Ante una ola de calor temprana y una gran sequía, España se cuestiona la gestión del agua


Abanico en mano, se asfixian en sus vestidos de lunares con amplios volantes. En la memoria andaluza nunca ha hecho tanto calor en Sevilla la Feria de Abril, la gran fiesta popular que colorea cada año las calles de esta ciudad del sur de España. Desde el martes, los termómetros superan los 35°C a la sombra y se prevé que el viernes 28 de abril se acerquen a los 40°C en el Valle del Guadalquivir, según previsiones de la Agencia Estatal de Meteorología. Esta ola de calor temprana, sin precedentes desde que existen registros meteorológicos, no perdona al resto del país donde, en todas partes, se podrían batir récords de temperatura para el mes de abril.

“Después de un mes de marzo anormalmente caluroso y seco, esperamos temperaturas 15°C por encima de lo normal para el mes de abril.resume el presidente de la Asociación Española de Climatología (Aeclim), Alberto Martí Ezpeleta. Las curvas parecen indicar que el cambio climático se está acelerando y la Península Ibérica está especialmente expuesta a él por su posición geográfica. Los anticiclones subtropicales se mantienen cada vez más sobre la mitad sur y mediterránea, y los períodos de sequía son más frecuentes e intensos. »

Un grupo de personas en un carruaje tirado por caballos se protegen del sol con un paraguas en Sevilla el 26 de abril de 2023.
Un termómetro callejero marca 44 grados centígrados en Sevilla el 26 de abril de 2023.

España hace mucho calor, muy pronto, y eso preocupa a ciudadanos y políticos, científicos y agricultores. Mientras más de 40.000 hectáreas ya se han quemado desde principios de año, la Agencia Meteorológica ha lanzado una alerta por “riesgo extremo de incendio” en gran parte del territorio, donde se cumplen en gran medida las tres condiciones que hacen que los incendios estén casi fuera de control: una temperatura superior a los 30°C, vientos superiores a los 30 kilómetros por hora y una tasa de humedad inferior al 30% .

«Erosión masiva»

En realidad, después de dos años y medio de interminable sequía, el contenido de humedad del suelo no supera el 10% en más del 90% del territorio. “El aumento de las temperaturas seca la vegetación, el suelo pierde su fertilidad y las plantas muertas se convierten en material altamente combustible. Así que tenemos que prepararnos para más y más incendios”., dice Patricio García-Fayos, director del Centro de Investigación sobre Desertificación (CIDE) con sede en Valencia. Este biólogo, que lleva cuarenta años trabajando en la erosión del suelo, es pesimista. “La degradación de las tierras áridas y semiáridas, que forman gran parte del territorio español, tiene causas tanto climáticas como humanas. Cuando los dos se combinan, la erosión se acelera, como cuando se practica la agricultura en terrenos en pendiente, o cuando se suma la evapotranspiración a la sobreexplotación de las aguas subterráneas.el explica. A finales de siglo, más o menos pronto dependiendo de la evolución de las temperaturas, la violencia de los incendios y el manejo del suelo, gran parte se convertirán en zonas semidesérticas y desérticas…”

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