The Weeknd en el Stade de France, un concierto luminoso


martes 1ejem Agosto, el cantante de pop-R’n’B The Weeknd dará en Burdeos, en el estadio Matmut Atlantique, el último concierto en Francia de su gira mundial, «After Hours Til Dawn». Inicialmente, esta serie de conciertos tenía como objetivo promocionar su disco Fuera de horaspublicado en 2020, aquel donde impuso su marca registrada, entre el R’n’B alternativo y el sonido pop de los años 80. Enriquecido con el repertorio de Amanecer FMálbum lanzado en 2022, la gira de canto que comenzó en marzo de 2022 en América del Norte ha visto muchos giros y vueltas.

Primero se pospuso tres veces debido a la pandemia de Covid-19. La primera parte proporcionada por Doja Cat se modifica debido a una operación de las amígdalas del rapero: el productor Mike Dean y el DJ Kaytranada toman el relevo. En Toronto (Canadá), el concierto fue cancelado en el último momento por una avería en la red de telecomunicaciones de la región. En Los Ángeles, lo interrumpen en medio de una gira de canto: The Weeknd pierde la voz en medio de su canción No puedo sentir mi cara y se disculpa en el escenario ante una audiencia estupefacta. Pero en el Stade de France de París, el sábado 29 de julio, el canadiense de origen etíope que, en diez años, se ha consolidado como el hitmaker en la encrucijada del hip-hop y la música electrónica, el rock alternativo y el R’n’B frío. onda, dio un concierto digno de su talla.

De su nombre real Abel Makkonen Tesfaye, el cantante, que se convirtió en actor en la serie. El ídolo para HBO, sembrará durante su programa algunas pistas de su cinefilia y sobre todo ofrecerá al público la casi treintena de éxitos posicionados en las listas mundiales de los últimos diez años.

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Al presentar su entrada en el Stade de France, cada espectador recibió una pulsera en la que parpadean luces de diferentes colores a lo largo del concierto. Un poco antes de las 9 de la noche, cuando el anochecer tardó en aparecer, el objeto parecía un artilugio mucho menos efectivo que los flashes de los teléfonos móviles. Pero en cuanto cae la noche, el espectáculo es grandioso. La creatividad de la iluminación supera a la escenografía, a veces kitsch. En la escena, los rascacielos de metal están en ruinas. En este paisaje urbano, reconocemos la aguja del edificio Chrysler en Nueva York, la Torre CN en Toronto, la Catedral de San Pablo destripada en Londres.

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Los músicos, un baterista golpeando sus bombos como en un concierto de rock, un guitarrista con aspecto de surfista, un organista ahumado que toca notas de sintetizador tan propias de los años 80, se encuentran encaramados en estructuras que se mimetizan con la decoración. La estatua de una gigantesca mujer humanoide, que gira sobre sí misma según las ofrendas que le dirige el cantante, se sienta entronizada en medio de un gran callejón que atraviesa el escenario. Al final, una luna inflable flota sobre un promontorio: aquí es donde el cantante se para para arengar a su audiencia.

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