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inquietante<\/h2>\n \n
Reflexiones profundas sobre la vida familiar moderna de Kathryn Jezer-Morton.\n <\/p>\n<\/p><\/div>\n<\/aside><\/div>\n
\n Ilustraci\u00f3n: Hannah Buckman<\/span>\n <\/p>\n<\/p><\/div>\n<\/p><\/div>\nEste art\u00edculo apareci\u00f3 originalmente en inquietante<\/em>un bolet\u00edn informativo exclusivo para suscriptores sobre la vida familiar moderna. Registrate aqu\u00ed<\/strong>.<\/strong><\/p>\nObtuve mi primer tel\u00e9fono inteligente un mes antes de tener mi primer hijo, lo que probablemente hizo que mi relaci\u00f3n con mi tel\u00e9fono fuera un poco m\u00e1s neur\u00f3tica que la de la persona promedio. Mi cerebro estaba desarrollando sus primeras sinapsis de distracci\u00f3n por el tel\u00e9fono (o como se llamen) exactamente al mismo tiempo que intentaba desarrollar sinapsis de cuidado de mi beb\u00e9. Me imagin\u00e9 estas nuevas activaciones cerebrales ocurriendo en competencia entre s\u00ed: el cuidado de mi hijo tratando de superar al tel\u00e9fono, a veces ganando, a veces qued\u00e1ndose atr\u00e1s.<\/p>\n
En esos primeros d\u00edas, me di cuenta dolorosamente de que mi tel\u00e9fono estaba consumiendo un tiempo que de otro modo habr\u00eda dedicado a otras cosas. Comenc\u00e9 a catastrofizar, incluso all\u00e1 por 2011: \u00bfQu\u00e9 hac\u00eda menos ahora que le dedicaba tiempo a mi tel\u00e9fono?<\/p>\n
Unos a\u00f1os m\u00e1s tarde, despu\u00e9s de tener un segundo hijo, decid\u00ed hacer una maestr\u00eda en antropolog\u00eda digital. Quer\u00eda descubrir c\u00f3mo se hab\u00eda adaptado la vida diaria de las personas para adaptarse al uso del tel\u00e9fono. Para mi tesis, entrevist\u00e9 a un grupo de mujeres sobre cu\u00e1ndo y por qu\u00e9 pasaban mucho tiempo frente a sus tel\u00e9fonos y med\u00ed sus per\u00edodos de uso del tel\u00e9fono. Lo que descubr\u00ed fue que la mayor\u00eda de estas mujeres programaron sus sesiones \u00e9picas de desplazamiento y texto para que coincidieran con el tiempo que sus hijos pasaban frente a la pantalla. Fue un estudio peque\u00f1o, pero not\u00e9 algo: les estaban dando a sus hijos tiempo frente a la pantalla en gran medida para adaptarse a los suyos.<\/p>\n
El debate sobre el tiempo frente a la pantalla en torno a la primera infancia se volvi\u00f3 insoportablemente mojigato en esa \u00e9poca, as\u00ed que decid\u00ed alejarme de todo el tema. No me gustaba la idea de avergonzar a la gente para que cambiara su comportamiento, y sospechaba que est\u00e1bamos experimentando el mismo tipo de p\u00e1nico moral predecible que acompa\u00f1a a cualquier gran cambio en el uso de la tecnolog\u00eda: la gente pensaba que la radio tambi\u00e9n estaba arruinando el futuro de los ni\u00f1os, alguna vez. .<\/p>\n
Pero nunca he podido silenciar mi p\u00e1nico interior, no s\u00f3lo por las pantallas y los ni\u00f1os, sino tambi\u00e9n por los adultos. Ha sido una obsesi\u00f3n privada que es tediosa de mencionar, as\u00ed que nunca lo hago. Nadie quiere hablar de eso. Todos usamos demasiado nuestros tel\u00e9fonos, todos lo sabemos y hacemos las paces con ello individualmente. La idea de que los padres necesitan algo m\u00e1s por lo que sentirse mal es perversa. \u00bfQu\u00e9 quiero hacer, perder amigos? \u00bfOdiarme a m\u00ed mismo para siempre?<\/p>\n
Mientras le\u00eda el reciente y extenso manifiesto lleno de evidencias de Jonathan Haidt en El Atl\u00e1ntico<\/em>, \u201cPoner fin a la infancia basada en el tel\u00e9fono ahora\u201d, comenc\u00e9 a pensar en c\u00f3mo se ha vuelto costoso ignorar esta l\u00ednea de pensamiento. (El libro de Haidt en el que se basa el art\u00edculo, La generaci\u00f3n ansiosa: c\u00f3mo el gran recableado de la infancia est\u00e1 provocando una epidemia de enfermedades mentales<\/em>, sali\u00f3 a la luz el 26 de marzo.) Sostiene que los indicadores de bienestar infantil en los pa\u00edses desarrollados comenzaron a disminuir precipitadamente exactamente al mismo tiempo que los tel\u00e9fonos inteligentes estuvieron ampliamente disponibles. Sostiene, a fondo, que estos indicadores decrecientes no pueden vincularse al problema de ninguna naci\u00f3n en particular; m\u00e1s bien, es el denominador com\u00fan que todos compartimos. No es Estados Unidos y sus armas. No es Corea del Sur y su presi\u00f3n sobre los j\u00f3venes para que realicen pruebas profesionales. Est\u00e1 en todas partes y son los tel\u00e9fonos.<\/p>\nHay matices en la evidencia de Haidt, a pesar de que presenta de manera abrumadora un argumento simple e inequ\u00edvoco. Identifica dos causas entrelazadas del deterioro de la salud mental y el bienestar de los j\u00f3venes: la mayor protecci\u00f3n de los padres hacia sus hijos y el mayor acceso de los ni\u00f1os a los tel\u00e9fonos inteligentes. No es culpa de los videojuegos ni de las redes sociales per se. (Los millennials alcanzaron la mayor\u00eda de edad con los videojuegos sin causar ning\u00fan da\u00f1o mensurable, y los millennials m\u00e1s j\u00f3venes alcanzaron la mayor\u00eda de edad con las redes sociales en la era de las computadoras de escritorio; no hay cicatrices duraderas salvo las vergonzosas fotos de Facebook de 2007). El problema est\u00e1 en la movilidad de la tecnolog\u00eda. . Son las posibilidades de privacidad y portabilidad, y el acceso a estas posibilidades, las que los padres han dado a sus hijos.<\/p>\n
En \u00faltima instancia, lo que Haidt est\u00e1 insinuando, con el m\u00e1ximo tacto, es que los padres debemos empezar a actuar de manera diferente. La dependencia de nuestros hijos de los dispositivos m\u00f3viles para pasar el tiempo comienza mucho antes de la escuela secundaria y se convierte en un h\u00e1bito inquebrantable bajo nuestra vigilancia o, mejor dicho, mientras desviamos la mirada y miramos nuestros tel\u00e9fonos. Ninguna legislaci\u00f3n, ning\u00fan panel de supervisi\u00f3n de la industria nos ayudar\u00e1. Los ejecutivos de Apple y Google saben lo suficiente como para negarles dispositivos m\u00f3viles a sus hijos, pero no van a dejar de vend\u00e9rselos a los nuestros.<\/p>\n
Lo que Haidt no dice es que los padres no pueden cambiar las relaciones de sus hijos con sus tel\u00e9fonos y tabletas sin abordar tambi\u00e9n las suyas propias. Criticar a los padres es muy traicionero para cualquier figura p\u00fablica, por lo que es comprensible que Haidt evite hacerlo.<\/p>\n
Las personas con opiniones muy firmes sobre la paternidad suelen impulsar una agenda ideol\u00f3gica sesgada y es mejor ignorarlas. \u00bfUna \u201cinfancia sin pantallas\u201d? Suena precioso. \u00a1No, gracias! Puede que Haidt sea un hombre blanco de m\u00e1s de 50 a\u00f1os, pero en este libro no presenta ning\u00fan argumento ideol\u00f3gico. Sus sugerencias son realistas y su argumento no es estridente. Estamos m\u00e1s all\u00e1 del p\u00e1nico moral. Conozco a muchos ni\u00f1os que son absolutamente adictos a sus dispositivos m\u00f3viles, ya sea una Nintendo Switch, un tel\u00e9fono o un iPad. Esta circunstancia es normal ahora; tan normal, de hecho, que ser\u00eda descort\u00e9s y de mal gusto comentarlo. Nuestras normas sociales se han remodelado muy r\u00e1pidamente en torno a este comportamiento. ni\u00f1os que no lo son <\/em>en los iPads del restaurante son los que llaman la atenci\u00f3n, no los que s\u00ed lo hacen.<\/p>\nEs muy parecido a cualquier otro tipo de adicci\u00f3n: hemos aprendido a tratarla con mucha cautela, a explicarla. Pero a diferencia de los adultos que viven con la adicci\u00f3n, los ni\u00f1os no son responsables de s\u00ed mismos. Pueden esperar razonablemente que sus padres se hagan responsables de ellos, al menos hasta la escuela secundaria. (En ese momento, incluso Haidt dice que pueden tener tel\u00e9fonos, \u00a1as\u00ed que todas las apuestas est\u00e1n canceladas!)<\/p>\n
La condici\u00f3n imposible de ser padres es parte de lo que nos ha tra\u00eddo hasta aqu\u00ed. Los padres trabajan demasiado y no existe una infraestructura de atenci\u00f3n asequible en ninguna parte. Es inevitable que muchos padres trabajen mientras intentan cuidar a sus hijos peque\u00f1os. Pero hacemos mucho m\u00e1s en nuestros tel\u00e9fonos que trabajar. Es donde socializamos y nos mantenemos en contacto, y la excesiva cantidad de tiempo que pasamos enviando mensajes de texto solos es un factor monopolizador. \u00bfEs posible que hayamos llegado al pico de mensajes de texto? \u00bfSer\u00eda posible que envi\u00e1ramos menos mensajes de texto? Me dan n\u00e1useas la idea de enviar m\u00e1s mensajes de texto. Realmente espero que hayamos llegado a nuestro l\u00edmite, pero \u00bfa qui\u00e9n enga\u00f1o? Somos al menos tan adictos a nuestros tel\u00e9fonos como nuestros hijos; los necesitamos para relajarnos. Y como no nos sentimos seguros dejando que nuestros hijos deambulen libremente por el vecindario mientras nosotros nos desplazamos en paz, los mantenemos dentro con nosotros, desplaz\u00e1ndose.<\/p>\n
No son s\u00f3lo los padres que no pueden pagar el cuidado infantil cuyos hijos se vuelven adictos a sus tel\u00e9fonos a los 10 a\u00f1os. Muchos padres con recursos y privilegios dependen de los tel\u00e9fonos para mantener a sus hijos \u00abfelices\u00bb hasta el punto de serlo, y aqu\u00ed estoy. Voy a romper la regla n\u00famero uno de la escritura para padres y avergonzar a la gente, algo totalmente gratuito y vago. Me interesar\u00eda mucho leer un estudio de padres que explican por qu\u00e9 hacen que sus hijos cenen frente a un iPad: para muchas personas es agotamiento al final de un largo d\u00eda, pero para otras es falta de voluntad para afrontar la desafiante tarea. de ense\u00f1ar a sus hijos c\u00f3mo actuar. La gente ata a sus hijos a iPads para agilizar y optimizar sus propias vidas, para evitar crisis y caos. Todos pueden participar en una apariencia de productividad pantomima respetable a trav\u00e9s de sus pantallas individuales, y la paz puede reinar. Sin l\u00edos, sin peleas, sin quejas.<\/p>\n
En casos como estos, me pregunto si ha habido un error conceptual en nuestra definici\u00f3n compartida de felicidad infantil. Hemos llegado a pensar que nuestros hijos son felices cuando la mayor parte del tiempo simplemente estamos experimentando una reducci\u00f3n de nuestro propio estr\u00e9s. La felicidad en el sentido plat\u00f3nico y aristot\u00e9lico significa lo que llamar\u00edamos florecimiento: un equilibrio saludable entre trabajo y placer. En el caso de los ni\u00f1os, se podr\u00eda decir que es un equilibrio saludable entre el juego desafiante y familiar, idealmente desde la perspectiva de los padres y fuera del alcance inmediato del o\u00eddo. La seguridad y la pasividad que los padres asocian con los ni\u00f1os en sus iPads no deben confundirse con la felicidad. Es conveniencia, sobre todo, para los padres.<\/p>\n
Uno de los puntos m\u00e1s resonantes que plantea Haidt es que una de las consecuencias de nuestra dependencia de nuestros tel\u00e9fonos es \u00abla decadencia de la sabidur\u00eda y la p\u00e9rdida de significado\u00bb. S\u00e9 que esto huele a David Brooks, pero aun as\u00ed temo que Haidt tenga raz\u00f3n. S\u00ed, creamos muchos significados excelentes (y sabidur\u00eda, jajaja) con nuestros memes. Mi hijo me pregunt\u00f3 ayer si pensaba que hay \u201cmemes de todo\u201d, y lo pens\u00e9 un momento y dije \u201cS\u00ed, hijo, s\u00ed\u201d. Estaba asombrado y estuve de acuerdo en que los memes son verdaderamente una maravilla de la industria humana. Pero el significado discursivo, y el lulz que lo acompa\u00f1a, no pueden rivalizar con la sabidur\u00eda y el significado que creamos a trav\u00e9s de la interacci\u00f3n social, los riesgos que asumimos para hacernos entender unos a otros, el cuidado que aprendemos a darnos unos a otros. Haidt ofrece muchos datos interesantes para respaldar esto para aquellos de nosotros que podamos ser esc\u00e9pticos.<\/p>\n
Cierra el art\u00edculo con cuatro nuevas normas sugeridas que podr\u00edan ayudarnos a liberarnos de esta trampa: nada de tel\u00e9fonos inteligentes antes de la secundaria, nada de redes sociales antes de los 16 a\u00f1os, escuelas sin tel\u00e9fonos y (mi favorito) m\u00e1s juego libre y responsabilidad en el mundo real. . Todas son grandes ideas, pero los h\u00e1bitos y creencias de los padres tambi\u00e9n est\u00e1n en juego. No podemos esperar que nuestros hijos se emancipen de sus dispositivos hasta que seamos m\u00e1s conscientes de nuestra relaci\u00f3n con los nuestros. S\u00ed, necesitamos m\u00e1s infraestructura asistencial. Necesitamos espacios p\u00fablicos donde los ni\u00f1os puedan moverse de forma independiente. Pero, \u00bfqu\u00e9 pasar\u00eda si no tuvi\u00e9ramos ning\u00fan tel\u00e9fono inteligente? Es poco probable que encarcelemos a nuestros hijos por su propia seguridad. Les dejar\u00edamos estar en el mundo a pesar de la indiferencia de nuestro gobierno hacia su seguridad. Nos arriesgar\u00edamos y har\u00edamos bien.<\/p>\n\n\n
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