u00f3n tras medio a\u00f1o de epidemia<\/span><\/h2>\n

Los padres dan mucho y reciben a\u00fan m\u00e1s a cambio en forma de virus y bacterias. Por supuesto que no s\u00f3lo. Antes de las \u00faltimas vacaciones, nuestro hijo de cuatro a\u00f1os me pregunt\u00f3: \u201c\u00bfTambi\u00e9n hago matem\u00e1ticas en la escuela de esqu\u00ed?\u201d Acompa\u00f1ar una vida joven al mundo sigue siendo mi mayor alegr\u00eda, a pesar de los dolores de cabeza y las noches de insomnio.<\/p>\n

Varios estudios demuestran que los adultos s\u00f3lo r\u00eden unas 20 veces al d\u00eda, mientras que los ni\u00f1os r\u00eden unas 400 veces. Me gusta inspirarme en eso. <\/p>\n

No quiero decirlo demasiado alto, pero actualmente estamos disfrutando de unas semanas de paz y tranquilidad. La cura viral de casi seis meses parece dar lugar a la inmunizaci\u00f3n. Los d\u00edas son cada vez m\u00e1s largos, las temperaturas son m\u00e1s suaves. Nos encontramos con otros ni\u00f1os y padres en los patios de recreo. Y escuche historias de terror similares. Piojos, rub\u00e9ola, enfermedad mano-pie-boca, escarlatina, varicela.<\/p>\n

Dios m\u00edo, a\u00fan no lo hemos hecho.<\/p>\n

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