{"id":42850,"date":"2022-07-17T12:46:36","date_gmt":"2022-07-17T12:46:36","guid":{"rendered":"https:\/\/magazineoffice.com\/de-kiev-a-boutcha-los-diarios-de-guerra-de-jonathan-littell\/"},"modified":"2022-07-17T12:46:38","modified_gmt":"2022-07-17T12:46:38","slug":"de-kiev-a-boutcha-los-diarios-de-guerra-de-jonathan-littell","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/magazineoffice.com\/de-kiev-a-boutcha-los-diarios-de-guerra-de-jonathan-littell\/","title":{"rendered":"De Kiev a Boutcha, los diarios de guerra de Jonathan Littell"},"content":{"rendered":"


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Reservado para nuestros suscriptores<\/p>\n<\/section>\n

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Reportaje<\/span>En mayo, el autor de \u201cBienveillantes\u201d viaj\u00f3 a Ucrania, pa\u00eds que conoce bien, acompa\u00f1ado del fot\u00f3grafo Antoine D’Agata. El escritor franco-estadounidense vio paisajes de desolaci\u00f3n y fosas comunes y recogi\u00f3 terribles testimonios.<\/p>\n<\/section><\/div>\n

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Kyiv<\/h2>\n

Antes, para ir de Par\u00eds a Kyiv se tardaban tres horas; ahora puede tardar hasta tres d\u00edas y medio. Vuelo a Varsovia, coche a Lviv, justo despu\u00e9s de la frontera, luego tren nocturno: un viaje a la antigua, que deja tiempo para ver pasar los paisajes, que da una idea f\u00edsica de las distancias y los desbarajustes que provoca la guerra, incluso lejos del frente.<\/p>\n

La \u00faltima vez que estuve en Kyiv fue para celebrar el A\u00f1o Nuevo con amigos. Ksioucha Palfi nos hab\u00eda llevado a Vognyk, un nuevo club de moda donde trabajaba como DJ. Controles b\u00e1sicos de Covid en la entrada, s\u00f3tanos enormes, juerguistas elegantes y discretos, alcohol en abundancia. Alrededor de las cinco de la ma\u00f1ana, nos retiramos a su nuevo departamento, justo detr\u00e1s de Khrechtchatik, la v\u00eda principal de la ciudad.<\/p>\n

Inevitablemente, entre dos tragos, evocamos los rumores de guerra. Ksioucha, peque\u00f1a, esbelta, se enfureci\u00f3: \u00bb Ah no ! Esper\u00e9 cinco meses para recibir mi cocina de Ikea. Cinco meses ! Si esos malditos rusos vienen a por m\u00ed ahora, juro que voy a salir al balc\u00f3n con un Stinger. <\/em>[un lance-missiles] para matarlos! \u00bb<\/em> Todos rieron. Menos de dos meses despu\u00e9s, Ksioucha estaba refugiada con su amante y su gato discapacitado en Oujhorod, en la frontera con Eslovaquia, y me envi\u00f3 por WhatsApp un video donde preparaba, con decenas de otras mujeres en la plaza del mercado, cajas de c\u00f3cteles molotov. . Nos re\u00edmos de nuevo, pero no fue gracioso.<\/p>\n

En mayo, debido a la escasez de gasolina, los autos son raros en las calles de Kyiv. Pero el cerco a la ciudad se ha levantado desde la retirada de las fuerzas rusas a finales de marzo, y los restaurantes est\u00e1n reabriendo, los supermercados no faltan de nada, las m\u00e1quinas expendedoras est\u00e1n funcionando, el metro y los autobuses se han reanudado, los taxis llegan cuando se les llama. Khrechtchatik, al anochecer, se llena de curiosos, los hipsters invaden como antes el barrio del Golden Gate, y no nos sorprende ver a un joven soldado, muy erguido con su chaleco antibalas y su Kalashnikov al hombro, dando vueltas en una scooter de alquiler. .<\/p>\n

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