{"id":353856,"date":"2022-12-16T21:17:41","date_gmt":"2022-12-16T21:17:41","guid":{"rendered":"https:\/\/magazineoffice.com\/geffen-hall-ha-encontrado-su-sonido\/"},"modified":"2022-12-16T21:17:42","modified_gmt":"2022-12-16T21:17:42","slug":"geffen-hall-ha-encontrado-su-sonido","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/magazineoffice.com\/geffen-hall-ha-encontrado-su-sonido\/","title":{"rendered":"Geffen Hall ha encontrado su sonido"},"content":{"rendered":"


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Klaus M\u00e4kel\u00e4 en el podio de Geffen Hall.
\n Foto: Chris Lee<\/span>\n <\/p>\n<\/p><\/div>\n<\/p><\/div>\n

Ha tomado algunos meses, pero la Filarm\u00f3nica de Nueva York finalmente suena como en casa en su nuevo hogar. Eso qued\u00f3 claro a principios de este mes, tan pronto como el rid\u00edculamente joven director de orquesta finland\u00e9s Klaus M\u00e4kel\u00e4 hizo un gesto de asentimiento casi invisible y comenz\u00f3 una interpretaci\u00f3n deslumbrante y tensa de la Sexta Sinfon\u00eda de Tchaikovsky, la Pat\u00e9tica.<\/em> El fagot sali\u00f3 lentamente de un pantano de violonchelos temblorosos y, durante los siguientes tres cuartos de hora, los acordes de metal brillaron, los solos de clarinete de Anthony McGill flotaron exquisitamente, los cl\u00edmax estridentes estallaron sin estallar los t\u00edmpanos y las cuerdas sonaron c\u00e1lidas, claras y lujosas. Los silencios no eran los abandonos irregulares que pueden ser, sino instantes fascinantes de tiempo detenido y aliento contenido.<\/p>\n

Recientemente pas\u00e9 mucho tiempo en Geffen Hall, cambiando asientos y secciones, tratando de confirmar o al menos entender mi persistente sensaci\u00f3n de que una renovaci\u00f3n de $550 millones no hab\u00eda producido el sonido de platino que se supon\u00eda. La ac\u00fastica se refiere a la compleja trayectoria de una mol\u00e9cula musical desde los dedos o la boca del int\u00e9rprete, rebotando en balcones y paredes, hasta que llega al o\u00eddo del oyente. Lo que hace que la ac\u00fastica de una sala sea dif\u00edcil de evaluar es que depende tanto de la m\u00fasica, los m\u00fasicos y la ubicaci\u00f3n del oyente como de la disposici\u00f3n de las superficies a lo largo del camino. Me sent\u00e9 en la orquesta cuando el director musical Jaap Van Zweden dirigi\u00f3 la Novena de Beethoven, y fue tonificante hasta el punto de la astringencia. Antes de la renovaci\u00f3n, la sala estaba notoriamente turbia. A los m\u00fasicos les costaba escucharse unos a otros, por lo que lograr el equilibrio correcto era en gran medida una cuesti\u00f3n de conjeturas. Los colores orquestales tendieron hacia tonos de topo. Ahora era como si estuviera experimentando la partitura a trav\u00e9s de un ventanal reci\u00e9n limpiado: cada detalle era n\u00edtido, pero todo el conjunto se sent\u00eda fuera de alcance y bidimensional.<\/p>\n

Aun as\u00ed, era dif\u00edcil distinguir las cualidades de la creaci\u00f3n musical de las del sal\u00f3n. En una interpretaci\u00f3n posterior de la S\u00e9ptima Sinfon\u00eda de Bruckner, Van Zweden dirigi\u00f3 como un hombre golpeando la mesa y capitalizando cada palabra. La antigua encarnaci\u00f3n de la sala tend\u00eda a amortiguar parte de esa vehemencia, por lo que la orquesta tuvo que sonar m\u00e1s fuerte e inclinarse con m\u00e1s fuerza para transmitir sus puntos. En el renovado Geffen, el efecto de todo ese vigor colectivo rayaba en lo asaltante. Las paredes parec\u00edan enfocarse en ciertos tonos (especialmente por encima del Do medio) y darles una sacudida adicional de resonancia para que perforaran el o\u00eddo.<\/p>\n

Alejarme un poco del escenario ayud\u00f3. Yo estaba en la parte trasera del balc\u00f3n superior para el Concierto para piano n. \u00b0 22 de Mozart, con Yefim Bronfman en el teclado. En los viejos tiempos, sentarse all\u00ed significaba estar lejos de la acci\u00f3n pero soportando algunos desagradables reflejos ac\u00fasticos. El lugar equivalente ahora est\u00e1 mucho m\u00e1s cerca del escenario, y aunque todav\u00eda se siente alejado, el sonido llega en un paquete lujoso: colorido, mezclado y con los bordes dentados suavizados.<\/p>\n

C\u00f3mo suena una sala es en parte una elecci\u00f3n estil\u00edstica. Poco antes de que Geffen abriera en octubre pasado, le pregunt\u00e9 a la presidenta de la Filarm\u00f3nica, Deborah Borda, si esperaba que produjera el tipo de ac\u00fastica redonda y rosada por la que el Carnegie Hall es famoso. All\u00ed, las notas graves retumban, los ataques agudos se suavizan como las arrugas de una estrella de Hollywood, y pr\u00e1cticamente puedes ir a tomar una cerveza en el intervalo entre un acorde orquestal entrecortado y su decaimiento final. No, dijo Borda: Geffen ser\u00eda una \u201csala moderna\u201d, que entend\u00ed como una con una ac\u00fastica clara y equilibrada, distribuida de manera uniforme en los registros, desde flaut\u00edn hasta contrabajo. Tchaikovsky dirigi\u00f3 el concierto de apertura en Carnegie en 1891, y el gusto m\u00e1s avanzado en ese momento requer\u00eda cuerdas ricas y aterciopeladas y r\u00e1fagas calientes de metales. Las nuevas salas de hoy manejan una gama mucho m\u00e1s amplia de m\u00fasica, con abundante percusi\u00f3n, electr\u00f3nica, amplificaci\u00f3n y caracteres s\u00f3nicos que van desde nebulosas brumosas hasta ritmos intrincados en capas y cambios repentinos de alta precisi\u00f3n. Demasiada resonancia halagadora puede convertir gran parte de esa diversidad en papilla.<\/p>\n

Despu\u00e9s de las primeras semanas de la temporada, comenzaron a llegar directores invitados y la m\u00fasica mejor\u00f3. Van Zweden nunca fue una pareja perfecta para la Filarm\u00f3nica; ahora parece que tampoco se adapta a la nueva habitaci\u00f3n. A mediados de noviembre, el director finland\u00e9s Hannu Lintu dirigi\u00f3 un programa que incluy\u00f3 el Concierto para dos pianos y percusi\u00f3n de Bart\u00f3k, con Daniil Trifonov y su antiguo maestro Sergei Babayan como solistas. Esa vez, escuch\u00e9 desde mi nueva posici\u00f3n favorita encima y detr\u00e1s de la orquesta, en los asientos que ocupa el coro cuando hay uno y el p\u00fablico usa cuando no lo hay. La pieza es una prueba de carretera perfecta para una nueva sala: estruendosa, estridente y r\u00e1pida en algunos pasajes; callado y silbando en otros. Aqu\u00ed, sonaba como una hermosa m\u00e1quina loca, con los dos pianos martillando y golpeando, nunca del todo sincronizados pero haciendo el trabajo con mucha emoci\u00f3n en el camino. En esa obra, y en la S\u00e9ptima Sinfon\u00eda de Sibelius, la orquesta sonaba m\u00e1s el\u00e1stica y relajada de lo que la hab\u00eda escuchado en mucho tiempo, como si los m\u00fasicos finalmente se hubieran dado cuenta de que ya no necesitaban luchar contra el espacio.<\/p>\n

La Filarm\u00f3nica se enorgullece de su capacidad de respuesta: cualquier cosa que un director exija, o incluso insin\u00fae, es lo que la orquesta dar\u00e1, sin hacer preguntas. Esa actitud no favoreci\u00f3 a Rafael Payare, quien comenz\u00f3 diciembre con la arrogante sinfon\u00eda de adoraci\u00f3n a Lenin de Shostakovich, la Duod\u00e9cima, conocida como \u201cEl a\u00f1o 1917\u201d. El compositor fue una celebridad sovi\u00e9tica en tiempos peligrosos, y en esta obra, escrita en 1961, evidentemente trat\u00f3 de someter sus terrores y dudas de la vida real con tedioso triunfalismo y dosis extra de volumen. Geffen Hall, quiz\u00e1s atrapado en todo el entusiasmo revolucionario, magnific\u00f3 cada exageraci\u00f3n. Al final del concierto, me di cuenta de que hab\u00eda tensado todos los m\u00fasculos como si protegiera mis o\u00eddos contra una sobrecarga.<\/p>\n

Lo que me lleva de nuevo a M\u00e4kel\u00e4, quien, a sus 26 a\u00f1os, ya ha sido designado futuro director titular de la Orquesta Real del Concertgebouw de \u00c1msterdam. Es casi lo contrario de Van Zweden (ex concertino del Concertgebouw). Con un dedo en el acelerador en lugar de una bota en el pedal, parece encontrar su trabajo emocionante. Sigui\u00f3 el bombardeo de Shostakovich de Payare con una interpretaci\u00f3n matizada de la Sexta Sinfon\u00eda m\u00e1s interna del compositor, y la melod\u00eda ardiente y de amplio alcance de la apertura son\u00f3 como si se estuviera tocando en un Geffen Hall diferente. El timbre todav\u00eda ten\u00eda toda la claridad brillante y deslumbrante de un d\u00eda soleado de invierno, pero la amargura hab\u00eda desaparecido. Cuerdas y vientos se envolvieron en una especie de yin-yang s\u00f3nico, y dej\u00e9 de temer que un gran crescendo terminara en dolor.<\/p>\n

El sufrimiento tiene un lugar en el pensamiento de Tchaikovsky. Pat\u00e9tica<\/em>, y la interpretaci\u00f3n de M\u00e4kel\u00e4 fue un toque genial, favoreciendo la danza y las festividades sobre la meditaci\u00f3n. A\u00fan as\u00ed, cuando ves a un l\u00edder capaz de provocar las pasiones de una orquesta y luego guiarlos con tanta delicadeza, sabes que se ha ganado su alegr\u00eda. Lo que me queda menos claro es c\u00f3mo, en un breve paso por una orquesta que nunca antes hab\u00eda conocido, logr\u00f3 restablecer la relaci\u00f3n de los m\u00fasicos con el edificio. En alg\u00fan momento durante el oto\u00f1o, el ac\u00fastico Paul Scarbrough volvi\u00f3 a jugar con la configuraci\u00f3n de la sala, por lo que quiz\u00e1s M\u00e4kel\u00e4 simplemente tuvo suerte con el momento. Pero una sala suena bien cuando la m\u00fasica lo hace, y un nuevo Geffen Hall a\u00fan inquieto e implacable ha advertido a la Filarm\u00f3nica: podemos escucharte ahora.<\/p>\n<\/p><\/div>\n


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