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\n Foto-Ilustraci\u00f3n: New York Magazine;\/AP Photo\/Matt Dunham<\/span>\n <\/p>\n<\/p><\/div>\n<\/p><\/div>\nEn la estratosfera del mercado del arte, donde los precios estimados para las subastas de arte comienzan en decenas de millones, los multimillonarios intercambian piezas de los mismos artistas (Koons, Picasso, Basquiat) y construyen la riqueza de los dem\u00e1s. Esto es pr\u00e1cticamente un circuito cerrado: los comerciantes compran la oferta de la obra de un artista y la venden al precio que consideran oportuno. Los coleccionistas pujan por piezas en una subasta solo para mantener alto el valor de su propio inventario.<\/p>\n
Ayuda, entonces, que un aspirante a comerciante del 0,1 por ciento nazca en una familia que ya posee un b\u00fanker de arte de primer orden, raz\u00f3n por la cual muchos de los comerciantes m\u00e1s importantes de la actualidad son negocios familiares. Y en Nueva York, gran parte del poder se concentra en solo cinco familias, cuyo destino ahora est\u00e1 en manos de sus herederos de segunda e incluso quinta generaci\u00f3n. Algunos de estos beb\u00e9s nepo del mundo del arte mantienen el rumbo, fundan sus propias galer\u00edas o se hacen cargo de las de sus padres; otros se han visto envueltos en problemas legales y divorcios complicados. Pocos est\u00e1n libres de esc\u00e1ndalos.<\/p>\n\nen la portada<\/h2>\n<\/p>\n