{"id":948312,"date":"2024-01-02T09:51:09","date_gmt":"2024-01-02T09:51:09","guid":{"rendered":"https:\/\/magazineoffice.com\/como-congelado-en-el-tiempo-con-una-vieja-camara-a-traves-del-afganistan-taliban\/"},"modified":"2024-01-02T09:51:11","modified_gmt":"2024-01-02T09:51:11","slug":"como-congelado-en-el-tiempo-con-una-vieja-camara-a-traves-del-afganistan-taliban","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/magazineoffice.com\/como-congelado-en-el-tiempo-con-una-vieja-camara-a-traves-del-afganistan-taliban\/","title":{"rendered":"Como congelado en el tiempo: con una vieja c\u00e1mara a trav\u00e9s del Afganist\u00e1n talib\u00e1n"},"content":{"rendered":"


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El fot\u00f3grafo argentino Rodrigo Abd estuvo en Kabul por primera vez tras la ca\u00edda de los talibanes en 2001. Tras el regreso de los islamistas, veinte a\u00f1os despu\u00e9s, captur\u00f3 la vida con una c\u00e1mara tradicional en blanco y negro.<\/p>\n<\/p><\/div>\n<\/div>\n

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Desde fuera parece una caja negra sobre un tr\u00edpode. En el interior hay una c\u00e1mara antigua y un peque\u00f1o cuarto oscuro donde se pueden revelar las im\u00e1genes inmediatamente. Kamra-e furi es el nombre del antiguo dispositivo en dari: c\u00e1mara instant\u00e1nea. Hace apenas dos d\u00e9cadas, la caja con el tr\u00edpode se usaba ampliamente en las calles de Afganist\u00e1n para tomar fotograf\u00edas de pasaporte y otros retratos. Con la llegada de las c\u00e1maras digitales, este tipo de c\u00e1maras pr\u00e1cticamente ha desaparecido.<\/p>\n

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Despu\u00e9s de que los talibanes regresaron al poder en agosto de 2021, el fot\u00f3grafo argentino Rodrigo Abd tuvo la idea de documentar la vida bajo los nuevos gobernantes con una c\u00e1mara de este tipo. El dispositivo caus\u00f3 inmediatamente revuelo y curiosidad en las calles. Dondequiera que colocaba la caja con el tr\u00edpode, un grupo se reun\u00eda a su alrededor. Incluso los talibanes con el ce\u00f1o fruncido se tranquilizaron y aceptaron ser fotografiados con una sonrisa reservada.<\/p>\n

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\"El <\/div>
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El comandante talib\u00e1n Mazlumyar, de 32 a\u00f1os, posa para un retrato con guardias de seguridad de la autoridad de migraci\u00f3n.<\/h2>\n

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\"La <\/div>
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La familia Moradi en un barco en el lago Band-i-Mir.<\/h2>\n

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Cuando los talibanes llegaron al poder por primera vez en 1996, prohibieron tomar fotograf\u00edas de personas y animales por considerarlo una violaci\u00f3n del Islam. Muchas de las antiguas c\u00e1maras fotogr\u00e1ficas quedaron destruidas. Hoy en d\u00eda, los talibanes contin\u00faan tomando medidas en\u00e9rgicas contra las representaciones de personas y obligando a los comerciantes a cubrir los rostros de sus maniqu\u00edes. Pero han perdido la batalla contra la fotograf\u00eda ya que todo el mundo tiene una c\u00e1mara de m\u00f3vil.<\/p>\n

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Tratando de curar una herida abierta<\/span><\/h2>\n

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Las fotograf\u00edas en blanco y negro, a menudo algo borrosas, de Rodrigo Abds Kamra-e furi parecen nost\u00e1lgicas, como de otra \u00e9poca: las ni\u00f1as en la f\u00e1brica de ladrillos de Kabul, los agricultores tomando un descanso en el campo cerca de Herat, la mujer con burka , que lleva un mont\u00f3n de pan sobre su cabeza a su casa en Bamian. Afganist\u00e1n en las fotograf\u00edas del fot\u00f3grafo argentino aparece congelado en el tiempo. Y, sin embargo, muestran el presente, duro y sin disimulo.<\/p>\n

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\"Una <\/div>
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Una mujer con burka lleva pan sobre su cabeza para su familia y vecinos de camino a casa.<\/h2>\n

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\"Los <\/div>
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Los aldeanos toman un descanso en un campo de trigo en las afueras de Herat.<\/h2>\n

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Abd lleg\u00f3 por primera vez a Afganist\u00e1n en 2001, despu\u00e9s de que Estados Unidos derrocara a los talibanes. En ese momento aprendi\u00f3 a usar un kamra-e furi. Viajar de nuevo por el pa\u00eds con esta c\u00e1mara anticuada tras el regreso de los talibanes fue un intento de \u00abcerrar el c\u00edrculo o curar una herida abierta\u00bb, dijo Abd a la agencia de noticias Associated Press, que fue tomada de sus fotograf\u00edas. Cre\u00f3 una impresionante serie de im\u00e1genes.<\/a><\/p>\n

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La c\u00e1mara crea una conexi\u00f3n especial entre el fot\u00f3grafo y la persona que est\u00e1 frente a la lente, dijo Abd. Para tomar la foto, la persona tiene que estar muy quieta. Dado que la lente de la Kamra-e furi normalmente no tiene obturador, el fot\u00f3grafo quita la tapa por un momento para exponer el negativo. Esto se revela inmediatamente con los productos qu\u00edmicos de la caja y se realiza una impresi\u00f3n. Luego, esta impresi\u00f3n negativa se limpia en un balde con agua y se coloca frente a la lente para realizar una impresi\u00f3n positiva.<\/p>\n

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\"Los <\/div>
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Los talibanes se re\u00fanen para almorzar en una casa de barro en la provincia de Wardak.<\/h2>\n

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\"Los <\/div>
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Los ni\u00f1os de la provincia de Kandahar saltan a un canal de riego para refrescarse.<\/h2>\n

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Impresiones contradictorias<\/span><\/h2>\n

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En su viaje, Abd tambi\u00e9n conoci\u00f3 en Kabul al fot\u00f3grafo afgano Lutfullah Habibzadeh, quien hab\u00eda trabajado anteriormente con un Kamra-e furi. El hombre de 72 a\u00f1os se alegr\u00f3 de ver una vieja c\u00e1mara de caja. Aunque su propio dispositivo, decorado con mucho cari\u00f1o, ya no funciona, lo conserva. Sin embargo, Habibzadeh no qued\u00f3 impresionado por la velocidad del trabajo del argentino. \u201cLos clientes se quedar\u00e1n dormidos cuando vengan a tomarles una foto\u201d, dijo el anciano riendo.<\/p>\n

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V.l. a la derecha: Amira Heydari, 24 a\u00f1os, gerente de Rayan Saffron Company. Freshta, 16 a\u00f1os, empleada en una f\u00e1brica de alfombras. Mujib-ur-Rahman Faqer, 26 a\u00f1os, talib\u00e1n. Mustafa Jan, 15 a\u00f1os, vendedor ambulante. Marghuba Timura, 22 a\u00f1os, dise\u00f1adora web de Rayan Saffron Company. Mahdi, 8 a\u00f1os, estudiante.<\/h2>\n

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El Afganist\u00e1n que vivi\u00f3 Abd en su viaje estuvo lleno de contradicciones. Un combatiente talib\u00e1n de 28 a\u00f1os de la provincia sure\u00f1a de Kandahar le dijo: \u00abLa vida es m\u00e1s feliz hoy\u00bb. Sol\u00eda \u200b\u200bhaber mucha brutalidad y violencia. \u00abMuri\u00f3 gente inocente. Las aldeas fueron bombardeadas. No lo pod\u00edamos soportar\u00bb.<\/p>\n

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Sin embargo, una joven de Kabul le dijo a Abd: \u201cMi vida es la de un prisionero. Como un p\u00e1jaro en una jaula.\u00bb Debido al cierre de las escuelas para ni\u00f1as y al destierro de las mujeres de las universidades, la joven de 20 a\u00f1os no pudo continuar sus estudios de inform\u00e1tica. Hoy trabaja con su hermana en una f\u00e1brica de alfombras.<\/p>\n

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V.l. a la derecha: Fazlul Haq Mohammadi, 22 a\u00f1os, estudiante. Zamarod, 20 a\u00f1os, empleado en una f\u00e1brica de alfombras. Muhammad Yassin Niazi, 27 a\u00f1os, polic\u00eda de tr\u00e1nsito. Zulikha, de 32 a\u00f1os, con sus hijas Fatemeh, de 12, y Manijeh, de 15, todas empleadas de una f\u00e1brica de alfombras. Un chico desconocido. Abdul Jalil, 30 a\u00f1os, polic\u00eda.<\/h2>\n

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Es una suerte que todav\u00eda puedan trabajar. Porque los talibanes lo han prohibido a la mayor\u00eda de las mujeres. La econom\u00eda est\u00e1 hoy en ruinas y la pobreza es grande. Muchas familias sufren hambre y no se vislumbra ninguna mejora. Incluso dos a\u00f1os despu\u00e9s de que los talibanes llegaron al poder, su r\u00e9gimen est\u00e1 aislado, la ayuda humanitaria procedente del exterior ha disminuido dr\u00e1sticamente y los bancos est\u00e1n aislados del mercado financiero internacional. Muchos afganos viven al d\u00eda.<\/p>\n

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El sue\u00f1o de un futuro mejor<\/span><\/h2>\n

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\u00abTodo el mundo quiere que sus hijos estudien, se conviertan en profesores, m\u00e9dicos, ingenieros y sirvan al futuro del pa\u00eds\u00bb, dijo Wahidullah cuando Abd lo encontr\u00f3 en una f\u00e1brica de ladrillos en Kabul. A los cuatro a\u00f1os, su hija ya trabajaba a su lado haciendo ladrillos de arcilla. El hombre de 35 a\u00f1os dijo: Cuando era joven so\u00f1aba con un buen trabajo en la oficina y viajar a Europa. \u201cHoy estoy haciendo ladrillos\u201d, dijo con resignaci\u00f3n y sin amargura.<\/p>\n

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\"Ni\u00f1os <\/div>
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Ni\u00f1os trabajando con sus padres en una f\u00e1brica de ladrillos en las afueras de Kabul.<\/h2>\n

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\"Hakimeh, <\/div>
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Hakimeh, de 55 a\u00f1os, sol\u00eda trabajar en casas de ricos. Ella y su hija llevan un a\u00f1o trabajando en una f\u00e1brica de alfombras en Kabul.<\/h2>\n

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Hakimeh, de 55 a\u00f1os, que teje alfombras con su hija adolescente Freshta en una f\u00e1brica de Kabul, todav\u00eda tiene la esperanza de que su hija pueda estudiar medicina alg\u00fan d\u00eda. Por el momento, sin embargo, domina la lucha diaria por la supervivencia. \u201cAfganist\u00e1n est\u00e1 retrocediendo\u201d, le dijo a Abd mientras se pon\u00eda una burka que cubr\u00eda todo su cuerpo para el retrato. \u00abLa gente va de puerta en puerta por un trozo de pan y nuestros hijos mueren\u00bb.<\/p>\n

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Nabi Attai tambi\u00e9n tiene que ver c\u00f3mo puede llegar a fin de mes. El veterano actor ha aparecido en decenas de series de televisi\u00f3n y largometrajes, incluida la premiada pel\u00edcula \u201cOsama\u201d. Sin embargo, tras 42 a\u00f1os delante de la c\u00e1mara, se encuentra en paro, al igual que sus dos hijos, que tambi\u00e9n trabajaron en el negocio de la m\u00fasica y el cine. Para poder mantenerse a s\u00ed mismo y a su familia, Attai vendi\u00f3 todos sus muebles, incluso su querido televisor. Hoy se sienta en su apartamento vac\u00edo en Kabul, con las mejillas hundidas y los ojos tristes.<\/p>\n

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V.l. a la derecha: Nabi Attai, 74 a\u00f1os, actor. Zermine, 32 a\u00f1os, empleada en una f\u00e1brica de alfombras. Razia, 8 a\u00f1os, estudiante. Kathira, 7 a\u00f1os. Bismellah Hassani, 82 a\u00f1os. Shahram, 18 a\u00f1os, trabajador de campo.<\/h2>\n

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