«Nothing Compares» no es mucho más que su pieza estándar de hagiografía de estrella de rock de músico como mártir. La directora Kathryn Ferguson entreteje material de archivo de la actuación de O’Connor, entrevistas antiguas, una entrevista nueva, instantáneas de titulares que anunciaban el último grupo conservador que la estaba boicoteando y las voces incorpóreas de músicos como Kathleen Hanna y Chuck D que atestiguan su influencia. Puede que el todo no trascienda a las partes, pero eso se debe principalmente a que las partes mismas son tan incendiarias y electrizantes. La presencia pública de O’Connor en la década de 1990 fue tan genuinamente radical que ningún relato de sus protestas, piquetes y actuaciones icónicas puede capturar cuán poderosos son cuando se ven en sus formas crudas.
O’Connor comienza con el abuso que sufrió a manos de su madre fría e hipócrita. Con su sabiduría y valentía características, conecta el trauma que se sufre en el hogar con los traumas a gran escala que se infligen a las niñas en su país de origen, Irlanda. Cuando O’Connor tenía 14 años, fue enviada a un centro de cuidado infantil administrado por la Iglesia y sancionada por el estado. La lavandería de las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad era un puesto de avanzada en una vasta y maligna red de instituciones conocidas como las Lavanderías de la Magdalena, ahora tristemente célebres por sus crímenes masivos.
O’Connor sobrevivió al abuso a manos de su familia y su país para convertirse en una apasionada defensora de la injusticia dondequiera que surja, sin importar cuán feroz o amado sea el perpetrador. Era el tipo de figura pública que daba tanto de sí misma, incapaz de soportar que los demás tuvieran mucho menos, hasta el punto de que ella no tenía nada. Era un ícono punk, una intrépida defensora de los quebrantados y necesitados, y una artista brillante. Ella siempre será extrañada.
«Nothing Compares» se transmite actualmente en Paramount+ con una suscripción a Showtime.