Una familia destrozada<\/strong><\/span><\/h2>\n <\/p>\n
Mama Chance regres\u00f3 recientemente a su ciudad natal a pesar de la tensa situaci\u00f3n de seguridad. Est\u00e1 contenta de que ya no est\u00e9 encerrada en la peque\u00f1a granja de sus familiares, donde otras tres familias desplazadas tambi\u00e9n encontraron refugio temporal. <\/p>\n
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Pero la guerra no ha terminado para ella, sigue viva en su familia. Sus tres hijos mayores, de 16, 13 y 12 a\u00f1os, desaparecieron mientras intentaban escapar en febrero. Mama Chance se hab\u00eda marchado con los tres ni\u00f1os m\u00e1s peque\u00f1os. \u201cLos tres ni\u00f1os mayores prometieron que asegurar\u00edan nuestra casa y luego vendr\u00edan\u201d, dice ella. Pero nunca se unieron a la familia que hu\u00eda.<\/p>\n
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\u00abNo sab\u00edamos d\u00f3nde estaban\u00bb, dice Mama Chance, \u00abOr\u00e9 por ellos todos los d\u00edas\u00bb. Fue solo cuando regres\u00f3 a Masisi que sus conocidos le dijeron que hab\u00edan sido vistos como soldados de los Mai Mai, otro grupo de milicianos que actualmente deambula por las colinas de la regi\u00f3n.<\/p>\n
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Jacqueline Chance vende carne de cabra en el mercado de Masisi. <\/h2>\n <\/p>\n<\/figcaption><\/figure>\n
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La tr\u00e1gica historia de la familia de Mama Chance parece un reflejo de la situaci\u00f3n actual en el este del Congo. La organizaci\u00f3n Kivu Security Tracker actualmente cuenta con alrededor de 120 milicias armadas en la regi\u00f3n. Estos incluyen peque\u00f1os grupos de defensa locales, as\u00ed como el M23, que est\u00e1 militarmente bien equipado y aparentemente no puede ser debilitado de manera decisiva ni por el ej\u00e9rcito regular ni por la fuerza de mantenimiento de la paz de la ONU de aproximadamente 17,000 efectivos. Lo que une a la mayor\u00eda de las milicias es su b\u00fasqueda constante de nuevos reclutas.<\/p>\n
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Mama Chance no entiende por qu\u00e9 sus tres hijos de todas las personas se convirtieron en luchadores Mai-Mai: \u00abNi siquiera saben c\u00f3mo sostener un arma en sus manos\u00bb, dice. Hace unas semanas, con la ayuda de un contacto, Chance logr\u00f3 localizar a los Mai Mai. El esperado reencuentro alegre se convirti\u00f3 en una pesadilla. Cuando visit\u00f3 el lugar en un bosque, sus hijos huyeron. \u00abMe vieron como un enemigo\u00bb, dice, girando su rostro surcado por l\u00e1grimas hacia las colinas opuestas. \u00abEspero que vuelvan aunque no tengamos nada. La extra\u00f1o mucho.\u00bb<\/p>\n
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\u00abEstabamos ocupados\u00bb<\/strong><\/span><\/h2>\n <\/p>\n
Los residentes de Masisi contin\u00faan viviendo con miedo e inseguridad. Todav\u00eda se pueden escuchar disparos en la noche.<\/p>\n
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Al mismo tiempo, ahora sienten cada vez m\u00e1s claramente los costos derivados de la violencia. Estos incluyen el aumento masivo de los precios, incluso para los bienes de consumo m\u00e1s simples. La raz\u00f3n: el M23, varias milicias locales y el ej\u00e9rcito congole\u00f1o han comenzado a instalar puestos de control en la \u00fanica carretera que conecta Masisi con Goma. Exigen \u00abaranceles\u00bb a los comerciantes por el paso, lo que aumenta los precios. En Masisi, por ejemplo, un kilogramo de harina cuesta casi tres veces m\u00e1s que el a\u00f1o pasado.<\/p>\n
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Los precios de los medicamentos tambi\u00e9n se ven afectados. Estos son el doble que hace unos meses, dice el doctor Th\u00e9ophile Hangi Kubuya en su oficina en Masisi, mientras la lluvia golpea constantemente el techo de hojalata. Ahora, m\u00e1s que nunca, necesitas un buen equipo.<\/p>\n
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El director m\u00e9dico del hospital, Th\u00e9ophile Hangi Kubuya, suele estar de guardia por la noche.<\/h2>\n <\/p>\n<\/figcaption><\/figure>\n
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Kubuya dirige un hospital en Masisi que se gestiona junto con la ONG M\u00e9decins sans fronti\u00e8res. Aqu\u00ed, ex milicianos y civiles se recuperan de heridas de bala y yacen en camas junto a ni\u00f1os que reciben tratamiento por desnutrici\u00f3n.<\/p>\n
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Desde principios de abril, las 310 camas de hospital han estado constantemente ocupadas y los 16 m\u00e9dicos han estado ocupados, dijo Kubuya. Para poder acomodar a m\u00e1s pacientes, a veces instala tiendas de campa\u00f1a en el patio interior u ofrece colchones en el pasillo. Pero cuanto m\u00e1s dura el conflicto con el M23, m\u00e1s dif\u00edcil es su trabajo, dice Kubuya. \u201cEl n\u00famero de pacientes supera la capacidad del hospital\u201d.<\/p>\n
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