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Owens, que ha pasado m\u00e1s de dos d\u00e9cadas trabajando en el centro de registros, es un tipo corpulento de poco m\u00e1s de cincuenta a\u00f1os que viste jeans deliberadamente desgastados con cremalleras en los muslos. Mayormente calvo con una barba corta y canosa, es un ministro bautista capacitado, y su risa cordial resuena en todo el laboratorio. Incluso en una oficina donde todos est\u00e1n entusiasmados con su trabajo, la evangelizaci\u00f3n de Owens sobresale. Cuando me cuenta c\u00f3mo se siente ayudar a alguien a encontrar sus registros, frunce los ojos. \u201cMe da esperanza\u201d, dice. \u201cSolo s\u00e9 que lo que estamos haciendo ahora mejorar\u00e1 la posibilidad de ayudar a alguien. Alguien mirar\u00e1 un documento dentro de 500 a\u00f1os con mi nombre y dir\u00e1: Keith Owens, quienquiera que haya sido, hizo algo incre\u00edble para ayudar a alguien en ese entonces\u201d.<\/p>\n
Hasta que entr\u00e9 en el cub\u00edculo de Owens, no hab\u00eda planeado mencionar mi b\u00fasqueda de los registros de mi abuelo. Pero bajo el hechizo del afecto de su pastor, balbuceo la historia de fondo, mi voz se quiebra ligeramente mientras explico que entregu\u00e9 todo lo que ten\u00eda y a\u00fan no era suficiente. Ni siquiera s\u00e9 si el abuelo alguna vez recibi\u00f3 beneficios para veteranos. Owens se ilumina. Revisemos las fichas y averig\u00fc\u00e9moslo, dice. Antes de darme cuenta, estamos en su computadora abriendo una carpeta con la etiqueta \u00abEgan-Eidson\u00bb.<\/p>\n
Hacemos clic en algunos PDF diferentes antes de encontrar las tarjetas que incluyen los nombres Eh. En el cuarto encontramos el apellido Ehman. Pasamos por delante de un Arnold, dos Bruces, dos Adams, dos Alberts, dos Andrews. De repente, estamos en Ehmen, con una segunda \u00abe\u00bb donde deber\u00eda estar la \u00aba\u00bb. Nos desplazamos hacia abajo m\u00e1s, hasta que la alfabetizaci\u00f3n vuelve al principio.<\/p>\n
Aparecen m\u00e1s Ehmans: Charles, Clement, David, Dennis, Earl, Elizabeth. \u201cVamos\u201d, implora Owens, como si quisiera que su velocista favorito cruzara la l\u00ednea de meta primero. Pero ahora volvemos a Ehmen.<\/p>\n
Suspira, sigue desplaz\u00e1ndose, sigue narrando. El tono de su voz ha pasado de emocionado a aprensivo. Veo que la barra de progreso est\u00e1 casi al final del archivo y se me cae el est\u00f3mago. No lo vamos a encontrar.<\/p>\n
Luego, justo antes de que lleguemos al final, vislumbro \u201cAbraham\u201d, el segundo nombre del abuelo. \u201cE-e-e-\u201d, tartamudeo incomprensiblemente, y en voz alta, buscando a tientas para se\u00f1alarle la tarjeta correcta. Owens lee el nombre de Fred en voz alta, confirmando lo que ya me hab\u00eda dado cuenta. \u00abMierda\u00bb, susurro en voz baja. \u00abAy dios m\u00edo.\u00bb No es como ver un fantasma, exactamente, mirando esta peque\u00f1a tarjeta con un pu\u00f1ado de datos b\u00e1sicos sobre una persona que adoro y que nunca volver\u00e9 a ver. Es m\u00e1s como darme cuenta de que la persona que pens\u00e9 que era un fantasma es, de hecho, bastante visible.<\/p>\n
Pero esto es solo el preludio de mi verdadera b\u00fasqueda. Ahora, finalmente, podemos averiguar si el registro personal del abuelo sobrevivi\u00f3 al incendio. Armados con un n\u00famero de servicio, bajamos las escaleras a la sala de investigaci\u00f3n para buscar a Fred Abraham Ehman. Empiezo a convencerme de que soy uno de los afortunados, que descubriremos un archivo B utilizable con todos los detalles que he estado deseando, a pesar de las probabilidades de 4 a 1 de que se haya ido.<\/p>\n<\/div>\n