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Con su belleza, su increíble vida transcurrida entre Europa, Estados Unidos y México en el convulso período de entreguerras, Tina Modotti (1896-1942) proporcionó material para muchas fantasías. «El problema es que su vida ha sido demasiado idealizada». resume Isabel Tejeda, curadora de la gran exposición dedicada al fotógrafo italiano por Jeu de Paume, en París.
En biografías y artículos, Tina Modotti fue retratada a veces como una belleza fatal, una musa inmortalizada en sensuales desnudos por el fotógrafo estadounidense Edward Weston, a veces como un agente secreto, un Mata-Hari comunista a sueldo de Stalin. Con cerca de doscientas cuarenta estampas y numerosos documentos, el Jeu de Paume hace un balance de la obra y la carrera de una mujer que atravesó la fotografía como un cometa, durante sólo siete años, y que hizo de sus imágenes una herramienta política en México en la década de 1920.
Tina Modotti creció en un ambiente modesto y sus orígenes de clase trabajadora ciertamente influyeron en sus elecciones y compromisos. Nacida de una costurera y un mecánico en Udine, Italia, la joven llegó sola a los Estados Unidos a los 16 años para reunirse con su padre en San Francisco. En esta California propicia para todos los sueños, probó suerte en Hollywood, y se sumergió en el mundo bohemio y artístico.
Fue allí donde conoció a Edward Weston, defensor de la fotografía modernista: se convirtió en su modelo y su amante, posando para él en desnudos y retratos donde irradiaba su oscura belleza, mientras él le enseñaba su arte. Fascinada por México, en pleno fermento político y cultural tras la revolución, convenció a Weston para que se estableciera allí y abriera un estudio con ella en 1923.
Fotógrafo oficial de los muralistas.
Comienza así su etapa más fructífera para Tina Modotti. Siguiendo los pasos de Weston, comenzó creando retratos sofisticados, arquitectura de líneas limpias y naturalezas muertas. Pero, a diferencia de su mentora, la joven está más preocupada por los seres humanos que por la perfección formal: en sus retratos femeninos, la maternidad le interesa más que las curvas del desnudo, la personalidad más que la tela de un vestido. Al cabo de un tiempo, abandonó la pesada cámara con trípode que le ofrecía su compañera para adoptar una Graflex, más pequeña y manejable, y por tanto más adecuada para testimoniar la vida de la gente en la calle.
Mientras Weston regresa a los Estados Unidos, Tina Modotti echa raíces en el país cuya cultura ensalza. Para un libro de la antropóloga Anita Brenner, Ídolos detrás de los altares, fotografía tradiciones populares, arte prehispánico y colonial, pero también el trabajo de artistas contemporáneos que buscan crear una nueva identidad mexicana. Se convirtió en la fotógrafa oficial de muralistas como Diego Rivera o José Clemente Orozco; fue su trabajo el que dio a conocer este movimiento en Estados Unidos.
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