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mantenlo en movimiento<\/h2>\n \n
Bienvenidos a la secci\u00f3n de deportes de Cut. Como tu bar deportivo favorito, pero sin explicaciones.\n <\/p>\n<\/p><\/div>\n<\/aside><\/div>\n
\n Foto-Ilustraci\u00f3n: El corte; Fotos: Getty<\/span>\n <\/p>\n<\/p><\/div>\n<\/p><\/div>\n\u201cVamos chicas\u201d, murmuro para mis adentros debajo de una bufanda mojada con mi saliva. La temperatura est\u00e1 por encima del punto de congelaci\u00f3n en Brooklyn, y estoy andando en bicicleta una milla entre una fiesta de estreno de un podcast en Deep Bushwick (la parada Wilson del tren L) y una cena de sopa vegana en casa de un amigo en Bushwick Times Square (la parada Jefferson detener). Queda claro, tal como sucedi\u00f3 durante el viaje de 6,5 millas desde mi casa en Flatbush, que me he vestido demasiado para la actividad. Llevo pantalones de esqu\u00ed que el carism\u00e1tico due\u00f1o de un sal\u00f3n de u\u00f1as me convenci\u00f3 para que comprara en Dick’s Sporting Goods y una parka que compr\u00e9 en p\u00e1nico durante el verano cuando comenz\u00f3 a granizarse en el Parque Nacional de Yellowstone. Cuando llego a mi segundo lugar, todo mi cuerpo est\u00e1, al igual que el plato principal, humeante.<\/p>\n
Pero este invierno, mi misi\u00f3n es recorrerlo en bicicleta. Y por \u00abeso\u00bb me refiero a la fr\u00eda e ineludible sensaci\u00f3n de bla que se apodera de la ciudad y de mi mente durante esta \u00e9poca del a\u00f1o. Hist\u00f3ricamente, mis ganas de andar en bicicleta han ca\u00eddo en picado junto con la temperatura. Soy un cobarde en climas fr\u00edos, y los datos recopilados por la ciudad muestran que no estoy solo: miles de neoyorquinos menos andan en bicicleta en los meses de invierno que entre finales de la primavera y principios del oto\u00f1o. No soy un experto, pero imagino que es por la sencilla raz\u00f3n de que estar expuesto a los elementos en esta \u00e9poca del a\u00f1o no es agradable. Este a\u00f1o, sin embargo, mi deseo de ahorrar dinero, mi deseo de mantener mis h\u00e1bitos de ejercicio en climas c\u00e1lidos y mi profundo amor por el ciclismo me mantienen en la silla.<\/p>\n
Porque a pesar de sus peligros obvios, andar en bicicleta en la ciudad de Nueva York me hace sentir vivo. Todo es acci\u00f3n: no se puede mirar desesperadamente al abismo de un t\u00fanel del metro mientras el cron\u00f3metro de la estaci\u00f3n indica \u00ab1 de enero de 1994\u00bb. No hay transbordo en el centro de Manhattan para ir entre dos ubicaciones en Brooklyn o \u00abser retenido moment\u00e1neamente por el despachador del tren\u00bb. Y m\u00e1s all\u00e1 de lo pr\u00e1ctico, me permite mantener cierta autonom\u00eda en una ciudad con una fuerte fuerza centr\u00edpeta. Sincronizarme con el pulso del viaje de Brooklyn, golpear el cap\u00f3 del auto de un conductor que env\u00eda mensajes de texto y cruzar cualquier puente del East River con el horizonte extendido frente a m\u00ed proporciona el tipo de efecto que imagino que otros habitantes de la ciudad logran tocando el stock. -Intercambiar timbre o pedir algo fuera del men\u00fa en un restaurante con poca iluminaci\u00f3n y escena o, apuesto, conseguir el mejor rinc\u00f3n para follar en una fiesta sexual clandestina. Quiero conservar algo de ese esp\u00edritu durante una temporada en la que principalmente me veo recalentando la misma taza de t\u00e9 de hierbas cuatro veces antes del mediod\u00eda.<\/p>\n
En invierno, me siento especialmente como uno de los juguetes Polly Pocket m\u00e1s desventurados de Dios, rotando entre los distintos cub\u00edculos de mi vida: el trabajo, el gimnasio, la tienda de comestibles, el hogar, y repetir\u00e9 ma\u00f1ana. Con temperaturas m\u00e1ximas que rondan los 30 grados y lodo gris congelado que cubre las aceras de la ciudad, pasar tiempo al aire libre no ofrece mucha gratificaci\u00f3n. Pero encuentro que a veces la mejor manera de conquistar esa monoton\u00eda es negar su poder, apagar la temporada 175 de Cazadores de casas internacionales<\/em>, sal de tu apartamento sobrecalentado y acepta la incomodidad del fr\u00edo. Andar en bicicleta introduce algo de calor literal y mental en mis d\u00edas.<\/p>\nEs cierto que gran parte de la estimulante energ\u00eda de la ciudad se congela en invierno. Los vecinos merodeadores, que cuando hace buen tiempo ponen bandas sonoras y alg\u00fan que otro movimiento de cabeza alentador, se han retirado a sus casas. Hay menos compa\u00f1eros ciclistas en las calles con quienes formar v\u00ednculos y rivalidades parasociales. Pero las multitudes m\u00e1s escasas dejan m\u00e1s espacio para notar los esplendores inanimados y los patrones peculiares de Nueva York, como c\u00f3mo el asfalto da paso al concreto debajo de las paradas de autob\u00fas, permiti\u00e9ndoles soportar el peso de los veh\u00edculos. Los pl\u00e1tanos de Londres, con su corteza en mosaico y r\u00e1fagas de ramas vac\u00edas, decoran la mayor\u00eda de las manzanas de la ciudad. Al cruzar Boerum Hill o Brooklyn Heights, el humo de las chimeneas (\u00a1qu\u00e9 lujo!) se mezcla con las calles desiertas. Los autobuses escolares, con nombres encantadores como Grandpa’s Bus Co y Little Richie Bus Service, se congregan en largos tramos de carreteras que bordean cementerios y patios de trenes entre turnos. En la cima del Puente de Manhattan, admiro los grupos de turistas en la cubierta superior de Circle Line Cruises, trastornados y decididos a pasar alg\u00fan tiempo con la ciudad, como yo. Nueva York es m\u00e1s tuya que nunca en invierno. Andar en bicicleta se vuelve como visitar a alguien fuera de horario; realmente puedes ponerte al d\u00eda.<\/p>\n
Adem\u00e1s, es importante no subestimar el golpe afirmativo del ego que recibes cuando andas en bicicleta con mal tiempo. La gente est\u00e1 impresionada. Mientras me subo a mi bicicleta y me alejo despu\u00e9s de cualquier tipo de funci\u00f3n social, me gusta imaginarme a mis amigos mir\u00e1ndolos con asombro desde la ventana de su apartamento o desde el asiento trasero de un Uber. Me levanto sobre los pedales, cambio mi peso hacia el cuadro y doblo una esquina, luciendo h\u00e1bil, imponente y, me atrevo a decir, sorprendentemente dan\u00e9s. \u00a1Qu\u00e9 dominio de s\u00ed mismo admirable y f\u00e9rreo! <\/em>Mis amigos deben pensar. El empleado de la bodega en su pausa para fumar afuera tambi\u00e9n lo piensa. Al igual que las chicas que esperan en la acera en el fr\u00edo su viaje compartido para llevarlas a un bar decepcionante. Si re\u00fanes un coro lo suficientemente grande de extra\u00f1os imaginarios y alentadores, la ilusi\u00f3n del s\u00edndrome del personaje principal puede mantenerte c\u00e1lido durante todo el camino a casa.<\/p>\nLa confianza que obtengo de mi cuerpo al impulsarme por las calles a veces queda enterrada bajo mis miles de capas. A menudo me pregunto si mi entrepierna est\u00e1 h\u00fameda por el sudor o la orina. (Siempre es sudor, pero la duda es mi condici\u00f3n m\u00e1s duradera.) \u00a1Y a\u00fan as\u00ed! Como una ba\u00f1era nueva para usted, s\u00f3lo se necesitan algunos esfuerzos de prueba y error para determinar la temperatura adecuada y hacer que el esfuerzo valga la pena. Las orejas, las manos y los dedos de los pies son las extremidades fundamentales para mantenerse calientes. \u00a1Tira todo lo dem\u00e1s al viento! \u00a1Literalmente! \u00a1Chao! <\/em>Mi n\u00facleo, la parte corporal de mi cuerpo, siempre se descongelar\u00e1 lo suficiente mediante el movimiento repetitivo del ciclismo. Mi nariz, pase lo que pase, siempre ser\u00e1 un r\u00edo glacial de mocos. Pero he llegado a aceptar la disonancia entre facciones rivales de mi cuerpo. Axilas sudorosas y secreci\u00f3n nasal fr\u00eda: \u00a1las mujeres realmente pueden tenerlo todo!<\/p>\nCuando ando en bicicleta en el fr\u00edo, es una prueba desafiante de que no soy una v\u00edctima de mis circunstancias. En el mejor de los casos, esas circunstancias no son m\u00e1s que quemaduras de viento y estancamiento invernal. En el peor de los casos, son pena, depresi\u00f3n o soledad en una ciudad siempre ocupada. Saber que puedo soportar esas cosas para conectar mi cuerpo y mi esp\u00edritu con el espacio en el que vivo me calienta m\u00e1s de cien ramens de miso entregados directamente a mi puerta, \u00a1por motociclistas, eso s\u00ed!<\/p>\n
Lo que ha sido especialmente gratificante y casi vergonzosamente revelador acerca de andar en bicicleta en invierno es que, si bien las cosas son ciertamente m\u00e1s somnolientas, Nueva York nunca se queda realmente dormida. Repartidores trabajadores, trabajadores municipales, vecinos raros que han sacado raquetas de nieve del almac\u00e9n, turistas ansiosos y los ancianos que aparentemente practican para el Tour de Prospect Park: todos todav\u00eda est\u00e1n fuera de casa. La sensaci\u00f3n de bla antes mencionada que le he atribuido a la temporada es solo eso. Una tarde invernal, mientras cruzaba el puente de Manhattan, el mostrador de bicicletas en la entrada inform\u00f3 a los ciclistas que eran una de las casi 2000 personas que pasaban pedaleando sobre dos ruedas ese d\u00eda. Estaba orgulloso de contarme entre ellos, una comunidad poco unida que encontr\u00e9 en una temporada que durante tanto tiempo he marcado como solitaria.<\/p>\n\n\n
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