En el transporte público, la tarjeta bancaria para romper colas


Frente a la parada de autobús Mairie-de-Saint-Genis-Laval (metrópolis de Lyon), no hay máquina expendedora de billetes. Cuando llega el autobús a la Place Bellecour, los pasajeros que no tienen ni un abono mensual ni una tarjeta recargable simplemente pasan su tarjeta bancaria, o el objeto conectado, por el pequeño validador rojo situado en la parte delantera del vehículo. Se les cobra una cantidad de 2 euros, diez céntimos más que una entrada vendida en lotes de diez, y mucho menos que comprándola individualmente (2,30 euros). Para acreditar la validación, simplemente presente su medio de pago al controlador.

Esta validación ultrasimple, llamada El “pago abierto”, según la jerga, funciona desde junio de 2022 en toda la red de Lyon. Esta solución sin colas es un éxito: el 55 % de los billetes se han vendido individualmente, trece millones en total desde junio de 2022. Keolis, el operador de la red, destaca la sólida reputación del servicio.

El pago sin contacto en el transporte, implantado en Londres en 2012, apareció en 2018 en Francia, en Dijon, y luego en una treintena de redes, en Brest, Rennes o Clermont-Ferrand. Una quincena de ciudades más se están preparando para dar el paso.

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El gesto, al que están acostumbrados los consumidores, pone fin a la dilación a la que se enfrentan los viajeros acostumbrados a pasar de una ciudad a otra al subir a un autobús o tranvía: compra o no del billete al conductor, devolución del cambio, compostaje en el interior o en la plataforma, incluso creando una cuenta y una contraseña ad hoc para un simple billete de autobús…

Una bendición

El éxito del sistema, sin embargo, va más allá de esta clientela ocasional, según las observaciones realizadas en Lyon, ya que también se adapta a los abonados que han olvidado su billete de transporte. Observamos un pico el primer día del mes, día en que la cola se alarga frente a las máquinas.

Para los operadores y las comunidades, esto es una bendición. En la aglomeración de Grand Lac, de 78.000 habitantes en los alrededores de Aix-les-Bains (Saboya), el servicio, en funcionamiento desde julio de 2022, representa ya el 45% de las compras de billetes sencillos. “Simplificar el proceso limita la tentación de cometer fraude y aumenta los ingresos”, dice Florian Maitre, vicepresidente (varias derechas) de la comunidad urbana. El electo ve en esto una oportunidad para convencer a nuevos clientes que hasta entonces viajaban en coche.

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El despliegue del pago abierto requiere software y una estructura informática, así como la instalación o adaptación de validadores, a costa de “De 600 euros a 1.500 euros cada uno”, especifica Nicolas Dardonville, director de ventas de Flowbird, una de las empresas que ofrece sistemas de venta de entradas. Los proveedores de tecnología también reciben una comisión por cada transacción, “alrededor del 10% del precio del billete”afirma uno de los proveedores, que prefiere permanecer en el anonimato.

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