{"id":598759,"date":"2023-04-28T19:22:15","date_gmt":"2023-04-28T19:22:15","guid":{"rendered":"https:\/\/magazineoffice.com\/era-la-orilla-del-placer-alli-nos-escapamos-en-cuanto-pudimos\/"},"modified":"2023-04-28T19:22:18","modified_gmt":"2023-04-28T19:22:18","slug":"era-la-orilla-del-placer-alli-nos-escapamos-en-cuanto-pudimos","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/magazineoffice.com\/era-la-orilla-del-placer-alli-nos-escapamos-en-cuanto-pudimos\/","title":{"rendered":"\u00abEra la orilla del placer, all\u00ed nos escapamos en cuanto pudimos\u00bb"},"content":{"rendered":"


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Hay que cerrar los ojos para imaginarse a Kherson antes de la invasi\u00f3n rusa, esta gran ciudad del sur de Ucrania, situada en la desembocadura del Dni\u00e9per. En la margen derecha del r\u00edo, en el lado oeste, se extend\u00eda la metr\u00f3poli con sus industrias, sus puertos, sus marineros que viajaban por todo el mundo, sus escuelas y sus obligaciones de todo tipo: era el banco del trabajo. Enfrente comenzaba un territorio salvaje, un revoltijo vegetal de tierra y agua, una de esas atm\u00f3sferas de pantano donde la civilizaci\u00f3n nunca llega a arraigarse del todo, salvo algunas dachas, a las que s\u00f3lo se puede acceder en barco. \u00abEra la orilla del placer,<\/em> dice el cineasta Roman Bondarchuk, de 41 a\u00f1os. Nos escapamos all\u00ed tan pronto como pudimos. \u00bb<\/em><\/p>\n

Sus primeros recuerdos del lugar se remontan a la infancia, cuando el imperio sovi\u00e9tico llegaba a su fin, justo antes de la independencia de Ucrania en 1991. Las f\u00e1bricas de la regi\u00f3n hab\u00edan repartido un trozo de tierra a los trabajadores seg\u00fan la tradici\u00f3n sovi\u00e9tica, todos del mismo tama\u00f1o, 6 acres. Pero all\u00ed no se trataba de hacer lo que quer\u00edamos: cada dacha ten\u00eda que medir exactamente 50 metros cuadrados, con un solo piso, dos dormitorios arriba, una huerta. Una comisi\u00f3n especial circul\u00f3 para comprobar que no se hab\u00eda a\u00f1adido ni un cent\u00edmetro. Eso s\u00ed, todo el mundo intentaba colarse en un s\u00f3tano o una terraza. En Bondarchuks, la escotilla de un s\u00f3tano clandestino hab\u00eda sido ocultada debajo de una alfombra y un sill\u00f3n. Roman estaba sentado all\u00ed los d\u00edas de revisi\u00f3n, con instrucciones de no moverse.<\/p>\n

El abuelo Bondarchuk hab\u00eda luchado en el Ej\u00e9rcito Rojo en la Segunda Guerra Mundial, como todos los abuelos de todas las dachas. Entre ambos segu\u00edan llam\u00e1ndose por sus apodos de luchadores y sentaban al ni\u00f1o sobre la mesa, al terminar las partidas de domin\u00f3, para que les cantara estribillos rom\u00e1nticos.<\/p>\n

Despu\u00e9s de la independencia en 1991, el ambiente sigui\u00f3 siendo familiar. Se han abierto hoteles o tiendas de comestibles. Nada ha sobrevivido, la \u00aborilla del placer\u00bb parec\u00eda resistirse a cualquier comercio. Entre dachas, se usaba una olla para pagar el salario de Caronte, un anciano que se convirti\u00f3 en el guardi\u00e1n del para\u00edso, el \u00fanico que pas\u00f3 all\u00ed todo el invierno. En algunos a\u00f1os, el r\u00edo se congel\u00f3 en hielo, pero era demasiado inestable para que un humano se aventurara all\u00ed. Entonces Caronte enviaba a su perro a las aguas heladas, con una bolsa atada al cuello con el dinero y la lista de compras. Enfrente, en el \u201cbanco de trabajo\u201d, se formaba un c\u00edrculo para contemplar el espect\u00e1culo: el animal que se desploma y vuelve a ponerse en marcha, con la cesta llena de provisiones.<\/p>\n

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