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\u201cGracias por comunicarnos y ser como una familia. Te amo por eso\u201d, le dice Star (Sarah Walker) a An (Ziyin Zheng) en los momentos finales de \u201cQueens of the Qing Dynasty\u201d. El momento se siente como un punto de cierre, como si la estrecha amistad entre los personajes hubiera seguido su curso. Pero en lugar de un adi\u00f3s, se siente como si la amistad se estuviera poniendo en una caja, cuidadosamente colocada en el fondo de un armario. La intensidad de este momento para Star y An ha terminado, pero ambos cambian para siempre simplemente por conocerse. Es como la despedida de dos amantes, conectados por el lenguaje en lugar del sexo o incluso del contacto f\u00edsico. Su relaci\u00f3n se personifica a la perfecci\u00f3n en el cartel, que muestra dos manos cruzadas en la mu\u00f1eca, ocupando el mismo espacio sin contacto, cercanas y distantes al mismo tiempo.<\/span><\/p>\n Con su primer largometraje, \u00abWerewolf\u00bb, la directora canadiense Ashley McKenzie se estableci\u00f3 como una narradora emp\u00e1tica con o\u00eddo para el di\u00e1logo naturalista. La pel\u00edcula sigue a dos j\u00f3venes adictos a la metadona que trabajan para mantener tanto su relaci\u00f3n como su adicci\u00f3n compartida a las drogas en Nueva Escocia. Gran parte de la pel\u00edcula tiene lugar en entornos hospitalarios, mientras la pareja hace todo lo posible para obtener su pr\u00f3xima dosis a trav\u00e9s del sistema de salud canadiense. \u00abQueens of the Qing Dynasty\u00bb es su segundo largometraje, que nos lleva de vuelta al sistema de salud para contar una historia muy diferente de una amistad transformadora curativa.<\/span><\/p>\n