ADEM ALTAN \/ AFP<\/span> <\/figcaption><\/figure>\nEs dif\u00edcil imaginar un contraste m\u00e1s llamativo. Por un lado, el discreto encanto de la naturaleza, sus tierras h\u00famedas y resplandecientes flanqueadas por altas monta\u00f1as cortadas con dureza bajo un cielo que ha vuelto a brillar. Por el otro, casas aplastadas como hojas, retorcidas o arrancadas a lo largo de un barranco o al costado de la carretera con una violencia sin precedentes. Recorre los caminos vecinales de la regi\u00f3n golpeada por el sismo de magnitud 7.8, la madrugada del lunes 6 de febrero, entre Hatay <\/strong>y Gaziantep, a lo largo de la frontera con Siria, es invitarse a la Turqu\u00eda profunda, la de la gente com\u00fan, los agricultores, los trabajadores y los comerciantes en estado de shock. Todos estos pueblos y peque\u00f1as ciudades cuya vida cotidiana se ha trastocado brutalmente en el espacio de unos instantes y que, para muchos, se sienten olvidados.<\/p>\nSeg\u00fan los informes establecidos el mi\u00e9rcoles, el terremoto habr\u00eda matado a m\u00e1s de 8.500 personas en Turqu\u00eda (y m\u00e1s de 2.600 muertos en Siria). El martes, cuando la ayuda internacional comenz\u00f3 a llegar, las autoridades turcas declararon luto nacional de siete d\u00edas. Varios relatos de habitantes encontrados a lo largo de caminos y senderos, en estas \u00e1reas remotas o al borde de los centros urbanos, revelan da\u00f1os considerables en las zonas rurales, <\/strong>con un n\u00famero importante de municipios que habr\u00edan perdido decenas, incluso cientos, de habitantes.<\/p>\nEn Kiran Yurdu, toda la poblaci\u00f3n ayuda y asiste en las actividades de excavaci\u00f3n, que parecen no haber cesado desde el primer d\u00eda. Dos excavadoras-gr\u00faa trabajan duro a cada lado de este peque\u00f1o pueblo tradicional, ubicado en la ladera entre el mar y los vecinos sirios. Uno de ellos pertenece a un aldeano, el otro al ayuntamiento. \u00abEsta es quiz\u00e1s nuestra \u00fanica ventaja en comparaci\u00f3n con las ciudades, tenemos las herramientas en el sitio\u00bb<\/em>, desliza Ahmet, cuarent\u00f3n, con el rostro marcado por el cansancio. Un ni\u00f1o del pueblo, dice que es el corresponsal de Anatolian Press, una antigua red de informaci\u00f3n p\u00fablica local con una red impresionante y a\u00fan hoy proveedor de bases de datos electorales. Seg\u00fan \u00e9l, el pueblo registra actualmente m\u00e1s de veinte muertos. \u201cPero los n\u00fameros subir\u00e1n r\u00e1pidamente, el da\u00f1o es considerable, los techos se han derrumbado en un chasquido de dedos. \u00bb<\/em><\/p>\nayuda mutua<\/h2>\n
A la entrada de Kiran Yurdu, un cuerpo acaba de ser sacado de entre los escombros de una casa larga y ancha derrumbada, pulverizada por completo, en montones de hormig\u00f3n y varillas de acero. Se envuelve en una manta antes de colocarlo en el suelo frente a un muro bajo que a\u00fan se mantiene en pie. Al pie de la gr\u00faa, hay una decena de personas de todas las edades formando un semic\u00edrculo, escrutando atentamente cada golpe de la pala mec\u00e1nica. La otra m\u00e1quina, la del ayuntamiento, se activa cerca de un edificio familiar, donde el d\u00eda anterior se pudo salvar a una mujer. Todav\u00eda estar\u00edan tres bajo los escombros.<\/p>\n
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