El existencialismo premonitorio, la ansiedad religiosa, los hombres escribiendo en un diario en una habitaci\u00f3n e interactuando con una subcultura desconocida, son algunos de los temas que se encuentran impregnando el trabajo de Pablo Schrader<\/strong> a lo largo de su carrera. Un director cuya ambici\u00f3n de crear una est\u00e9tica transfigurada en el trascendentalismo, como lo demuestra su libro sobre la teor\u00eda, Estilo trascendental en el cine<\/em>, y sus claros indicios de la influencia del director franc\u00e9s Robert Bresson. El trabajo de Schrader ha pasado de ser controvertido a apenas digerible. Mientras que tambi\u00e9n habla para crear una compensaci\u00f3n de controversia (por ejemplo, criticar a los cin\u00e9filos modernos).<\/p>\n <\/p>\n Sin embargo, cuando su trabajo alcanza las notas altas, gravitan hacia la obra maestra. Influyendo en algunas de las mejores obras de su frecuente colaborador Martin Scorsese, con guiones como Conductor de taxi<\/em>, Toro furioso<\/em>, <\/em>y \u00daltima tentaci\u00f3n de Cristo<\/em> \u2014 Schrader se ha encontrado en la silla del director la mayor\u00eda de las veces durante las \u00faltimas tres d\u00e9cadas. Pero lo que queda es una mirada desafiante ya menudo inquietante a la humanidad a trav\u00e9s de los ojos de su firma, el hombre solitario de Dios que comenz\u00f3 con Travis Bickle.<\/p>\n