COMENTARIO – La economía rusa es resistente, al precio de una caída a largo plazo


Moscú disfruta de altas cifras de crecimiento y una baja tasa de desempleo. La economía de guerra parece estar en camino. Pero está funcionando demasiado bien.

Entre la elite rusa, la presidenta del Banco Nacional, Elvira Nabiullina, es responsable de malas noticias y análisis sobrios: elevó la tasa de interés clave al 16 por ciento.

Sputnik vía Reuters

“UE, ¡gracias por el crecimiento!” El ex presidente ruso Dmitri Medvedev expresa su malicia en el servicio de mensajes cortos X. Mientras la economía rusa crece con fuerza, Europa cae en recesión. Ahora es el momento adecuado para pensar en el próximo paquete de sanciones contra Rusia, afirma Medvedev.

La confianza en sí mismo no es una coincidencia: a pesar del enorme alcance de las sanciones occidentales contra Rusia, se espera que la economía rusa crezca un 3,5 por ciento este año. La tasa de desempleo es del 2,9 por ciento, un mínimo histórico. Y el valor externo del rublo se ha recuperado nuevamente.

Guerra y paz social

Si hay un país que actualmente aplica la palabra de moda “resiliencia” –al menos superficialmente– entonces probablemente sería Rusia. Por lo tanto, no sorprende que el gobernante del Kremlin, Vladimir Putin, se mostrara complaciente en su consulta televisiva y en la conferencia de prensa anual de mediados de diciembre.

Pero Rusia no es un ave fénix renacida de las cenizas; más bien, la situación económica sigue siendo un ave fénix entre las cenizas. La guerra en Ucrania moldea el ser y la conciencia rusos. Una mirada más cercana a la economía de guerra revela un cuadro de sobrecalentamiento.

El Kremlin ha aumentado significativamente el gasto público y el próximo año no parece diferente. En 2024, se espera que el gasto militar se duplique hasta alcanzar el 6 por ciento de la producción económica. Sería el valor más alto desde el colapso de la Unión Soviética. Sin embargo, esta cifra sólo muestra el gasto directo en la guerra. No se incluyen los pagos indirectos que son necesarios para mantener la paz social en el país.

Una economía sobrecalentada

La señal más clara de sobrecalentamiento es la elevada tasa de inflación del 7,5 por ciento en noviembre. Recientemente, el banco central elevó la tasa de interés clave al 16 por ciento en un intento de desacelerar la economía. La presidenta del Banco Central, Elvira Nabiullina, utilizó la siguiente imagen: “Imagínese la economía como un automóvil. Si intenta conducir más rápido de lo que permiten las especificaciones del vehículo, tarde o temprano el motor se sobrecalentará. Puede que vayamos rápido, pero sólo por poco tiempo”.

La inflación no es sólo el resultado de un rublo más débil. Más bien, en los últimos meses se ha producido un fuerte aumento sistémico de los precios, como en el sector de servicios. La guerra aumentó el gasto público y la oferta de mano de obra también disminuyó: muchos fueron reclutados y algunos abandonaron el país. Sin embargo, el mercado laboral ajustado conduce a salarios más altos y más inflación, un círculo vicioso.

De manera cínica, también se incrementan los “ingresos disponibles” con la ayuda del dinero de sangre. La familia de un soldado muerto en la guerra recibe un pago único de 5 millones de rublos, unos 46.000 francos. Sin embargo, como los salarios han aumentado en general, es probable que resulte más difícil reclutar nuevos voluntarios para la guerra en Ucrania. Esto podría aumentar aún más el gasto de los hogares en nuevos soldados.

Las crisis son la norma

Putin ganará las elecciones presidenciales de marzo sin mucha competencia, pero todavía tiene que prestar atención al estado de ánimo que reina en el país. Hasta ahora esto ha significado principalmente un aumento del gasto público. Pero Rusia no sólo ha demostrado su capacidad de resistencia gracias a sus paquetes financieros. También ayuda que Moscú haya estado operando en modo de crisis durante mucho tiempo: la normalidad es el estado de emergencia. Esta experiencia ayudó a sustituir con relativa rapidez las importaciones procedentes de Occidente y a establecer una infraestructura paralela de transporte y logística.

La economía rusa se ha convertido en una economía de guerra, con una creciente influencia del Kremlin. La resiliencia actual tiene el precio de un declive a más largo plazo. Por tanto, las cifras de crecimiento no son un signo de fortaleza. Pero la Rusia de Putin ya no se centra en la prosperidad económica: el futuro está subordinado a la victoria en Ucrania y al mantenimiento del poder.



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