JOHANN ROUSSELOT\/FIRMAS<\/span> <\/figcaption><\/figure>\nLas manos del guardia de seguridad suben por nuestra pierna, la palpaci\u00f3n es firme y rigurosa. \u201c\u00bfQu\u00e9 es eso en tu bolsillo?\u201d Un l\u00e1piz ? No lo necesitas, regresa y d\u00e9jalo en el vestuario. \u00bb<\/em> Obedecemos por miedo a que nos noten. Mientras avanzamos en la direcci\u00f3n opuesta en la cola, otro guardia de seguridad arenga a la multitud: \u201cNotamos que alguien intenta entrar con su tel\u00e9fono… Les recuerdo que cualquier cosa, celular, c\u00e1mara, llaves u objeto met\u00e1lico, debe permanecer en el vestuario. Vuelvo a la ropa: abrigos, bufandas, gorras, \u00a1no me quedan! Los medicamentos son s\u00ed, Labello es no. \u00bb<\/em><\/p>\nTres mujeres intercambian miradas de complicidad mientras se r\u00eden: \u201c\u00a1Nunca nadie nos hab\u00eda hecho eso! \u00bb<\/em> Natalina Silva, C\u00e9lia De Oliveira y Maria Jaffrezic conocen la canci\u00f3n: con m\u00e1s de cincuenta rodajes a sus espaldas, las tres amigas de Val-de-Marne est\u00e1n acostumbradas a escuchar estas instrucciones. Son siempre los mismos dirigidos a las personas an\u00f3nimas que pueblan el fondo de los programas televisivos grabados en p\u00fablico. Juegos, talk shows, concursos de talentos, conciertos ben\u00e9ficos… Cada d\u00eda, la televisi\u00f3n necesita cientos de voluntarios como ellos para dar un poco de calidez a estos programas, para hacer escuchar aplausos, risas, \u00ab\u00a1Oooh!\u00bb \u00bb, \u201c\u00a1Aaah!\u201d \u00ab. Hay una aut\u00e9ntica industria detr\u00e1s de la industria, con sus clientes habituales, sus promotores y sus numerosas agencias de eventos que organizan y acogen al p\u00fablico.<\/p>\nEsta tarde de octubre, en uno de los numerosos decorados instalados en enormes hangares en las fronteras de Par\u00eds, se emite \u00abEl viernes todo est\u00e1 permitido\u00bb, un espect\u00e1culo en el que Arthur impone pruebas c\u00f3micas a media docena de semiestrellas, en las que a veces participan espectadores. \u201cVTEP\u201d, como la llaman los entendidos, se emite escasamente durante todo el a\u00f1o en TF1, pero se graba de forma condensada, con una quincena de episodios en diez d\u00edas. Cuando finalmente pones un pie en el plat\u00f3, despu\u00e9s de atravesar pasillos mal iluminados y evitar tropezarte con los cables que serpentean por el suelo, de repente surge la emoci\u00f3n. Luces de ne\u00f3n azules, rosas, amarillas, focos que arrojan una luz deslumbrante, t\u00e9cnicos que van y vienen, haciendo slalom entre el conductor del teatro que lleva al p\u00fablico a aplaudir y los acomodadores que organizan las gradas, m\u00e1s o menos amablemente… \u201cP\u00e1rate un poco a tu derecha. \u00a1La derecha, dije! \u00bb<\/em> Una mujer sale del backstage con unos auriculares en la cabeza. Ella est\u00e1 un poco sin aliento y, con voz un poco molesta, grita al p\u00fablico: \u201cSeguimos buscando a una persona mayor sin tatuajes que no sabe bailar. Todav\u00eda no ? \u00bb<\/em> Detr\u00e1s de m\u00ed, un caballero burl\u00f3n se\u00f1ala a su esposa, quien inmediatamente se encoge de miedo. \u201c\u00a1Oh no, no pierdas el tiempo, Didier! \u00bb<\/em><\/p>\nTe queda el 85% de este art\u00edculo por leer. El resto est\u00e1 reservado para suscriptores.<\/strong><\/p>\n<\/p><\/div>\n
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