En Moscú aumentan los rumores pero la vida sigue


El ambiente ha cambiado imperceptiblemente en Moscú desde que la milicia privada Wagner entró en estado de insurrección el viernes 23 de junio y anunció su intención de » andar « en la capital rusa. Menos de veinticuatro horas después, las tiendas, los cafés y el transporte público funcionan con normalidad. Tampoco hay aglomeraciones en los supermercados para abastecerse.

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Por el contrario, es precisamente la baja concurrencia del centro lo que llama la atención, aunque las calles están lejos de estar desiertas. Las familias caminan tranquilas, cucuruchos de helado en mano, pasando patinetes eléctricos y bicicletas de reparto, pero, para un sábado soleado de inicios de verano, la cuenta no está.

Hay otras señales: coches de policía que pasan a toda velocidad, sirenas a todo volumen; museos evacuados en medio de amenazas de bomba; los carteles de reclutamiento de Wagner retirados apresuradamente, allí como en otras partes de Rusia; los hombres armados (desde porras hasta Kalashnikovs) frente a los edificios administrativos… Frente a los de la administración presidencial, son, inusualmente, los soldados los que montan guardia. Pocos, sin embargo. Los vehículos blindados que se habían visto durante la noche, por ejemplo frente a la Duma, el Parlamento ruso, han desaparecido.

De lo más barroco a lo más inquietante

En el autobús, cierta pesadez, las caras están fijas en los teléfonos. Las imágenes de los diques que se levantan poco a poco en los lejanos arrabales o en las regiones aledañas a la capital desfilan en las pantallas, desde lo más barroco hasta lo más inquietante: sacos terreros irrisorios, camiones cruzando la carretera, trincheras excavadas por la retroexcavadora en el asfalto… Sobre el río Moskva, a dos horas por carretera hacia el sur, se ha desmantelado un puente. Más cerca, se vieron helicópteros sobrevolando la ciudad. En la calzada de Kachirskoye, a 40 minutos del centro, soldados armados fueron fotografiados tirados en la hierba de los arcenes, esperando quién sabe qué.

En los teléfonos también está lo que no vemos, pero también lo que solo podemos adivinar: vuelos directos a Estambul, Astana o Tiflis que están agotados, otros destinos cuyos precios se van volando; rumores de salidas de miembros de la élite; las de revueltas de presos, de las cuales está probada al menos una, en el norte de la ciudad -donde está detenido el opositor Vladimir Kara-Mourza-; los rumores que evocaban un posible toque de queda… Y, por supuesto, las noticias del avance de las columnas de mercenarios wagnerianos, al menos hasta la región de Lipetsk, 400 kilómetros al sur.

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