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Los talibanes se re\u00fanen para almorzar en una casa de barro en la provincia de Wardak.<\/h2>\n <\/p>\n<\/figcaption><\/figure>\n
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Los ni\u00f1os de la provincia de Kandahar saltan a un canal de riego para refrescarse.<\/h2>\n <\/p>\n<\/figcaption><\/figure>\n
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Impresiones contradictorias<\/span><\/h2>\n <\/p>\n
En su viaje, Abd tambi\u00e9n conoci\u00f3 en Kabul al fot\u00f3grafo afgano Lutfullah Habibzadeh, quien hab\u00eda trabajado anteriormente con un Kamra-e furi. El hombre de 72 a\u00f1os se alegr\u00f3 de ver una vieja c\u00e1mara de caja. Aunque su propio dispositivo, decorado con mucho cari\u00f1o, ya no funciona, lo conserva. Sin embargo, Habibzadeh no qued\u00f3 impresionado por la velocidad del trabajo del argentino. \u201cLos clientes se quedar\u00e1n dormidos cuando vengan a tomarles una foto\u201d, dijo el anciano riendo.<\/p>\n
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V.l. a la derecha: Amira Heydari, 24 a\u00f1os, gerente de Rayan Saffron Company. Freshta, 16 a\u00f1os, empleada en una f\u00e1brica de alfombras. Mujib-ur-Rahman Faqer, 26 a\u00f1os, talib\u00e1n. Mustafa Jan, 15 a\u00f1os, vendedor ambulante. Marghuba Timura, 22 a\u00f1os, dise\u00f1adora web de Rayan Saffron Company. Mahdi, 8 a\u00f1os, estudiante.<\/h2>\n <\/p>\n<\/div>\n
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El Afganist\u00e1n que vivi\u00f3 Abd en su viaje estuvo lleno de contradicciones. Un combatiente talib\u00e1n de 28 a\u00f1os de la provincia sure\u00f1a de Kandahar le dijo: \u00abLa vida es m\u00e1s feliz hoy\u00bb. Sol\u00eda \u200b\u200bhaber mucha brutalidad y violencia. \u00abMuri\u00f3 gente inocente. Las aldeas fueron bombardeadas. No lo pod\u00edamos soportar\u00bb.<\/p>\n
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Sin embargo, una joven de Kabul le dijo a Abd: \u201cMi vida es la de un prisionero. Como un p\u00e1jaro en una jaula.\u00bb Debido al cierre de las escuelas para ni\u00f1as y al destierro de las mujeres de las universidades, la joven de 20 a\u00f1os no pudo continuar sus estudios de inform\u00e1tica. Hoy trabaja con su hermana en una f\u00e1brica de alfombras.<\/p>\n
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V.l. a la derecha: Fazlul Haq Mohammadi, 22 a\u00f1os, estudiante. Zamarod, 20 a\u00f1os, empleado en una f\u00e1brica de alfombras. Muhammad Yassin Niazi, 27 a\u00f1os, polic\u00eda de tr\u00e1nsito. Zulikha, de 32 a\u00f1os, con sus hijas Fatemeh, de 12, y Manijeh, de 15, todas empleadas de una f\u00e1brica de alfombras. Un chico desconocido. Abdul Jalil, 30 a\u00f1os, polic\u00eda.<\/h2>\n <\/p>\n<\/div>\n
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Es una suerte que todav\u00eda puedan trabajar. Porque los talibanes lo han prohibido a la mayor\u00eda de las mujeres. La econom\u00eda est\u00e1 hoy en ruinas y la pobreza es grande. Muchas familias sufren hambre y no se vislumbra ninguna mejora. Incluso dos a\u00f1os despu\u00e9s de que los talibanes llegaron al poder, su r\u00e9gimen est\u00e1 aislado, la ayuda humanitaria procedente del exterior ha disminuido dr\u00e1sticamente y los bancos est\u00e1n aislados del mercado financiero internacional. Muchos afganos viven al d\u00eda.<\/p>\n
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