Érase una vez ‘Barb Wire’, la nanar que rompió la carrera de Pamela Anderson en el cine


«no me llames nena (no me llames bebé)”, lanza Barb Wire a sus futuras víctimas masculinas, eliminadas por ametralladora, dardo o estilete. Sucesión de escenas de acción sin pies ni cabeza y diálogos improbables, ni siquiera salvados por la presencia de Udo Kier, protegido legendario de Rainer Fassbinder, el resultado es el tipo de serie Z que, hoy en día, se estrenaría directamente en una plataforma de streaming sin pasar por la caja del cine.Sus productores decidirán lo contrario y a pesar de su micropresupuesto de 9 millones de dólares, la la película traerá menos de 4. Un horno memorable.

Sin embargo, el desastre había germinado muy pronto, con la marcha en vísperas del rodaje de la joven promesa del cine Adam Rifkin, sustituido por David Hogan, director de la segunda unidad de la ordenanza por siempre de Joel Schumacher. En el plató, el guión se reescribe día a día y Pamela Anderson lucha por orientarse. Un giro del destino: después de algunas semanas de filmación, la nueva Madame Tommy Lee sufre un aborto espontáneo y pasa cuatro días en el hospital antes de unirse al equipo, exhausta.



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