{"id":1073439,"date":"2024-04-01T17:26:48","date_gmt":"2024-04-01T17:26:48","guid":{"rendered":"https:\/\/magazineoffice.com\/mi-trabajo-me-mantiene-joven-maria-huber-tiene-83-anos-y-pasa-todos-los-dias-en-la-caja-registradora-de-silberkugel-no-piensa-en-dejar-de-fumar\/"},"modified":"2024-04-01T17:26:51","modified_gmt":"2024-04-01T17:26:51","slug":"mi-trabajo-me-mantiene-joven-maria-huber-tiene-83-anos-y-pasa-todos-los-dias-en-la-caja-registradora-de-silberkugel-no-piensa-en-dejar-de-fumar","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/magazineoffice.com\/mi-trabajo-me-mantiene-joven-maria-huber-tiene-83-anos-y-pasa-todos-los-dias-en-la-caja-registradora-de-silberkugel-no-piensa-en-dejar-de-fumar\/","title":{"rendered":"\u201cMi trabajo me mantiene joven\u201d: Maria Huber tiene 83 a\u00f1os y pasa todos los d\u00edas en la caja registradora de Silberkugel; no piensa en dejar de fumar"},"content":{"rendered":"


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Huber ha pasado la mitad de su vida en el restaurante de comida r\u00e1pida. Eso encaja con la soluci\u00f3n milagrosa: es un lugar lleno de nostalgia.<\/p>\n<\/p><\/div>\n<\/div>\n

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Ella sigue la pista y despu\u00e9s de la comida pregunta a los invitados si les gust\u00f3: Maria Huber, empleada de Silberkugel desde 1982.<\/h2>\n

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El camino hacia el pasado pasa a trav\u00e9s de una puerta giratoria, encima de la cual est\u00e1 escrito con letras iluminadas en rojo: \u201cSilver Bullet\u201d.<\/p>\n

Este restaurante de la Bleicherweg de Z\u00farich Enge es un lugar muy concurrido a la hora del almuerzo. Los taburetes de las barras ovaladas del bar suelen estar todos ocupados. Luego, completos desconocidos se sientan uno al lado del otro y comen sus hamburguesas llamadas \u201cSilver Beefy\u201d o \u201cFarmer Beefy\u201d, sus patatas fritas, un trozo de pastel de carne frito o su sopa del d\u00eda.<\/p>\n

El aire aqu\u00ed est\u00e1 lleno de decenas de conversaciones en la mesa, el ruido de vasos y cubiertos, el olor de las freidoras y del rosbif. Huele a nostalgia y tambi\u00e9n lo parece. Te sientes como si estuvieras en otra \u00e9poca: el personal de servicio escribe los pedidos con l\u00e1piz en una hoja de papel. El billete va a un soporte met\u00e1lico situado sobre el mostrador. Despu\u00e9s de comer hay que llevar este papel a la caja registradora para pagar la cuenta.<\/p>\n

\u201cMe gusta cuando pasa algo\u201d<\/span><\/h2>\n

La mujer que suma las cantidades y pregunta si sab\u00eda bien se llama Mar\u00eda Huber. Una persona peque\u00f1a pero en\u00e9rgica. Ella es la cara del lugar. Y una autoridad. Mira con atenci\u00f3n, no se le escapa nada. De vez en cuando trae a la mesa una nueva botella de mayonesa y te desea buen apetito.<\/p>\n

Huber quiere que los invitados se lo pasen bien. Cada semana escribe un dicho en un papel al lado de la caja registradora. \u00abPara que la gente tenga algo por lo que estar feliz\u00bb.<\/p>\n

Cuando lo visitamos, la nota de Huber dice: \u201c\u00a1Todo lo que deseas est\u00e1 en tus manos! Por eso nunca te rindas.\u00bb<\/p>\n

Maria Huber cumplir\u00e1 84 a\u00f1os en mayo. Pero eso no cambiar\u00e1 mucho. Despu\u00e9s tomar\u00e1 el tren todos los d\u00edas hasta la ciudad y har\u00e1 el check-out en el Silberkugel de Bleicherweg. Ha estado haciendo esto durante la mitad de su vida. Entonces, \u00bfpor qu\u00e9 detenerse ahora? <\/p>\n

\u201cNo, no\u201d, dice Huber. Ella continuar\u00e1. Despu\u00e9s de todo, todav\u00eda hoy disfruta de su trabajo. \u00abMe gusta cuando algo est\u00e1 pasando\u00bb. Y aqu\u00ed, sin duda, basta con caminar.<\/p>\n

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\"Relleno <\/div>
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Relleno de repollo blanco y cubierto con una salsa de c\u00f3ctel distintiva: el \u201cSilver Beefy\u201d (izquierda). La versi\u00f3n con huevo se llama \u201cFarmer Beefy\u201d.<\/h2>\n

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El hombre que trajo la hamburguesa a Suiza<\/span><\/h2>\n

Esto ya era as\u00ed en 1962: La Bala de Plata fue una genialidad del empresario de restauraci\u00f3n Ueli Prager. Con su grupo M\u00f6venpick cambi\u00f3 radicalmente la cultura gastron\u00f3mica suiza despu\u00e9s de la Segunda Guerra Mundial. Prager abri\u00f3 un restaurante tras otro en ciudades, zonas urbanas y en el campo, construy\u00f3 dos hoteles e invent\u00f3 el legendario Estaci\u00f3n de servicio de la autopista W\u00fcrenlos<\/a>inaugurado en 1972.<\/p>\n

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\"Trajo <\/div>
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Trajo la hamburguesa a Suiza: Ueli Prager.<\/h2>\n

Alex Fellner\/Keystone<\/span><\/p>\n<\/div>\n<\/figcaption><\/figure>\n

En la Suiza de principios de los a\u00f1os 60 no hab\u00eda nada que se pareciera ni remotamente a un restaurante de comida r\u00e1pida. Aqu\u00ed uno va a restaurantes cl\u00e1sicos y come abundante y abundantemente, si es que sale a comer. En caso de duda, los suizos prefieren comer en casa, es m\u00e1s barato.<\/p>\n

Ueli Prager cambiar\u00e1 esta mentalidad para siempre en muy poco tiempo. Sabe que Estados Unidos marca tendencias en materia de comida. Por eso importa el concepto de los comensales americanos y ofrece comidas sencillas por relativamente poco dinero.<\/p>\n

A sus hamburguesas les da un toque suizo: est\u00e1n rellenas de col blanca y una distintiva salsa c\u00f3ctel. En la bala de plata est\u00e1 claro: un \u201ccarne de plata\u201d se come con cuchillo y tenedor, no con las manos. Para acelerar el ritmo en la cocina, Prager introduce platos precocinados y reglas estrictas para su preparaci\u00f3n. Y, por supuesto, tiene \u00e9xito con ello.<\/p>\n

La primera sucursal se abri\u00f3 el 23 de enero de 1962 en la calle L\u00f6wenstrasse 7 de Z\u00farich. Los habitantes de Zurich se entusiasman inmediatamente con este concepto innovador. El NZZ est\u00e1 all\u00ed tres d\u00edas despu\u00e9s de la inauguraci\u00f3n y escribe sobre un \u201ctriunfo\u201d de la racionalizaci\u00f3n. El autor del art\u00edculo se sorprende del ambiente fresco e \u201chigi\u00e9nico\u201d que reina en el restaurante.<\/p>\n

El ponente afirma que aqu\u00ed no se ofrecen delicias culinarias. La gente come simplemente para satisfacer su hambre: de forma r\u00e1pida, barata y sencilla. En aquella \u00e9poca, una hamburguesa con guarnici\u00f3n y bebida costaba entre 1 franco 20 y 1 franco 40, y un plato de sopa 90 c\u00e9ntimos. Al cabo de un cuarto de hora estabas de nuevo en la puerta; recuperado y bien alimentado.<\/p>\n

La soluci\u00f3n milagrosa es una expresi\u00f3n del cambio social iniciado en los a\u00f1os sesenta. La creencia en el progreso en aquella \u00e9poca no ten\u00eda l\u00edmites: todo era cada vez m\u00e1s r\u00e1pido, m\u00e1s an\u00f3nimo, m\u00e1s barato y, por tanto, en cierto modo mejor. En 1963 se abri\u00f3 la segunda sucursal en el nuevo edificio alto llamado Palme en Bleicherweg.<\/p>\n

Con la familia a Z\u00farich \u2013 para un \u201cSilver Beefy\u201d<\/span><\/h2>\n

Cuando Ueli Prager vendi\u00f3 a sus invitados la primera hamburguesa en Suiza, la \u00abSilver Beefy\u00bb, Maria Huber se trasladaba de Udligenswil, cerca de Lucerna, a Seebach, en el norte de la ciudad de Z\u00farich. Despu\u00e9s de graduarse de la escuela, complet\u00f3 su formaci\u00f3n como costurera. Pero el estudio es demasiado tranquilo para ella y el cant\u00f3n de Lucerna est\u00e1 demasiado lleno de gente. Sin m\u00e1s, deja ambos atr\u00e1s.<\/p>\n

Huber empez\u00f3 a trabajar como camarero en el restaurante \u00abLandhaus\u00bb de Seebach, una posada que a\u00fan existe. Un poco m\u00e1s tarde conoci\u00f3 all\u00ed a su marido, un impresor de piedra de Alemania. Maria Huber dice que vino a Suiza con amigos por motivos de trabajo y se qued\u00f3 gracias a ellos. Los dos se mudan juntos, forman una familia y cr\u00edan a tres hijos. A medida que crecen poco a poco, Huber decide: quiere volver a trabajar. Su marido tambi\u00e9n hace eso. Vivir en un apartamento de cuatro habitaciones y media: eso no es para ella. Quiere volver a estar entre la gente.<\/p>\n

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El antiguo brillo de la bala de plata se ha desvanecido. Pero Maria Huber sigue ah\u00ed y trabaja todos los d\u00edas en el restaurante.<\/h2>\n

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\u00bfLa decisi\u00f3n de una mujer emancipada? Huber se encoge de hombros y dice: \u201cEl salario de mi marido era suficiente para vivir. Pero ten\u00eda muchas ganas de volver a hacer algo\u201d. Por eso, en 1982, acept\u00f3 un trabajo en el Silver Bullet de Shop-Ville. Ella ten\u00eda 42 a\u00f1os en ese momento.<\/p>\n

A principios de los a\u00f1os 80 hab\u00eda en Z\u00farich ocho restaurantes Silberkugel, todos ellos un \u00e9xito. Tambi\u00e9n hay otras 9 sucursales en ciudades suizas y 13 restaurantes en las zonas de servicio de las autopistas. La gente se volvi\u00f3 loca con la comida americana de Prager, dice Huber: \u00abEn la estaci\u00f3n principal tuvimos todo tipo de invitados: trabajadores ferroviarios, amas de casa, secretarias y empresarios. Todos vinieron a nosotros. Algunos iban con toda la familia a Z\u00farich para comer un buey plateado\u201d. <\/p>\n

En aquella \u00e9poca s\u00f3lo trabajaban mujeres en el servicio Silver Bullet. Ueli Prager y su asesor de relaciones p\u00fablicas Aloys Hirzel<\/a> Primero se llamaron \u201cBeefiettes\u201d y luego \u201cAzafatas\u201d. Se les proporcion\u00f3 un uniforme impecable, se les entren\u00f3 cuidadosamente, se les educ\u00f3 m\u00e1s y se les anim\u00f3 peri\u00f3dicamente a ser amigables en todo momento.<\/p>\n

Prager estaba convencido de que todo restaurante es tan bueno como su personal. Para \u00e9l, mirar el negocio tambi\u00e9n significaba mirar a las personas. \u00abLo est\u00e1bamos haciendo bien\u00bb, afirma Maria Huber. Pero las mujeres tambi\u00e9n eran estrictas. Huber normalmente empezaba a las 6 de la ma\u00f1ana y trabajaba hasta las 14 de la tarde. Alguien prepar\u00f3 caf\u00e9 toda la ma\u00f1ana, otro simplemente hizo s\u00e1ndwiches. Y alguien m\u00e1s hizo el pago. \u00abA la hora del almuerzo, cada mesa estaba ocupada cuatro veces y est\u00e1bamos corriendo constantemente\u00bb. <\/p>\n

Ueli Prager fue un hombre hecho a s\u00ed mismo. Financi\u00f3 su primer restaurante en 1948 con dinero prestado. Muri\u00f3 en 2011 siendo se\u00f1or del castillo y millonario. Tambi\u00e9n fueron mujeres como Mar\u00eda Huber quienes lo hicieron rico.<\/p>\n

Eso nunca le molest\u00f3, dice Huber. Al contrario: \u201cVeo la vida positivamente y soy feliz con lo que tengo\u201d. Siempre apreci\u00f3 tener que moverse tanto en su trabajo. De la caja a la cocina, al mostrador y viceversa, durante horas. \u00abMi trabajo me mantiene joven, como siempre lo ha hecho. Nunca he tenido ning\u00fan problema y hoy camino como una mujer joven, tal como lo hac\u00eda entonces.\u00bb<\/p>\n

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Maria Huber en los a\u00f1os 90: En aquel entonces, los empleados de Silberkugel todav\u00eda vest\u00edan uniforme.<\/h2>\n

Privado<\/span><\/p>\n<\/div>\n<\/figcaption><\/figure>\n

Reliquia de otro tiempo <\/span><\/h2>\n

Pero el antiguo brillo de la bala de plata se ha desvanecido. El restaurante de comida r\u00e1pida ya no es un s\u00edmbolo del comienzo de un futuro apasionante como en los a\u00f1os sesenta. Es todo lo contrario: el restaurante es una reliquia de una \u00e9poca que ya pas\u00f3 hace mucho tiempo. De las 30 sucursales que hab\u00eda, s\u00f3lo quedan dos: la de Bleicherweg y la de Oerlikon.<\/p>\n

Las letras luminosas, por ejemplo, encima de la puerta giratoria, siguen ah\u00ed. Pero ya no encienden. El tablero con los horarios de apertura se corrigi\u00f3 con bol\u00edgrafo y se volvi\u00f3 a pegar con tiras adhesivas. La atm\u00f3sfera higi\u00e9nica de 1962 ha dado paso al encanto de lo remendado e improvisado.<\/p>\n

La nostalgia asociada a la bala de plata la hace interesante. Pero su car\u00e1cter retro tambi\u00e9n plantea la cuesti\u00f3n de cu\u00e1nto tiempo seguir\u00e1 existiendo este lugar. A pesar del mostrador completamente ocupado.<\/p>\n

Una cosa es segura: Maria Huber est\u00e1 en la caja de la calle Bleicherweg de lunes a viernes de la una a las doce menos cuarto. Exactamente cuando la prisa es mayor. Y mientras la soluci\u00f3n milagrosa est\u00e9 disponible, ella quiere continuar as\u00ed, mientras la necesite. \u00abLo habl\u00e9 con el jefe. Si ya no me necesita, puede dec\u00edrmelo. Entonces no vendr\u00e9 m\u00e1s\u00bb. Huber lo dice con convicci\u00f3n.<\/p>\n

Luego se queda un poco pensativa y dice: \u201cSi es as\u00ed, entonces es as\u00ed. Estoy deseando\u00bb.<\/p>\n

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