El Premio Goncourt 2023 premia a Jean-Baptiste Andrea por “Cuidarla”


Las recompensas del Premio Goncourt 2023 cuidala, de Jean-Baptiste Andrea (La iconoclasta, 592 páginas, 22,50 euros), ya distinguida con el premio de novela Fnac: un fresco metafísico en torno a la escultura, una meditación sobre la presencia y la ausencia. También estaban en carrera tigre tristeSnow Sinno (POL), Humusde Gaspard Kœnig (L’Observatoire), y Sarah, Susanne y el escritor, de Eric Reinhardt (Gallimard). La novela sigue Vive rapido, de Brigitte Giraud (Flammarion), cuya coronación en una atmósfera tensa, en 2022, había sido un catalizador de disensiones internas en el jurado de Goncourt.

Anunciado poco después, y en el mismo lugar, el restaurante parisino Drouant (2mi distrito), el premio Renaudot fue otorgado a Ann Scott por El insolente (Calmann-Lévy).

Le Goncourt corona la obra literaria de Jean-Baptiste Andrea, nacido en 1971, también director y guionista. Él es el autor, antes. Cuídala, de tres novelas publicadas por L’Iconoclaste, que obtuvieron numerosos premios. Epopeyas íntimas, que destacan por su increíble lirismo y héroes abandonados cuya infancia rota, narrada con un realismo a lo Jules Vallès o Jules Renard, se reinventa en el vagabundeo, en la creación artística o en la aventura extrema, única pertenencia verdadera.

Estos huérfanos –de padres, de amor o de escucha– sienten la necesidad de contar su vida por escrito para tejer, a partir de las huidas, los abandonos y los dramas que los han desgarrado, un tejido existencial. Lo convierten en una prenda con la que envolver su alma, un vasto sistema de ecos que convierte su vida en una novela, un relato poético en el que se forman y desenmarañan encuentros a lo largo de varias décadas.

Dentro Mi reina (2017), Shell huyó para vivir una vida de ausentismo escolar en las montañas; Cien millones de años y un día. (2019) relataron la exploración de Stan del corazón de un glaciar en los Dolomitas en busca de su sueño de infancia: un fósil de dragón, más grande que cualquier dinosaurio conocido; dentro demonios y santos (2021), Un hombre de 70 años recorría los pasillos de la estación, tocando el piano para nadie y para todos, recordando su infancia en el orfanato.

Un truco de magia

Dentro cuidala, encontramos este deambular, que es ante todo una alternancia formal: la confesión autobiográfica del escultor (ficticio) Mimo Vitalani y una narración en tercera persona en forma de biografía inesperada. No la de un ser, sino la de una obra: una pietà misteriosa, la obra maestra de Vitalani, cuyos poderes hipnóticos son sondeados… Ubicando su trama en Italia, un país cuyo Originario de su familia, Jean-Baptiste Andrea hace un truco de magia: la novela, al hablar sólo de escultura, evoca al mismo tiempo algo completamente diferente: lo que constituye el precio de una vida, incluidas sus sombras y su detrás. escenas.

Recogido desde muy joven de su tío en la piedra rosa de Pietra d’Alba, el futuro artista se enfrenta a las mil promesas que ofrece el mármol, una piedra que está por todas partes en este “país de altitud y fuentes”, sino también a los sueños chispeantes de Viola, su “gemelo cósmico”, hija de marqueses vecinos. De ella aprendió a hablar con los muertos y construyó máquinas voladoras. A lo largo del día 20mi siglo, se cruzarán, se perderán y se reencontrarán, Vitalani partirá hacia Florencia, luego a Roma, pero siempre regresará a Pietra d’Alba, donde comenzó todo.

Como los caminos de esta meseta piamontesa, «que cambian de lugar a medida que son pisoteados», El centro de gravedad de la novela sigue cambiando: comienza con el final: la piedad tallada por Vitalani, se nos dice desde el principio, hace desmayar a quienes la miran. Relegada a una abadía, suscita sueños inquietantes entre los monjes. Por lo tanto, el Vaticano lo oculta…

Las páginas que describen las esculturas juveniles de Vitalani, que sus espectadores juran “ver movimiento”, Se lee como una novela policíaca o una búsqueda del Grial: escudriñamos cada gesto, buscando una señal de advertencia. La gran belleza de la novela está dibujada, por así decirlo, en una plantilla, en el hueco de lo que no sucede, de lo que no se dice; esto es lo que le da su profundidad cristalina: para Vitaliani, esculpir se reduce a “eliminar capas de la historia”, hasta llegar a eso “que nos concierne a todos”.

El gesto irreductible de la creación

El arte del escultor se une aquí al del escritor. Esculpir un gorrión no significa hacerlo aparecer de la nada, sino liberar al pájaro que estaba allí. No para crear un ser vivo desde cero, sino para liberar espacio para que la piedra pueda desplegarse. Los investigadores y el Vaticano tendrán que escribir cientos de páginas para descifrar el enigma que constituye “la extraña presencia” A partir de esta pieta, no lograrán limitar en una hipótesis el gesto irreductible de la creación: la puesta en presencia de un ser casi vivo que no estaba allí y que de repente se nos sugiere misteriosamente: una visita.

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Esta enloquecedora piedad es también un símbolo de resistencia, ya que Vitalani la esculpió en el bloque de piedra inicialmente previsto para una obra encargada por el régimen de Mussolini, antes de que el escultor comprendiera su error y rompiera con el fascismo. La tiranía –política, social, sexista– también está en el centro del libro.

Al igual que la novela misma, la obra de Mimo Vitalani da sustancia al espacio y al tiempo, encarnando tanto el movimiento como su suspensión, la belleza y la muerte: la forma que toma la vida, que palpita cuando la vemos, capturada en carne viva. Premiarla con el Premio Goncourt, ¿no es la mejor manera de velar por ella?



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