Anne-Marie Finkelstein y la amiga que le deseó lo mejor


Su muerte ? Anne-Marie Finkelstein no tenía intención de dejarse despojar de él. Esta ex jefa de prensa, una de las pocas en un mundo de hombres a finales de los 80, pretendía llevar el control de su destino con la misma autoridad con la que había llevado su carrera y su vida privada. Unas semanas después de enterarse de que padecía un tumor cerebral inoperable, en febrero de 2015, instó a una amiga de la infancia, Odile Rosenthal: ¡Os lo advierto, quiero una misa en Saint-Sulpice! Luego te tomarás un trago a mi salud en el Café de la Mairie. Les diré qué vino quiero que sirvan. »

Odile Rosenthal recuerda muy bien esta comida en La Rotonde, el restaurante All-Paris donde Anne-Marie Finkelstein entonces tenía sus hábitos. Sobre la mesa, una buena botella, de esas grandes añadas que le gustan. Junto a él, un paquete de cigarrillos, tan imprescindible como el burdeos. Bebe como fuma, demasiado. Con un vaso en una mano y un cigarrillo en la otra, Anne-Marie Finkelstein relata los dolores de cabeza, la caída en la calle, las urgencias en Pitié-Salpêtrière, el descubrimiento del glioblastoma y los consejos de su amigo, el neurólogo Olivier Lyon-Caen : “Pon tus asuntos en orden, podría ser en seis meses. »

Duró casi ocho años y no terminó como lo había decidido Anne-Marie Finkelstein. El control de su vida se le ha escapado, como a la gran mayoría del millón de franceses afectados por una enfermedad cerebral que los deja totalmente dependientes de sus seres queridos, no siempre bien intencionados. Según un informe de la Agencia Nacional de Salud publicado en diciembre de 2020, estos trastornos neurodegenerativos, un gran problema de salud, afectarán a alrededor de un millón ochocientas mil personas en 2050.

«Margaret Thatcher a la décima potencia»

Ni su educación ni su carrera protegieron a Anne-Marie Finkelstein. Todavía estaba en su cabeza cuando, en la primavera de 2015, después de advertir a sus amigos, advirtió a las principales figuras de los medios con las que estaba cerca. Invita a almorzar a Yves de Chaisemartin, a quien asesora a la dirección de la Figaro y a la cabeza de Marianne : “Me dijo que iba a morir con una compostura y un desapego asombrosos. La había conocido sin escrúpulos en el trabajo, una especie de Margaret Thatcher elevada a diez, la encontré intacta. »

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Invita al editor Christian Brégou, fundador de CEP Communication (ex principal rival de Hachette), para quien dejó la dirección general de ecos y del que fue brazo derecho durante quince años (en particular, le confió la dirección general del grupo Express en 2008), antes de incorporarse El parisino. Ella también le confía su preocupación por asegurar la continuidad de su herencia. Christian Brégou lo comprende muy rápido, ya han discutido juntos el drama de la vida de Anne-Marie Finkelstein: la bipolaridad de su único hijo, Cyril Rojinsky, abatido por una enfermedad en los albores de una brillante carrera como abogado.

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