Mel Gibson ascendió en las filas de Hollywood en los años 80 y 90 como actor protagonista de éxitos como «The Road Warrior» y «Lethal Weapon». El mayor punto de inflexión de Gibson fue cuando se puso detrás de la cámara, y su esfuerzo como director de 1995, «Braveheart», se convirtió en un gran éxito ganador de Mejor Película, por muy inexacto que sea históricamente. Eso colocó a Gibson en la cima de la lista A, aunque fue selectivo acerca de las películas que eligió dirigir.
Optó por centrarse en otra figura importante de la historia; Jesucristo. En una entrevista de 2003 con Zenit, Gibson explicó cómo ésta llegó a ser la historia que quería contar.
«Siempre había creído en Dios, que él existía, y me educaron para creer de cierta manera. Pero en mi mediana edad, me desvié y otras cosas tomaron protagonismo. En ese momento, me di cuenta de que necesitaba algo más si quería sobrevivir. Se me exigía una investigación más detallada de los Evangelios, de la historia, de toda la pieza. Fue entonces cuando la idea comenzó a filtrarse dentro de mi cabeza. Comencé a verlo de manera realista, re- creándolo en mi propia mente para que tenga sentido para mí, para poder identificarme con él. Eso es lo que quiero poner en la pantalla».
Lo que distingue a la película de Gibson hasta el día de hoy es la representación de la violencia gráfica. No rehuyó los detalles sangrientos cuando se trataba de crucificar a Jesús, y eso se convertiría en un tema de conversación importante. En esa misma entrevista de 2003, Gibson abordó el tema de frente y dejó claros sus sentimientos.
«No hay violencia gratuita en esta película. No creo que nadie menor de 12 años deba verla, a menos que sea un niño de 12 años muy maduro. Es bastante pesado. Creo que nos hemos acostumbrado demasiado a ver escenas bonitas. crucifijos en la pared y olvidamos lo que realmente pasó. Quiero decir, sabemos que Jesús fue azotado, que cargó con su cruz, que le atravesaron las manos y los pies con clavos, pero rara vez pensamos en lo que esto significa».