“Me agoto en los pasos que no tienen éxito. mi padre se esta hundiendo


Probablemente invocaremos la mala suerte. Para ser diagnosticado con colangiocarcinoma intrahepático -en lenguaje cotidiano, un cáncer de las vías biliares- una enfermedad muy rara, incurable, a pocas semanas del confinamiento, el momento era malo, no vamos a pretender lo contrario.

Enero de 2020. Mi padre, de 75 años, me pide los datos de contacto de un gastroenterólogo que conozco y me dice que tiene «un pequeño dolor de estómago». Consulta, batería de exámenes, luego silencio de radio. Cuando se conoce el veredicto, decide no decir nada sobre el mal que lo carcome. Cuando Emmanuel Macron decretó el confinamiento el 16 de marzo, tomé la situación como pretexto para obligarlo a hablarme: me confesó el cáncer, la presencia de un tumor de 10 centímetros en el hígado, la operación programada.

Ya era hora: se le espera dos días después en el hospital Paul-Brousse de Villejuif (Val-de-Marne), por lo que el cirujano llama un «acción arriesgada». Como ahora estoy en la confianza, mi padre me pide que por favor firme los formularios nombrándome como «persona de confianza». Es a mí, de ahora en adelante, a quien se dirigirá el personal médico, soy yo quien se encargará de dar fe de sus directivas anticipadas en caso de muerte.

Tomo el cargo. Sabe que está condenado, pero me asegura que todo saldrá bien, que luchará. Así que le digo lo mismo a cambio: “Todo saldrá bien, lucharás y estaremos a tu lado. » Me hace prometer que no le contaré a nadie la gravedad de su enfermedad. Insisto en que al menos avise a mi hermano ya mi madre. Nos vamos sin saber cuándo nos volveremos a ver, debido a la epidemia de Covid-19, el hospital está cerrado a las visitas, incluso a las familias de los pacientes.

El médico sin rostro

Es por teléfono que leí el informe de la operación, un informe de medio tono: la intervención salió bien (entiéndase: no hubo complicaciones), pero el cirujano no logró extirpar todo el tumor. » demasiado peligroso » –el cáncer se juzga «muy agresivo». Durante los ocho días posteriores a la operación, mi padre, como miles de pacientes, permanece solo, sin visitas en su habitación del hospital. Pasemos al episodio donde su maleta con sus efectos personales se perdió durante veinticuatro horas, sumiéndolo en un estado de estrés fenomenal…

Tan pronto como se va, o casi, pasa por los tratamientos con una resistencia y un coraje asombrosos. En cada consulta lo acompaño a hacer balance con el oncólogo. Los primeros meses van bastante bien. La enfermedad no progresa, apoya la medicación, podemos continuar. Pero con el tiempo, las noticias son menos buenas.

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