Este hombre estableció el récord por usar una interfaz cerebro-computadora


Con tan pocas personas equipadas con estos dispositivos, aún se desconoce su longevidad. Hasta ahora, la matriz de Utah ha durado hasta 10 años en monos. En el caso de Copeland, sus arreglos siguen funcionando, pero no tan bien como durante el primer año después de ser implantados, dice Robert Gaunt, ingeniero biomédico de la Universidad de Pittsburgh y miembro del equipo de investigación de Copeland. “El cuerpo es un lugar muy difícil para colocar la electrónica y los sistemas de ingeniería”, dice Gaunt. “Es un ambiente agresivo y el cuerpo siempre está tratando de deshacerse de estas cosas”.

Las matrices implantadas pueden provocar una respuesta inmunitaria en el tejido neural que rodea los electrodos, las sondas puntiagudas que se clavan en el cerebro. Los estudios han demostrado que esta inflamación puede provocar una disminución de la calidad de la señal. Y se puede formar tejido cicatricial alrededor de los implantes cerebrales, lo que también afecta su capacidad para captar señales de las neuronas cercanas. Cuanta menos información pueda interpretar una BCI de las neuronas, menos eficaz será para llevar a cabo las funciones previstas.

Una forma en que los científicos están tratando de hacer que los implantes duren más es experimentando con diferentes tipos de materiales. La matriz Utah está aislada con parileno, un recubrimiento de polímero protector utilizado en la industria de dispositivos médicos por su estabilidad y baja permeabilidad a la humedad. Pero puede corroerse y agrietarse con el tiempo, y otros materiales pueden resultar más duraderos.

Florian Solzbacher, cofundador y presidente de Blackrock Neurotech, que fabrica los arreglos de Utah, dice que la compañía está probando uno que está recubierto con una combinación de parileno y carburo de silicio, que existe desde hace más de 100 años como material industrial. “Hemos visto tiempos de vida en la mesa de trabajo que pueden llegar hasta los 30 años, y ahora mismo tenemos algunos datos preliminares en animales”, dice. Pero la compañía aún tiene que implantarlo en personas, por lo que la verdadera prueba será cómo reacciona el tejido humano a la nueva formulación.

Hacer que los electrodos sean más flexibles también podría ayudar a reducir las cicatrices. La empresa de Angle, Paradromics, está desarrollando un implante similar al conjunto de Utah, pero con electrodos más delgados destinados a dañar menos el tejido.

Algunos investigadores están probando materiales más blandos que pueden integrarse mejor en el cerebro que la matriz rígida de Utah. Un grupo, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, está experimentando con recubrimientos de hidrogel diseñados para tener una elasticidad muy similar a la del cerebro. Los científicos de la Universidad de Pensilvania también están cultivando electrodos «vivos», microtejidos similares a pelos hechos de neuronas y fibras nerviosas cultivadas a partir de células madre.

Pero estos enfoques también tienen desventajas. “Puedes convertir algo rígido en algo blando. Pero si estás tratando de poner algo muy suave dentro de otra cosa suave, eso es muy difícil”, dice Gaunt.

Otro enfoque es hacer los implantes más pequeños y, por lo tanto, menos invasivos. Por ejemplo, los investigadores están probando neurogranos, pequeños fragmentos del tamaño de un grano de arena que hipotéticamente podrían rociarse sobre la superficie cortical. Pero nadie ha intentado dispersarlos en un cerebro humano; el sistema solo ha sido probado en roedores a los que se les extrajo el cráneo.



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