Un día, un milagro: “Mi aplicación de citas falla y me encuentro con él”


“En 2020 salgo de varias historias de amor sin bondad. Vivo en París, una ciudad que no es mía, donde no crecí. Soy originaria de Lemosín y me cuesta acostumbrarme al ritmo parisino. Vivo en la rutina metro-trabajo-dormir, lo que no me hace especialmente feliz. La primera ola de Covid llegó justo cuando mi novio y yo decidimos mudarnos juntos. En marzo nos encontramos los dos encerrados las veinticuatro horas del día y la cosa iba muy mal, con violencia moral por ambas partes. Terminé hospitalizado. Mi madre viene a buscarme y me lleva a casa, en Lemosín, mientras me recupero.

He perdido todo. Estoy empezando desde cero. La única que me siguió fue mi gatita Yuna, a quien llevé conmigo. Decido trabajar de forma remota con mi madre durante uno o dos meses, lo que mi empleador me permite hacer: soy administrador de datos en investigación clínica. Allí instalo una aplicación de citas local. Básicamente, el algoritmo mirará dónde estoy y me ofrecerá perfiles de hombres en un radio de 10 o 15 kilómetros.

Me ofrece el de Yvan. No está en absoluto a 10 kilómetros, sino a 150, en Dordoña. No tiene el tipo de perfil que suelo ver, pero elijo iniciar la conversación basándome en su foto. Estoy un poco en otra parte con todo lo que acabo de vivir, y ni por un momento creo en la posibilidad de una historia. Pero él “vive con su gato”, dice su perfil, y esta redacción me hace gracia. Lo sé, es un criterio loco, pero me digo: «Está bien, intentémoslo».

«Él es demasiado amable»

A veces hablamos entre nosotros y, a cada paso, me digo a mí mismo que no va a funcionar. Yvan no es el tipo de hombre con el que suelo salir. Tiene una gran empatía, es tímido y ¡es demasiado amable! Creo que voy a aplastarlo con mi gran temperamento. Pero sin entender realmente cómo ni por qué, a cada paso, sigo.

Terminamos reuniéndonos para dar un paseo a lo largo de un río, entre Lemosín y Dordoña, a una hora en coche. Es una zona muy pintoresca. Cuando lo veo bajar del auto se avergüenza y se sonroja, tartamudea. Yo me digo : “¿En qué me he metido?” Pero yo me quedo y caminamos. A lo largo de las conversaciones, descubrí algo inesperado en él. Estamos interesados ​​el uno en el otro. Compartimos un gran amor por los animales.

Te queda el 55% de este artículo por leer. El resto está reservado para suscriptores.



Source link-5