{"id":1079604,"date":"2024-04-06T01:55:59","date_gmt":"2024-04-06T01:55:59","guid":{"rendered":"https:\/\/magazineoffice.com\/en-medio-de-las-alertas-dos-debuts-filarmonicos-ligeramente-trascendentales\/"},"modified":"2024-04-06T01:56:01","modified_gmt":"2024-04-06T01:56:01","slug":"en-medio-de-las-alertas-dos-debuts-filarmonicos-ligeramente-trascendentales","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/magazineoffice.com\/en-medio-de-las-alertas-dos-debuts-filarmonicos-ligeramente-trascendentales\/","title":{"rendered":"En medio de las alertas, dos debuts filarm\u00f3nicos ligeramente trascendentales"},"content":{"rendered":"


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Hace algunos a\u00f1os, pas\u00e9 unos meses participando en un seminario de direcci\u00f3n en Juilliard. Era una forma de pedagog\u00eda hiperelitista: una orquesta de 40 estudiantes cumpliendo las \u00f3rdenes de cuatro maestros en formaci\u00f3n, bajo la supervisi\u00f3n del director musical de la Filarm\u00f3nica de Nueva York en ese momento, Alan Gilbert. La destacada en ese peque\u00f1o club fue Karina Canellakis, una neoyorquina que ya llevaba un par de a\u00f1os tocando el viol\u00edn en la Filarm\u00f3nica de Berl\u00edn y que me impresion\u00f3 con su precisi\u00f3n, musicalidad y una \u00e9tica de trabajo que habr\u00eda enorgullecido a John Henry. Ahora es una estrella establecida en Europa (directora titular de la Filarm\u00f3nica de Radio de los Pa\u00edses Bajos y directora invitada principal de la Filarm\u00f3nica de Londres), pero nunca es demasiado tarde para ser una novata. Su debut en su ciudad natal con la Filarm\u00f3nica de Nueva York fue tard\u00edo, luego pospuesto debido a su embarazo y finalmente sacudido por las consecuencias de un terremoto menor.<\/p>\n

Durante el concierto, un coro de alertas penetrantes hizo sonar cientos de tel\u00e9fonos en el Geffen Hall, informando \u00fatilmente al p\u00fablico que se hab\u00eda producido un temblor una hora antes. Luego vino una serie de alertas posteriores, pitidos dispersos que rebotaron imparablemente de bolsillo en bolsillo durante casi dos horas, insert\u00e1ndose en las texturas sobrias de Webern, alterando el final de un poema sinf\u00f3nico de Richard Strauss y desgarrando un tranquilo piano de Satie. solo. Era como ir a un museo mientras una pandilla de activistas corre por las galer\u00edas lanzando agresivamente sopa a todo<\/em> las pinturas. Casi ning\u00fan pasaje qued\u00f3 intacto. (O los miembros de la audiencia realmente odian apagar sus dispositivos, o nunca aprendieron a apagar sus relojes). Felicitaciones, entonces, a Canellakis, a la pianista Alice Sara Ott y a la orquesta por resistir el estruendo y ofrecer un concierto que Era a la vez delicado, conmovedor, excitante y alegre.<\/p>\n

El programa rebosaba euforia en una variedad de estilos dispares, desde el deleite de Webern con las pinceladas de color tonal hasta el gran final vibrante y aullante de Scriabin. Poema del \u00e9xtasis.<\/em> Las \u201cSeis piezas para orquesta, op. 6\u201d pasa de pinchazos silenciosos a explosiones controladas en unas pocas p\u00e1ginas breves y concentradas. Canellakis lo dirigi\u00f3 con una mezcla de precisi\u00f3n y fluidez, dejando que cada gota de sonido tuviera su momento de iridiscencia y, al mismo tiempo, canaliz\u00e1ndolas todas en una corriente poderosamente coherente. Si al menos ese \u00faltimo y encantador tintineo del arpa y la celesta no hubiera sido interrumpido por un balido electr\u00f3nico.<\/p>\n

El poema tonal Muerte y Transfiguraci\u00f3n<\/em> narra una lucha desesperada en el lecho de muerte, pero Strauss ten\u00eda s\u00f3lo 25 a\u00f1os cuando la termin\u00f3, y la partitura est\u00e1 llena de optimismo sobre la otra vida. Ese vigor resonante, creciente y el\u00e1stico aliment\u00f3 la interpretaci\u00f3n de Canellakis, repleta de conocimiento previo del modo catacl\u00edsmico y vertiginoso de electra<\/em> y Salom\u00e9<\/em>pero tambi\u00e9n la melancol\u00eda m\u00e1s melodiosa y perfumada de Caballero rosa. <\/em>Me encantar\u00eda escucharla dirigirlos todos.<\/p>\n

Hubo otro gran debut en el programa, el de la pianista Alice Sara Ott, quien interpret\u00f3 el \u201cConcierto para piano en sol mayor\u201d de Ravel con evidente alegr\u00eda. Es el tipo de pieza que fomenta el juego: \u00e1gil, arrogante, colorida y urbana, una reelaboraci\u00f3n presumida de Gershwin por parte de un franc\u00e9s. Los rumores sobre Ott en estos d\u00edas siguen volviendo a su diagn\u00f3stico de EM y su franqueza al respecto en p\u00fablico, pero ella no mostr\u00f3 piedad y jug\u00f3 con ingenio y ligereza como agujas.<\/p>\n

Las orquestas no siempre parecen pasarlo tan bien como en este concierto. Fuera del escenario, el mundo de la m\u00fasica cl\u00e1sica est\u00e1 perpetuamente cargado de presentimientos de que este fr\u00e1gil arte no podr\u00e1 sobrevivir por mucho tiempo en medio de toda la competencia por la atenci\u00f3n y el dinero. Y, sin embargo, durante un par de horas en Geffen Hall, esas ansiedades parecieron distantes, borradas por un sol que ni siquiera la histeria automatizada del sistema de emergencia pod\u00eda nublar. El \u00faltimo director joven que revis\u00e9, Klaus M\u00e4kel\u00e4, fue designado para dirigir la Orquesta Sinf\u00f3nica de Chicago un par de semanas despu\u00e9s. Otras dos importantes orquestas estadounidenses, la Filarm\u00f3nica de Los \u00c1ngeles y la Sinf\u00f3nica de San Francisco, todav\u00eda est\u00e1n buscando directores musicales. \u00bfCanellakis, alguien?<\/p>\n