Lo dice todo.
Foto: Héctor Vivas/FIFA vía Getty Images
Brasil está fuera de la Copa del Mundo mucho antes de lo esperado. Otra vez.
Después de una victoria completamente dominante por 4-1 sobre Corea del Sur en los octavos de final, se esperaba que Brasil, el favorito de los apostadores para ganar el torneo, prevaleciera contra el finalista de 2018, Croacia.
Pero pronto se hizo evidente que este partido sería diferente, con Croacia demostrando una vez más que puede competir con los pesos pesados del fútbol. La capaz defensa del equipo neutralizó en gran medida los ataques generalmente explosivos de Brasil, ralentizando el partido hasta convertirlo en un arduo trabajo, y el portero Dominik Livaković bloqueó las pocas buenas oportunidades que tuvo Brasil para marcar.
El tiempo reglamentario terminó empatado 0-0. A los diez minutos del primer período extra, la superestrella brasileña Neymar marcó un gol deslumbrante y parecía que se había restablecido el orden en la Copa del Mundo. Pero Croacia devolvió el golpe de manera impactante con unos cinco minutos para el final del segundo tiempo extra, forzando los tiros penales. Después de que Livaković salvó el primer intento de Brasil, Croacia tuvo el impulso, y sus lanzadores de penales no fallaron ningún tiro. Cuando el cuarto disparo de Brasil se estrelló en el poste, todo había terminado, y los jugadores y aficionados brasileños atónitos estaban desconsolados.
La agonía de la derrota prematura se ha convertido en un tema recurrente para Brasil. Desde que ganó la Copa por quinta vez en 2002, el equipo más famoso del mundo no ha pasado de los cuartos de final. La derrota del viernes no es tan humillante como la paliza de 7-1 de 2014 a manos de Alemania en territorio brasileño, pero es otro capítulo en una generación de decepción.