Emmanuel Macron y Elisabeth Borne, pareja ejecutiva a pesar de todo


Son poco más de las 13:00 horas del 21 de noviembre. Como todos los lunes desde hace seis meses, Emmanuel Macron y Elisabeth Borne se encuentran en el Salon des Portraits, en el Elysée Palace, para su almuerzo semanal. Este cara a cara, símbolo de la diarquía del ejecutivo, es un ritual confidencial cuyo contenido casi nunca se filtra.

“Lo que se diga allí se queda en Las Vegas”suele ilustrar Aurélien Rousseau, jefe de gabinete de Matignon, en referencia al lapso de memoria de los protagonistas de la comedia americana muy mal viaje. El alto funcionario, de acento cantarín y buen tenedor, se suma, tras su comida con el secretario general del Elíseo, Alexis Kohler, al “PR” y la «PM» a la hora del postre. Los dos mosqueteros se encargan de que en el café se hagan los arbitrajes necesarios.

Este lunes se trató de las pensiones. Tema pesado, pues de él está lleno este inicio del segundo quinquenio. Pero, ¿basta esto para explicar que el ambiente no sea tan ligero como en los días del antecesor, Jean Castex? De su festín con el diputado electo de Prades (Pirineos Orientales), Emmanuel Macron salió alegre, con las papilas gustativas todavía chispeantes tras un plato de caza. Con Elisabeth Borne, reconocida por su ascetismo digno de una deportista de alto nivel, las carnes raras no están en el menú y se prefiere el agua sin gas al vino tinto. El ex prefecto, vegetariano, no es la caricatura de un «comedor de semillas» que algunas almas malvadas, un poco machistas, quisieron dibujar. Pero la Primera Ministra rompe los códigos de convivencia, como dice uno de sus familiares. Con ella los almuerzos son «profesionales» y «sin artificio»resume un consejero de palacio.

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En el Elíseo, algunos oficiales la engalanaron con un apodo más cáustico: la “Dama-que-no-saluda”. Una manía que se nota más de una vez en los silenciosos pasillos donde Elisabeth Borne, toda en sus archivos, se olvida de contestar a quienes la saludan. «¿Ella está detrás de mí?» »incluso se derramó el general Jean-Louis Georgelin, exjefe de personal responsable de la reconstrucción de Notre-Dame de París. “Sus emociones están interiorizadas. Es su sonrisa la que dice lo que siente»., piensa Olivia Grégoire, Ministra de la Pequeña y Mediana Empresa. Esa sonrisa, el Jefe de Estado trata de arrancarla durante sus reuniones.

Respeto mutuo, pero poco afecto.

La relación “PR-PM” siempre atrajo la mirada atenta de los observadores, despertó todos los comentarios. Desde la “cohabitación socialista” formada por François Mitterrand y Michel Rocard hasta la supuesta rivalidad de un Nicolas Sarkozy-François Fillon, la pareja ejecutiva marca la pauta del poder. Durante el primer quinquenio, bajo Edouard Philippe, la fórmula utilizada por el alcalde de Le Havre (Seine-Maritime) – “ni la sombra de una hoja de papel de fumar [entre lui et le président] había enmascarado, al amparo de una subestimación, las crecientes tensiones entre los dos políticos. Con Jean Castex, Emmanuel Macron había encontrado su complemento, un servidor del Estado que huele bien la tierra.

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