Tal cambio no sucede con el chasquido de un dedo. En un informe de la Comisión de Asuntos Sociales de 2019, la senadora LR Catherine Deroche había advertido así que la asignación de una tarjeta biométrica Vitale a todos los beneficiarios de las prestaciones del seguro de salud «representaría un costo significativo»tanto en tiempo como en dinero.
Con base en una renovación promedio de 3,6 millones de tarjetas por año, el Fondo Nacional del Seguro de Salud ha estimado que la actualización completa podría demorar veinte años. Asimismo, los costes de fabricación de una tarjeta Vitale biométrica podrían ascender a 15 euros, frente a los 4,40 euros de una tarjeta Vitale clásica, es decir, un coste total de 900 millones de euros.
Además, quedan interrogantes en torno al chip digitalizado. «Hay dos opciones: la huella está incluida en la tarjeta vital o hay que crear un archivo de huellas. Sería un archivo muy engorroso de hacer. Entonces tendremos que dar todas nuestras huellas»destaca Pierre-Olivier Variot, presidente de la Unión de Farmacéuticos Comunitarios (USPO).
Por su parte, los profesionales de la salud también tendrán que comprar equipos adicionales, incluidos lectores de huellas dactilares. Solo en las farmacias se necesitarán más de 100.000 dispositivos.