MAT\u00cdAS DELACROIX \/ PA<\/span> <\/figcaption><\/figure>\nLa multitud est\u00e1 en silencio. En Cinel\u00e2ndia, una plaza ic\u00f3nica en el centro de R\u00edo de Janeiro, rodeada de rascacielos y prestigiosos edificios Art Deco, la mirada es baja y pesada. Sin embargo, eran varios cientos, activistas vestidos de rojo, que hab\u00edan venido aqu\u00ed para celebrar el regreso de la izquierda al poder en Brasil. Las cervezas estaban listas, heladas como deb\u00edan estar, las sonrisas y los cantos de victoria tambi\u00e9n. Pero los votantes decidieron lo contrario.<\/p>\n
Al t\u00e9rmino de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el domingo 2 de octubre, el expresidente de izquierda Luiz Inacio Lula da Silva termin\u00f3 en cabeza con el 48,43% de los votos frente al 43,2% del jefe de Estado de extrema derecha saliente, que logra una puntuaci\u00f3n muy superior a la esperada por los institutos de votaci\u00f3n. Apenas 5 puntos, o s\u00f3lo 6 millones de votos (sobre un total de 123 millones de votos) separan a dos hombres, que se enfrentar\u00e1n en una incierta segunda vuelta el 30 de octubre.<\/p>\n
Para la izquierda, sin embargo, todo hab\u00eda comenzado bien. El d\u00eda antes de las elecciones, las \u00faltimas encuestas todav\u00eda daban a Lula una ventaja de 15 puntos y una buena oportunidad de ganar en la primera vuelta. El presidente m\u00e1s popular en la historia de Brasil, este \u00faltimo pens\u00f3 que pod\u00eda hacer un trabajo r\u00e1pido con su sucesor, desacreditado por su gesti\u00f3n catastr\u00f3fica de la econom\u00eda, el Covid-19 y el medio ambiente. Al frente de una vasta coalici\u00f3n de nueve partidos pol\u00edticos, el l\u00edder del Partido de los Trabajadores (PT) podr\u00eda partir confiado.<\/p>\nLea tambi\u00e9n:<\/span> Art\u00edculo reservado para nuestros suscriptores<\/span><\/span> Brasil en las urnas: entre Bolsonaro y Lula, una elecci\u00f3n decisiva bajo tensi\u00f3n <\/span> <\/section>\nEn la ma\u00f1ana del 2 de octubre, Lula fue junto a su nueva esposa, Ros\u00e2ngela, a votar todo sonrisas en Sao Bernardo do Campo, un suburbio de clase trabajadora de Sao Paulo donde naci\u00f3 como l\u00edder sindical. \u201c\u00a1Es un d\u00eda muy importante para m\u00ed! \u00bb<\/em>, lanza el exmetal\u00fargico, recordando que hace cuatro a\u00f1os, preso por corrupci\u00f3n, no pudo presentarse a presidente. Lula luego agarra su recibo de votaci\u00f3n y se lo lleva a los labios. Un beso de democracia, como el anuncio de una victoria inevitable.<\/p>\nMuy lejos de la efusi\u00f3n de la victoria de 2018<\/h2>\n
450 kil\u00f3metros al este, en R\u00edo de Janeiro, Jair Bolsonaro da una imagen completamente diferente. Con aspecto gru\u00f1\u00f3n, bajo un cielo gris y lluvioso, el presidente saliente se presenta alrededor de las 9 a.m. en su colegio electoral en Vila Militar, un distrito carioca salpicado de cuarteles del ej\u00e9rcito. Ning\u00fan miembro de su familia lo acompa\u00f1a: el jefe de Estado est\u00e1 rodeado solo por sus guardaespaldas con lentes oscuros y un pu\u00f1ado de aliados. Entre ellos, el diputado Daniel Silveira, un expolic\u00eda de cabeza rapada y complexi\u00f3n de luchador, condenado a ocho a\u00f1os de prisi\u00f3n por sus ataques a la democracia, a quien Bolsonaro acab\u00f3 indultando\u2026<\/p>\n
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