Reforma de pensiones: Emmanuel Macron ante el futuro incierto de su mandato de cinco años


Las imágenes han dado la vuelta a los bucles de mensajería instantánea de un poder traumatizado por los ‘chalecos amarillos’. En Dijon, cuatro modelos que representan a Emmanuel Macron, la primera ministra Elisabeth Borne, el ministro de Trabajo, Olivier Dussopt, y el portavoz del gobierno, Olivier Véran, fueron rociados y luego quemados el jueves 16 de marzo. El mismo día, en Rennes, se apedrea el ayuntamiento, se marca el de Lyon. “Él mató a mi padre”, «Macron se está muriendo», «Poder para el pueblo»… En París, en la Place de la Concorde, la policía, gas lacrimógeno en mano, gaseó la primera línea de manifestantes. Mismas escenas el viernes 17 de marzo por la noche en París, Lille, Burdeos o Lyon, donde los individuos entraron en el ayuntamiento de 4mi redondeando antes «intentar prender fuego», según la prefectura. A raíz del estallido del 49.3 sobre la reforma de las pensiones, el Elysée y Matignon solo pudieron ver las repercusiones políticas y sociales.

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Una mayoría atontada por un lado, manifestantes radicalizados por el otro… En torno al jefe de Estado, el ambiente es de extrema vigilancia. A partir del viernes por la mañana, el Ministro del Interior, Gérald Darmanin, dio instrucciones a los prefectos: supervisar las manifestaciones, evitar la «zadización» de los lugares, proteger los símbolos de la República, estar atentos a los bloqueos de las carreteras y los cortes de luz… La policía también debe llamar a los parlamentarios para saber si necesitan protección. “Es difícil saber cómo evolucionará”resume un asesor del Gobierno.

También es difícil saber si Emmanuel Macron encontrará una salida a este impasse político. Y si puede desenlodar un mandato de cinco años cuya principal reforma sin duda será aprobada con fórceps, contra la opinión pública, contra los sindicatos y sin votación en la Asamblea Nacional. Según varios de sus allegados, el Presidente de la República no ha “sin escrúpulos, sin remordimientos”. No quería el 49,3 pero se tuvo que resignar, repiten. Confrontado con «dos malas elecciones»consideró que una derrota en la Asamblea Nacional hubiera sido más perjudicial que este acto vertical. “Es plenamente consciente de que se trata de una victoria pírrica”resume su séquito. “Intentó hasta el final no usarlo, argumenta David Amiel, diputado del Renacimiento por París y ex asesor del Elíseo. Hizo la elección del interés del país en lugar de su interés político. »

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