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Para que el asalto a los edificios gubernamentales en Brasilia siga siendo solo un episodio, los militares finalmente deben comprometerse sin reservas con el nuevo presidente, Lula da Silva.<\/p>\n<\/p><\/div>\n<\/div>\n
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Las fuerzas de seguridad act\u00faan contra los partidarios radicales de Bolsonaro frente al Palacio del Planalto, la residencia oficial del presidente en la capital Brasilia.<\/h2>\n Andr\u00e9 Borges\/EPO<\/span><\/p>\n<\/div>\n<\/figcaption><\/figure>\n <\/p>\n
Miles de partidarios radicales de Bolsonaro irrumpieron el domingo en el Congreso, la Corte Suprema y la oficina presidencial en la capital brasile\u00f1a. Causaron muchos da\u00f1os a la propiedad y robaron numerosos art\u00edculos. Las fuerzas de seguridad solo volvieron a tener la situaci\u00f3n bajo control despu\u00e9s de unas siete horas, y el presidente Lula da Silva pudo visitar de nuevo su residencia oficial. Este es un incidente extremadamente grave que plantea serios interrogantes para el futuro cercano del pa\u00eds.<\/p>\n
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Los extremistas llaman a los militares<\/span><\/h2>\n <\/p>\n
Los partidarios de Bolsonaro, que afirman que la victoria electoral de Lula fue falsa sin pruebas contundentes, est\u00e1n pidiendo un golpe militar para destituir al presidente de su cargo. Al parecer, esperan utilizar los disturbios en todo el pa\u00eds para dar al ej\u00e9rcito una excusa para intervenir. Seg\u00fan el plan, los militares establecer\u00edan un gobierno interino y celebrar\u00edan nuevas elecciones despu\u00e9s de un cierto per\u00edodo de tiempo.<\/p>\n
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Afortunadamente, sin embargo, la protesta a\u00fan no ha alcanzado el nivel que podr\u00eda justificar una intervenci\u00f3n del ej\u00e9rcito. El domingo, los extremistas violentos finalmente fueron rechazados con un contingente bastante limitado de fuerzas de seguridad.<\/p>\n
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A pesar de eso, la seguridad del gobierno de Lula a\u00fan no est\u00e1 garantizada. Los representantes de los poderes civiles de la democracia brasile\u00f1a, los l\u00edderes del Congreso, del poder judicial e incluso el entonces vicepresidente, el general Hamilton Mour\u00e3o, reconocieron r\u00e1pidamente la victoria electoral de Lula en octubre, incluidos los principales bolsonarios. Solo el propio Bolsonaro se ha negado a admitir la derrota. Antes de asumir el cargo a fines de diciembre, viaj\u00f3 a Florida, el hogar adoptivo de Donald Trump, para no tener que entregarle a Lula la faja del cargo.<\/p>\n
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El presidente Lula da Silva visita el Palacio del Planalto el domingo despu\u00e9s de que fue asaltado por partidarios de su antecesor Jair Bolsonaro.<\/h2>\n Eraldo P\u00e9rez\/AP<\/span><\/p>\n<\/div>\n<\/div>\n <\/div>\n<\/div>\n
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Pero los militares han sido ambivalentes hasta el d\u00eda de hoy. Si bien no intervinieron en la victoria electoral de Lula, como tem\u00edan muchos observadores, tampoco reconocieron de manera convincente al nuevo presidente. Para que la toma del centro de poder de Brasil siga siendo un episodio desagradable, es imperativo que el liderazgo militar finalmente acepte incondicionalmente al nuevo presidente. El Congreso de la oposici\u00f3n y el poder judicial son responsables de supervisar al poder ejecutivo, no al ej\u00e9rcito.<\/p>\n
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