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Doris R\u00edos se agacha con gracia bajo una cerca de alambre de p\u00faas, usando botas de goma negras hasta las rodillas, un vestido negro y el cuerno negro de un escarabajo colgando de un collar de cuentas. Hasta hace poco, esta barrera la habr\u00eda mantenido fuera de un rancho que opera en territorio ind\u00edgena Cab\u00e9car. Ahora, la cerca protege hileras de guayabas j\u00f3venes que ella y otras mujeres ind\u00edgenas plantaron en tierras que recuperaron de la empresa que una vez las ocup\u00f3 ileg\u00edtimamente.<\/p>\n<\/div>\n
La tierra se est\u00e1 curando. Los ojos oscuros de R\u00edos son penetrantes cuando se detiene para observar el terreno, su cabello negro azabache cae suavemente en capas desde la barbilla hasta la clav\u00edcula. Ella mira hacia una ladera verde donde los \u00e1rboles j\u00f3venes apenas comienzan a asomarse por encima de la hierba alta. El sendero al otro lado del alambre de p\u00faas es tierra anaranjada; se convierte en polvo cuando est\u00e1 seco y se endurece hasta formar arcilla fangosa cuando est\u00e1 mojado. <\/p>\n<\/div>\n