{"id":891009,"date":"2023-11-18T19:56:22","date_gmt":"2023-11-18T19:56:22","guid":{"rendered":"https:\/\/magazineoffice.com\/en-montreux-vladimir-nabokov-hizo-que-le-leyeran-integramente-la-traduccion-de-una-novela-para-examinarla-sus-sospechas-se-evaporaron-con-una-mariposa\/"},"modified":"2023-11-18T19:56:26","modified_gmt":"2023-11-18T19:56:26","slug":"en-montreux-vladimir-nabokov-hizo-que-le-leyeran-integramente-la-traduccion-de-una-novela-para-examinarla-sus-sospechas-se-evaporaron-con-una-mariposa","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/magazineoffice.com\/en-montreux-vladimir-nabokov-hizo-que-le-leyeran-integramente-la-traduccion-de-una-novela-para-examinarla-sus-sospechas-se-evaporaron-con-una-mariposa\/","title":{"rendered":"En Montreux, Vladimir Nabokov hizo que le leyeran \u00edntegramente la traducci\u00f3n de una novela para examinarla. Sus sospechas se evaporaron con una mariposa."},"content":{"rendered":"


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Quien quisiera traducir las obras del ruso que viv\u00eda en el lago Lem\u00e1n ten\u00eda que tener buenos nervios. Recuerdos de una visita memorable en los a\u00f1os sesenta.<\/p>\n

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Vladimir Nabokov juega al ajedrez con su esposa V\u00e9ra en la suite de su hotel en Montreux. La foto fue tomada alrededor de 1965.<\/h2>\n

Fotos de archivo \/ Getty<\/span><\/p>\n<\/div>\n<\/figcaption><\/figure>\n

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No recuerdo el a\u00f1o, debi\u00f3 ser a mediados de los a\u00f1os 60. Pero todav\u00eda recuerdo que fue a principios de primavera cuando visitamos a Vladimir Nabokov en Montreux con la traducci\u00f3n de su novela \u201cPale Fire\u201d en nuestro equipaje. Nosotros, el editor de Rowohlt, Heinrich Maria Ledig-Rowohlt, el traductor Uwe Friesel y Gerd Steen, el ch\u00f3fer y mayordomo de Ledig.<\/p>\n

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Nos conocimos en Reinbek. Lady Jane, como llam\u00e1bamos a la esposa de Ledig, se despidi\u00f3 de nosotros. No, Ledig no deber\u00eda sentarse delante, al lado del conductor, ser\u00eda demasiado peligroso. Me hubiera gustado sentarme delante, me ofrec\u00ed a sentarme, pero luego le ced\u00ed el asiento a Uwe Friesel. Era una distancia muy larga, Steen quer\u00eda llegar a Montreux antes de que oscureciera y por eso condujo muy r\u00e1pido.<\/p>\n

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En la primera parada, Friesel se ape\u00f3 del Mercedes negro, p\u00e1lido como un papel, y me pidi\u00f3 que cambiara de lugar. Steen me gustaba, pero en realidad conduc\u00eda muy r\u00e1pido, as\u00ed que me qued\u00e9 bien despierto y pude despertarlo a tiempo y discretamente cuando se qued\u00f3 dormido al volante en la autopista cerca de Baden-Baden.<\/p>\n

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Era de noche cuando llegamos a Montreux despu\u00e9s de un largo y sinuoso viaje por el valle. Ten\u00edamos habitaciones lujosas en un hermoso hotel, justo en el paseo mar\u00edtimo. Desde all\u00ed se pod\u00eda ver la cadena de luces que conduc\u00eda en semic\u00edrculo a lo largo del lago hasta el hotel Montreux Palace y m\u00e1s al oeste.<\/p>\n

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Lectura para cuatro oyentes<\/span><\/h2>\n

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Cuando me despert\u00e9 por la ma\u00f1ana y sal\u00ed al balc\u00f3n, mir\u00e9 un enorme magnolio de flores blancas, el lago siempre negro y las monta\u00f1as m\u00e1s all\u00e1 de la orilla, el macizo del Mont Blanc.<\/p>\n

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Ya estaba todo preparado en el \u201cPalacio de Montreux\u201d. Nos asignaron una habitaci\u00f3n escasamente amueblada con una mesa y sencillas sillas de madera para trabajar con los Nabokov, quienes llegaron puntualmente a la hora acordada. El trabajo conjunto consisti\u00f3 en que Friesel leyera lentamente su traducci\u00f3n del libro a los dos Nabokov, a Ledig y a m\u00ed, mientras los cuatro oyentes miraban fijamente el original americano, tratando de notar cualquier error e inconsistencia y sugerir cualquier cambio de estilo necesario o aconsejable. Nabokov afirm\u00f3 desde el principio que no sab\u00eda alem\u00e1n -lo cual, por supuesto, no era cierto, hab\u00eda vivido mucho tiempo en Berl\u00edn despu\u00e9s de 1917-, mientras que V\u00e9ra, su esposa, que naci\u00f3 en San Petersburgo y a quien dedic\u00f3 todos sus libros, hablaba bastante bien alem\u00e1n y a menudo hac\u00eda preguntas y comentarios ingeniosos.<\/p>\n

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Al principio estaba tenso, r\u00edgido. Habr\u00edas pensado que no \u00e9ramos particularmente bienvenidos. Nos sentamos all\u00ed un poco ansiosos y demasiado entusiastas. S\u00f3lo Friesel parec\u00eda desinhibido o se mostraba alegre para poder terminar su traducci\u00f3n con vigor. Hubo descansos y nos dieron bebidas fr\u00edas y calientes, ninguna de las cuales bebieron los Nabokov. Nabokov nos hab\u00eda impuesto una estricta prohibici\u00f3n de fumar: ambos, Single y yo, \u00e9ramos fumadores. Fumamos afuera en el balc\u00f3n con la puerta del balc\u00f3n firmemente cerrada detr\u00e1s de nosotros. Esto continu\u00f3 hasta la hora del almuerzo. Como todo el mundo sab\u00eda que el procedimiento llevar\u00eda d\u00edas, Nabokov insisti\u00f3 en fijar horarios fijos para empezar y terminar el trabajo, por la ma\u00f1ana y por la tarde.<\/p>\n

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Al mediod\u00eda, Vladimir y Vera se retiraron a su suite para tomar un descanso m\u00e1s largo. Comimos en la cercana estaci\u00f3n de tren de Montreux. Aunque los peque\u00f1os platos que se ofrec\u00edan en el restaurante eran tentadores y ciertamente buenos al estilo suizo, casi siempre com\u00edamos lo mismo: bistec t\u00e1rtaro, solo con una yema de huevo al lado, yo con muchas alcaparras. A la vuelta pasamos un buen rato delante del escaparate de una tienda que vend\u00eda relojes antiguos y muy antiguos. Ledig se enamor\u00f3 de un gran reloj de pared que, si entonces existiera el ferrocarril, habr\u00eda pensado que era un reloj de estaci\u00f3n napole\u00f3nico. La esfera ten\u00eda estrellas y lunas: estos fueron los detalles que atrajeron especialmente a Ledig. Cuando al traductor Friesel le gust\u00f3 una camisa delante de otro escaparate, Ledig se la compr\u00f3. As\u00ed que dejamos atr\u00e1s el descanso nabokoviano del mediod\u00eda. Y al d\u00eda siguiente volvimos a mirar el viejo reloj.<\/p>\n

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Un striptease por la noche<\/span><\/h2>\n

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La primera tarde el ambiente se relaj\u00f3 un poco. Por lo que recuerdo, fue por una mariposa. Vladimir, que casi siempre escuchaba sin decir una palabra, de repente se despert\u00f3 y expres\u00f3 su sospecha de que el nombre de uno de sus favoritos alados hab\u00eda sido mal traducido. Hab\u00edamos tra\u00eddo todo tipo de diccionarios desde Hamburgo, los buscamos, pero Nabokov no qued\u00f3 satisfecho, subi\u00f3 a su suite en el \u00faltimo piso del hotel y al cabo de un rato vino, ahora todo un lepidopter\u00f3logo que probablemente sab\u00eda m\u00e1s. sobre mariposas que cualquier otro cient\u00edfico educado en el campo, con algunos libros bajo el brazo. Se encontr\u00f3 el nombre correcto y se insert\u00f3 en la traducci\u00f3n, un juego que se repiti\u00f3 varias veces en los d\u00edas siguientes. Nos despedimos exhaustos a primera hora de la tarde.<\/p>\n

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No quer\u00edamos cenar en nuestro hotel, pero por otro lado tampoco quer\u00edamos ir muy lejos, as\u00ed que de camino al hotel terminamos en un lugar extra\u00f1o, mitad restaurante, mitad bar y m\u00e1s tarde en la discoteca nocturna. Pedimos, comimos y bebimos mucho vino incluso despu\u00e9s de la comida. Una banda tocaba canciones y \u00e9xitos franceses de moda en la \u00e9poca, y de repente una bailarina subi\u00f3 al escenario para hacer un striptease. Lo que ofrec\u00eda era una seriedad suiza, nada emocionante, pero nos divertimos y volvimos a ver exactamente el mismo espect\u00e1culo la noche siguiente, con el mismo \u00e9xito tocado en vivo, y nuevamente la noche siguiente, pero no la \u00faltima noche.<\/p>\n

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Una ma\u00f1ana, Ledig se qued\u00f3 dormido. Friesel y yo no nos dimos cuenta al principio porque \u00e9l estaba desayunando en su habitaci\u00f3n. Finalmente llamamos. Ni siquiera se hab\u00eda levantado todav\u00eda. Los Nabokov, siempre puntuales al estilo prusiano, eran desde\u00f1osos. Todas las disculpas fueron in\u00fatiles. De nuevo el ambiente se volvi\u00f3 tenso, de nuevo nosotros, excepto el alegre Friesel, est\u00e1bamos inquietos y de nuevo una mariposa que apareci\u00f3 inesperadamente en el texto rompi\u00f3 el hechizo. Mientras Nabokov hojeaba sus libros, fumamos aliviados un cigarrillo en el balc\u00f3n. Steak tartar de ternera para el almuerzo. Por la noche vino tinto y striptease. Y acordamos que despertar\u00edan a Ledig a la ma\u00f1ana siguiente.<\/p>\n

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inicio de una amistad<\/span><\/h2>\n

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En alg\u00fan momento los Nabokov demostraron que apreciaban nuestros esfuerzos por traducir una de sus obras m\u00e1s dif\u00edciles y, a partir de entonces, se mostraron amablemente amigables. Como ya est\u00e1bamos en el libro, Nabokov nos recompens\u00f3 de una manera extra\u00f1a y deliciosa: vino a la sesi\u00f3n de la tarde con una edici\u00f3n italiana y otra francesa de la novela \u00abPale Fire\u00bb y se divirti\u00f3 a s\u00ed mismo y a nosotros con los errores de traducci\u00f3n m\u00e1s graves. descubri\u00f3 que ten\u00eda. Al parecer, esta demostraci\u00f3n, que pretend\u00eda ser una recompensa para nosotros, fue muy divertida para \u00e9l y no se cansaba de ella. \u00c9l alternativamente re\u00eda y re\u00eda a carcajadas, V\u00e9ra sonri\u00f3. Un espect\u00e1culo inolvidable.<\/p>\n

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La \u00faltima noche, Nabokov nos invit\u00f3 a cenar en el s\u00f3tano abovedado del hotel. Antes hab\u00eda pedido a Ledig que lo acompa\u00f1ara a la suite donde viv\u00edan \u00e9l y V\u00e9ra. Si mal no recuerdo, fue en ese momento cuando le regal\u00f3 a Ledig un poema que alguna vez hab\u00eda escrito a mano en letras peque\u00f1as en una cartulina ahora amarillenta, en ruso por un lado y en ruso por el otro ingl\u00e9s. Estaba simplemente enmarcado para que se pudieran ver ambos lados.<\/p>\n

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Los d\u00edas en Montreux tuvieron consecuencias. Unos a\u00f1os m\u00e1s tarde, cuando Ledig se hab\u00eda retirado del negocio editorial activo en Rowohlt y ahora viv\u00eda en el castillo Lavigny, que Lady Jane hab\u00eda comprado como casa de retiro, sobre el lago Lem\u00e1n y no lejos de Montreux, un d\u00eda Vladimir y V\u00e9ra Nabokov Vino para una visita por la tarde. Fue su primera visita a Lavigny. Y por casualidad pas\u00e9 una semana en Lavigny revisando una traducci\u00f3n con Ledig. Ledig estaba tan emocionado como un estudiante ante un examen importante. La visita fue para el. Thomas Wolfe<\/a> y Hemingway, Camus y Henry Miller repetidamente, todav\u00eda era un evento extraordinario que esperaba con ansias y al mismo tiempo tem\u00eda.<\/p>\n

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Era una agradable tarde de verano. Me retir\u00e9 a mi habitaci\u00f3n pero pude ver la fiesta del t\u00e9 que se desarrollaba en el jard\u00edn. Al parecer todo sali\u00f3 bien. Cuando los invitados se marcharon, despu\u00e9s de dos horas de animada conversaci\u00f3n, Ledig irrumpi\u00f3 en mi habitaci\u00f3n, completamente lleno y efervescente, y habl\u00f3. El estudiante hab\u00eda aprobado el examen. Segu\u00eda tan emocionado que sin darse cuenta hablaba y hablaba, a veces en ingl\u00e9s, a veces en alem\u00e1n.<\/p>\n

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Y hubo otra consecuencia. Cuando Vladimir Nabokov muri\u00f3 en Montreux, se supon\u00eda que Ledig pronunciar\u00eda su paneg\u00edrico, seg\u00fan su testamento. Ledig, que ocultaba una profunda timidez tras sus volteretas, se mostr\u00f3 realmente sorprendido y conmovido. Los dos se hab\u00edan hecho amigos.<\/p>\n

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La voz alemana de Raymond Carver<\/span> <\/svg><\/h2>\n
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rbl. Helmut Frielinghaus (1931-2012) fue durante muchos a\u00f1os jefe del departamento de traducci\u00f3n de Rowohlt-Verlag. All\u00ed se ocup\u00f3, entre otras cosas: las traducciones alemanas de las obras de Vladimir Nabokov. En este contexto tambi\u00e9n se sit\u00faa la visita a Nabokov en Montreux a mediados de los a\u00f1os sesenta, que Frielinghaus describe en este texto. Grab\u00f3 estos recuerdos in\u00e9ditos en 2009. Adem\u00e1s de su trabajo como editor y posteriormente director editorial en Claassen y Luchterhand, Frielinghaus ha traducido las obras de numerosos autores del espa\u00f1ol y el ingl\u00e9s, incluidos los cuatro vol\u00famenes de los cuentos de Raymond Carver y el volumen de poes\u00eda \u00abUn nuevo camino hacia la cascada\u00bb. \u00ab. Los lectores veteranos del NZZ recordar\u00e1n a Helmut Frielinghaus por el diario que escribi\u00f3 para la secci\u00f3n de art\u00edculos del NZZ durante diez d\u00edas desde Nueva York, inmediatamente despu\u00e9s de los atentados del 11 de septiembre de 2001.<\/p>\n

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