Cambio de nombre, autoconquista


1ejem Julio de 2022, a las 8 de la mañana, David Sina fue el primero en entrar en el ayuntamiento de Grenoble, documento de identidad en mano, en dirección a los servicios del estado civil. Cuando salió un poco más tarde, no era el mismo. El joven de 27 años iba a poder llevar oficialmente el nombre de su madre y llamarse David Marial a partir de ahora, una vez transcurrido el periodo de reflexión de un mes.

Según el Ministerio de Justicia, durante el verano de 2022, cerca de 40.000 ciudadanos franceses solicitaron, como David, cambiar su apellido, proceso autorizado por la ley Vignal del 2 de marzo de 2022. Este procedimiento, que respondió a una fuerte demanda social , permite a cualquier persona adulta, una vez en la vida, sustituir el apellido de su madre por el de su padre de forma gratuita o viceversa, o combinarlos para obtener un doble nombre, en el sentido de su elección. Hasta ahora, el proceso era costoso (había que pagar la publicación antes diario oficial y en un periódico local), larga e incierta, basada en criterios estrictos (un nombre ridículo, de sonoridad extranjera, que queremos salvar de la extinción). Como resultado, lo solicitan 4.000 personas al año, frente a las 6.500 mensuales desde la entrada en vigor de la ley el 1 deejem julio.

«Los nombres llevan un lenguaje como quien lleva un vestido»escribe la psicoanalista Céline Masson en el artículo «El lenguaje de los nombres: cambiar tu nombre es cambiar tu idioma», publicado en la revista clinicas mediterraneas (Eres, 2011). Máscara del exilio, herencia transgeneracional, el nombre adquiere diferentes rostros. Y, a veces, pesa, irrita, incomoda, al punto de querer descargarlo. “Tenemos historias tristes, a base de violencia, de abandono, de ruptura, de personas que quieren liberarse de un nombre, testimonios de amor, de agradecimiento, en particular hacia la madre que crió sola a sus hijos, o de vuelta a lo básico, en el nombre de origen extranjero abandonado a su llegada a Francia”, informa Marine Gatineau-Dupré, fundadora del colectivo Porte mon nom, en el origen del proyecto de ley. Tantas historias únicas, íntimas, que cuentan la diversidad de las situaciones familiares en Francia, hacia el reconocimiento de una identidad filial a partir de la propia experiencia.

«Mi hermano me llama ‘primo'»

Este es el caso de David Marial. Nacido en Arès, en Afganistán, entonces se llamaba Kamel cuando llegó a Francia a la edad de 3 años. Posteriormente cambió a Kamel por David de adulto, cuando se naturalizó. Tanto para el primer nombre. En cuanto a su apellido, su padre, Periodista afgano, lo editó para no ser reconocido cuando huyó del país y de los talibanes que lo perseguían en 1996. Entonces eligió para sí y para su familia el nombre de Sina, en homenaje a Ibn Sina, conocido como “Avicena”, filósofo y médico con teorías impresas con Oriente y Occidente. Un nombre que David ya no quiere llevar, a diferencia de Marial, el de su madre, de origen australiano, que ha cruzado generaciones y ahora es usado por sus primos al otro lado del mundo. “Siempre quise cambiar a Sina, ese “falso nombre” al que nada me unía, tomar a Marial, mantener las verdaderas raíces, la verdadera herencia. También es un homenaje a mi abuelo materno, que falleció. »

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