Christelle Taraud: «Los hombres que matan a su pareja han crecido en un sistema patriarcal que los privilegia»


Contar las múltiples caras, en los cinco continentes, de la supremacía de lo masculino sobre lo femenino desde el Neolítico: tal es el – vasto – proyecto de feminicidios. Una historia mundial (La Découverte, 928 páginas, 39 euros, a publicarse el 8 de septiembre), libro editado por Christelle Taraud. Especialista en mujeres, género y sexualidades en un contexto colonial, esta historiadora enseña en los programas de París de las universidades de Columbia y Nueva York, y es miembro asociado del Centre d’histoire du XIXmi siglo (París-I, París-IV). Autor de prostitución colonial. Argelia, Túnez, Marruecos (1830-1962) (Payot, 2003), codirigió Sexo, raza y colonias. El dominio del cuerpo del XVmi siglo hasta la actualidad (El Descubrimiento, 2018).

El título del libro que editaste usa una palabra que se hizo popular en el debate público hace unos diez años, “feminicidio”. ¿Cuál es la genealogía intelectual y política de este término?

Su historia comienza a fines de la década de 1970. Una socióloga feminista sudafricana, Diana EH Russell, se dio cuenta de que los asesinatos de mujeres cometidos en el ámbito privado quedaban ahogados en una categoría más general: la de homicidio. Para designar el hecho de asesinar a una mujer por el hecho de ser mujer, inventa un neologismo, el “femicidio”, que designa a la “Asesinato por motivos misóginos… motivado por el odio, el desprecio, el placer o el sentido de apropiación de la mujer”.

El segundo momento ocurre en la década de 1990, en México, durante la exhumación de miles de cuerpos de mujeres enterrados en fosas comunes, más de 1,000 solo en la ciudad de Ciudad Juárez. La investigadora mexicana Marcela Lagarde cree que el concepto de «femicidio» es irrelevante: estos asesinatos no son asesinatos de intimidad sino crímenes masivos destinados a causar pavor y terror en las mujeres – las víctimas, como durante las «cacerías de brujas» del siglo XVIImi siglo, son torturados, violados, mutilados, descuartizados y, a veces, quemados. Para designar estos delitos que no tienen como objetivo a una persona sino a un género y una identidad, acuñó el término «feminicidio»..

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La tercera fase comenzó en la década de 2000. Investigadoras y activistas feministas se dieron cuenta de que para comprender los crímenes de los «terratenientes» como los feminicidios conyugales, era necesario mirar el continuo de la violencia contra las mujeres, desde la más banal hasta la más brutal. , desde lo más físico hasta lo más simbólico: la violación, el acoso callejero, pero también el dictado de las normas corporales o la publicidad sexista, entre muchos otros ejemplos. Los hombres que matan a su pareja no son aberraciones ni monstruos: simplemente crecieron en un sistema patriarcal que los privilegia.

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