El ritual británico de los funerales de Estado, una oportunidad para reforzar la legitimidad de la monarquía


El Palacio de Buckingham sintonizó la ceremonia al minuto. A las 6.30 horas del lunes 19 de septiembre en Londres, las puertas del Westminster Hall se cerraron definitivamente detrás de las últimas personas del público que habían acudido a presentar sus respetos al ataúd de Isabel II, que llevaba cuatro días expuesto, finalizando una cola épica se convirtió en la atracción de los medios de comunicación de todo el mundo. A las 10:35 horas, el ataúd fue trasladado desde el venerable edificio medieval a la Abadía de Westminster, donde se celebró una misa en presencia de cientos de dignatarios extranjeros. A las 11:55 horas finalizó el oficio con el toque de difuntos, seguido de dos minutos de silencio. Al mediodía, el gaitero oficial de la Reina, el mayor Paul Burns, entonó un lamento final.

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Londres estaba repleto de gente: se espera que un millón de personas vengan al centro de la capital británica. Una nueva procesión, con cientos de soldados, Carlos III, sus hijos y parte de la familia real a pie, se extendía hasta Wellington’s Arch, a la entrada de Hyde Park, desde donde se había cargado el féretro en un coche fúnebre para ser trasladado a Windsor. , oeste de Londres. Allí, finalmente, una última procesión será seguida por una misa más íntima en la capilla de San Jorge. El entierro de la Reina está previsto para las 19:30 horas, a la izquierda de la nave, cerca de las bóvedas de su marido, el Príncipe Felipe (fallecido en 2021), sus padres, el Rey Jorge VI y la Reina Madre, y de las cenizas de su hermana menor, Margarita.

Más de mil millones de espectadores

Este erudito desenrollado ha sido preparado durante años. El funeral de Estado de la reina Isabel II promete ser un acontecimiento mundial: más de mil millones de personas podrían seguirlo tras sus pantallas. La monarquía británica ya no tiene más que un poder constitucional simbólico, pero sigue siendo un maestro en el arte de organizar estos momentos tan ritualizados y aparentemente inmutables. A través de su extraordinaria pompa, su solemnidad, los funerales de estado son una rara oportunidad para desplegar el prestigio de uno y apuntan a reforzar su legitimidad y longevidad.

“Estos funerales son un momento único para generar consenso, mientras que la familia real no siempre ha sido consensuada o popular”, descifra el historiador John Wolffe, profesor de historia religiosa en la Open University. La familia real se ha cuidado, en los últimos días, de evitar al máximo contratiempos. El Príncipe y la Princesa de Gales y los Sussex, que han estado separados durante meses, saludaron a la multitud de un concierto en Windsor a principios de esta semana. Y Harry pudo usar ropa militar para el velorio del ataúd de su abuela en Westminster Hall el sábado. Había sido teóricamente privado de ella, después de su partida a los Estados Unidos.

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