De visita en Mongolia, el Papa elogia sus valores democráticos


Con el rostro concentrado, con guantes blancos, una mujer elegante camina detrás de cada soldado presente este sábado 2 de septiembre por la mañana en la plaza Sukhbaatar, en Ulán Bator. Se pone los trajes ceremoniales de lana azul y roja, los alisa, controla cada detalle de la columna que está firme frente al palacio presidencial de Mongolia. Todo debe ser perfecto para la ceremonia de bienvenida del primer Papa de la historia que pisó Mongolia.

A su llegada en coche a la gran plaza, donde le esperaban mil fieles, François, de 86 años, fue recibido como corresponde por una marcha militar. En manos de un soldado, un Sultán : el estandarte simbólico de los espíritus guardianes de los mongoles, hecho de crin de caballo montado en una lanza. Luego vienen los guerreros a caballo vestidos con trajes tradicionales, cascos y armaduras que brillan bajo el sol del verano de finales de Mongolia.

“La presencia del Papa sigue siendo un fuerte indicador »

Liberada del yugo soviético en 1990, Mongolia no ha dejado de intentar afirmar su identidad e independencia respecto de sus grandes vecinos, China y Rusia, exaltando el pasado y la figura de Genghis Khan. En lo alto de las escaleras que conducen a la entrada del palacio presidencial se encuentra una enorme estatua con la efigie del conquistador. El Papa y el presidente, Ukhnaagiin Khürelsükh, le rindieron un fuerte homenaje. De espaldas a la plaza, François miró largamente el monumento.

Para este país enorme, poco conocido y con la densidad humana más baja del mundo, esta visita histórica llamará la atención y fortalecerá su capital diplomática. «Los mongoles no podrán influir en las posiciones rusas o chinas, no serán mediadores, pero la presencia del Papa sigue siendo un fuerte marcador», analiza Antoine Maire, investigador asociado de la Fundación para la Investigación Estratégica. Además, el soberano pontífice no dejó de elogiar el régimen democrático de esta república y la tolerancia religiosa que allí reina.

Apoyándose en la imagen de la yurta, el jefe de la Iglesia católica consideró que esta característica vivienda nómada cuenta «la continuidad del pueblo mongol [qui] ha sabido preservar sus raíces abriéndose, especialmente en las últimas décadas, a los grandes desafíos globales del desarrollo y la democracia”. «En efecto, hoy Mongolia él continuó, con su amplia red de relaciones diplomáticas, su membresía activa en las Naciones Unidas, su compromiso con los derechos humanos y la paz, desempeña un papel importante en el corazón del gran continente asiático y en la escena internacional. »

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