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El cargamento ordenado por el Dr. W\u00f6hler lleg\u00f3 a la bodega, casi en silencio. En el puerto de Trieste, esta ma\u00f1ana del 26 de agosto de 1859, nadie presta atenci\u00f3n a este fardo de hojas raqu\u00edticas, de apenas 10 kg, extra\u00eddo de la bodega del buque de tres palos. Novara<\/em>, entre los 26.000 espec\u00edmenes ex\u00f3ticos tra\u00eddos de una fabulosa circunnavegaci\u00f3n del globo de 551 d\u00edas. El Imperio de Austria celebra el regreso de esta expedici\u00f3n cient\u00edfica, cuya riqueza se sumar\u00e1 pr\u00f3ximamente al Museo de Historia Natural de Viena, en construcci\u00f3n en la capital. Pero, para el qu\u00edmico Friedrich W\u00f6hler, esta bolsa de hojas recuperada en Bolivia por exploradores imperiales, a costa de incre\u00edbles aventuras, es mucho m\u00e1s importante. Es un tesoro destinado a ser estudiado desde todos los \u00e1ngulos en su laboratorio de la Universidad de G\u00f6ttingen, en Baja Sajonia.<\/p>\n El cient\u00edfico convoca a Albert Niemann, el m\u00e1s prometedor de sus alumnos. Es a este disc\u00edpulo de 26 a\u00f1os a quien le encomienda la misi\u00f3n secreta: develar los misterios de la hoja de coca. Bajo los dedos del doctorando se desliza la planta de olores acre, a la que siglos de leyendas, quiz\u00e1s milenios, confieren un aura casi m\u00edstica. Seg\u00fan las historias de misioneros, bot\u00e1nicos y otros aventureros, la hoja de coca proporciona un poder sobrehumano, cura a los enfermos, alivia los males del cuerpo y del alma.<\/p>\n Sentado frente a su jerg\u00f3n, Niemann no debe invocar a los esp\u00edritus, sino practicar la ciencia. Sabe que ilustres eruditos han estudiado la coca antes que \u00e9l. Jussieu, Gaedcke, Markham\u2026 Ninguno fue capaz de determinar su f\u00f3rmula qu\u00edmica. Tambi\u00e9n sabe que la competencia es dura. Aislar los principios activos de esta planta es un reto popular entre los bi\u00f3logos del Viejo Continente. Pero \u00e9l solo tiene tanta materia prima.<\/p>\n En la oscuridad del laboratorio, los d\u00edas y las noches se fusionan. Niemann no quiere decepcionar a su mentor, el Dr. W\u00f6hler. Al dedicarse a la coca, el estudiante abre un par\u00e9ntesis en su prometedor trabajo sobre la combinaci\u00f3n de etileno y dicloruro de azufre, tambi\u00e9n llamado \u201cgas mostaza\u201d, descubrimiento que podr\u00eda convertirse en un arma formidable en la guerra moderna.<\/p>\n Abran paso a la coca, entonces. Niemann lava las hojas en una soluci\u00f3n alcoh\u00f3lica, te\u00f1ida con algunas trazas de \u00e1cido sulf\u00farico. Extrae una pasta de ella, luego la mezcla con bicarbonato de sodio, luego la destila nuevamente para obtener cristales blancos alargados. As\u00ed mezclado, amasado y reducido, el principio activo aparece poco a poco, como una fotograf\u00eda pasada por el revelador en el cuarto oscuro. Apenas han regresado los dem\u00e1s alumnos a clase cuando el investigador logra aislar los principios qu\u00edmicos de este poderoso alcaloide. Lo bautizar\u00e1 \u201ckokain\u201d.<\/p>\nExperimentos audaces<\/h2>\n