Laurie Laufer: «Al psicoanálisis le cuesta inventar otro lenguaje, pensar más allá de Freud y Lacan»


En su trabajo Hacia un psicoanálisis emancipado. Reconectar con la subversión (La Découverte, 240 páginas, 18,50 euros), la psicoanalista Laurie Laufer elabora una severa crítica a su disciplina. Doblada sobre sí misma, esta última quedaría superada, incluso a contracorriente de nuestra sociedad, no dudando ciertos psicoanalistas en manifestar sus opiniones contra el matrimonio para todos o contra la AMP para las parejas femeninas. Entonces, ¿el psicoanálisis todavía tiene cosas que decir y, de ser así, cuáles? Laurie Laufer, también profesora universitaria en Paris-Cité y directora del Instituto de Humanidades, Ciencias y Sociedades de la UFR, nos invita a releer los principios fundacionales de su disciplina reemplazando el sujeto -ya sea heterosexual, bi, homo, trans o intersex – en el centro de su trabajo analítico, sin dejar de lado el contexto social y político en el que se desarrolla su abordaje.

Los principales conceptos psicoanalíticos son hoy rechazados por los movimientos LGBTQI+, ¿cuáles son?

Me parece que lo que más bien se rechaza no son tanto los conceptos que desarrolló Freud, sino la forma en que los utilizan ciertos psicoanalistas. Si los practicantes consideran que la diferencia entre los sexos –uno de los principios fundacionales del psicoanálisis– equivale a decir que la anatomía hace el destino, se produce una posición estandarizada y normativa. Creo que lo que se rechaza con razón es la jerarquía, son las discriminaciones y opresiones que produce la idea de la diferenciación binaria. La heteronormatividad -y la binaridad que la acompaña- es parte de un discurso dominante, proveniente de quienes tienen el privilegio de no preocuparse por esta diferenciación.

Asimismo, la noción de “mujer fálica”, o de mujer “poderosa”, es siempre considerada peyorativa o denigrante por la doxa. Pero, ¿por qué sería patológico que una mujer deseara obtener lo que los hombres tienen como privilegios? Los términos “mujer”, “pasiva”, “sumisa” y “masoquista” suelen estar asociados. Pero a fuerza de repetir esta asociación, la integramos. Esto es lo que destaca en particular la filósofa estadounidense Judith Butler: jugamos y reproducimos en el campo social las normas de género que hemos interiorizado; si quiero ser reconocida como mujer, entonces tengo que jugar a la pasividad, a la sumisión, etc. Lo interesante es ver cómo el psicoanálisis puede crear las condiciones para deshacer esta sarta de palabras socialmente integrada.

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