Después de una reducción significativa de las restricciones debido a la crisis sanitaria en China, el 11 de noviembre las escuelas volvieron de nuevo a las clases en línea en la capital china. Beijing, que tiene una población de 22 millones, registró el domingo 621 nuevos casos de Covid-19. Contó 1.438 el martes 22 de noviembre, un número nunca registrado desde el inicio de la pandemia. Tres ancianos pequineses aquejados de patologías fallecieron tras la contaminación durante el fin de semana. Estas son las primeras muertes registradas relacionadas con el virus desde mayo.
Si las autoridades de la capital parecen querer evitar por el momento un confinamiento estricto, como el que se había aplicado en Shanghái en primavera, sin embargo han reforzado las medidas sanitarias en los últimos días. Se han cerrado restaurantes, gimnasios, parques y sitios turísticos, y se pide a los empleados que trabajen desde casa.
Cerca de 600 áreas de la capital, incluidos edificios residenciales, se consideran «alto riesgo», lo que obliga a sus habitantes a permanecer confinados en sus casas o ser transportados a centros de cuarentena. En las calles, las colas son cada vez más largas frente a las cabinas de prueba de Covid-19, y la mayoría de los lugares públicos ahora requieren un resultado negativo dentro de las veinticuatro horas para poder acceder.
A nivel nacional, el número total de casos diarios, incluidos los casos importados, supera ahora los 28.000, siendo la provincia sureña de Guangdong y la ciudad suroeste de Chongqing las más afectadas, según las autoridades sanitarias.
Política Cero Covid
China es la última gran economía mundial en aplicar una estricta política de salud, que tiene como objetivo hacer todo lo posible para evitar la contaminación y la muerte. Su política Covid cero consiste en imponer confinamientos en cuanto aparecen los casos, cuarentenas a las personas que den positivo y pruebas PCR casi diarias a la población.
Pero esta estrategia, inicialmente eficaz para frenar la propagación del virus, parece estar perdiendo fuerza ante las nuevas variantes y está asestando un duro golpe a la economía, aislando a China del resto del mundo y provocando un fuerte hastío entre el chino.
Varias ciudades chinas también detuvieron las pruebas a gran escala la semana pasada, pero algunas las han restablecido desde entonces, lo que refleja la dificultad de controlar la variante Omicron más contagiosa.