Max Louarn, corazón de hacker


por Luc Leroux

Publicado el 27 de mayo de 2022 a las 01:38 – Actualizado el 27 de mayo de 2022 a las 20:25

La puerta del apartamento se abre a una biblioteca de historietas. Una pasión que el dueño del lugar, Max Louarn, de 50 años, cultiva desde hace treinta años, desde la época en que, como ingeniero, pasaba las noches frente a su computadora. Necesitaba esta «esclusa de aire» de lectura antes de irse a la cama. Después de viajar por todo el planeta, este avignonés prepara ahora el dormitorio de su segundo hijo en este loft, ubicado en el corazón de la ciudad de los Papas. En la pared, una foto de gran formato de su pareja: él, mantenido por las sesiones de boxeo; ella, una ex modelo rusa, con un vestido azul eléctrico. La instantánea data de enero de 2020, en Saint-Barthélemy, la isla donde se conocieron.

La pared de tiras cómicas y el vestido azul también fueron lo primero que encontraron dos policías estadounidenses el 10 de noviembre de 2020. Ese día, acompañados por sus homólogos de la SRPJ de Montpellier, golpearon la puerta a las 6:30 a. m. “Me veo clavado al suelo”, recuerda Max Louarn. Los agentes del FBI se han interesado por él durante casi treinta años. Conocen su reputación como pionero en el mundo de los hackers. Los cuarentones de hoy, que pasaron su adolescencia en las consolas de juegos, tienen estrellas en los ojos cuando escuchan su nombre. A principios de la década de 1990, «Maximilian» era el líder de Paradox, un grupo de geeks que inundaban el mercado con juegos pirateados.

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su vida de «cortar a tajos»como él lo cuenta, es la de un rebelde informático. “No piratas informáticos, armas armadas de estados canallas o bandas criminales equipadas con ransomwareél dice. Si hoy tenemos la libertad de YouTube, si tenemos MP3 y WeTransfer, si el fuga [débridage d’un appareil pour lever les restrictions imposées par le fabricant] está autorizado, es gracias a nosotros, los hackers. Siempre hemos sido pro-libertad, ese es nuestro estado de ánimo: hacer lo que queramos con las máquinas para que todo el mundo pueda tener acceso a ellas. »

Su historia comienza a mediados de la década de 1980, es decir, en la prehistoria de la informática. Max tenía entonces 14 años y era el mejor de la clase, dotado para las matemáticas. Cuando sus padres quieren premiarlo, no les pide un Solex, sino un Commodore C64, el ordenador gracias al cual descubrirá la tartamuda escena del hackeo. Con sus corresponsales, un danés, un estadounidense y un inglés, se dirigen cartas antes de intercambiar archivos en BBS (Sistema de tablón de anuncios), el antepasado lejano de Internet. ¿Su primer desafío? Hackear los sistemas telefónicos. En ese momento, las comunicaciones internacionales costaban un precio desorbitado. «Mi primera gran actividad de piratería es llamar gratis a través del sistema de caja azul. Queremos divertirnos, construimos una red global de amigos”, explica Max Louarn. Allí conocerá a Steve Wozniak, el cofundador de Apple con Steve Jobs. Esta es la edad de oro de la piratería. A la policía no le interesan estos jóvenes que se plantean retos, como irrumpir en Hewlett-Packard, o el Grial, el sistema informático de la NASA.

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