Coma Review: un ejercicio elíptico en el limbo del confinamiento [NYFF]


«Coma» se refiere al alma desgastada y la cordura de una persona joven. La cámara no se enfoca tanto en ella como individuo, sino que la moldea como un símbolo de la ansiedad colectiva por el encierro.

La actriz Louise Labèque, como la adolescente sin nombre, no necesita forzar una variedad de emociones, ya que interpreta a una niña adormecida por el estancamiento del encierro. La película comienza con dicho adolescente participando en rutinas benignas, al principio jugando con un pequeño cubo musical mnemotécnico (el Revelator, se llama). Sus pequeños juegos se vuelven peligrosos. Más tarde, pone su mano sobre una tabla de cortar y clava el cuchillo entre sus dedos abiertos. Luego aumenta el desafío acelerando el apuñalamiento de su cuchillo. Nunca se ven padres que destaquen su soledad. En todo caso, la tecnología asume el papel de guardián del adolescente, de una manera muy preocupante que recuerda a Internet como The De-sensitizer (ella y sus amigos hablan sobre sus asesinos en serie favoritos en Facetime). El único adulto en pantalla es la vloguera Patricia Coma (Julia Faure), cuyos videos instructivos siguen siendo una fuente de distracción, pero no del todo consuelo, y tal vez un poco de orientación sobre cómo sobrevivir.

A veces, los límites dentro del paisaje mental de la adolescente se vuelven borrosos, como si no pudiéramos saber cuándo y si flotamos fuera de su cabeza y de su habitación. Aunque la película permanece anclada en el dormitorio del adolescente, en ocasiones la cámara nos teletransporta a diferentes paisajes imaginarios. A veces nos llevan a una casa de muñecas de comedia sombría cuando la adolescente coloca a sus muñecas Barbie en poses teatrales e imagina sus conversaciones de telenovelas. En sus poses de muñecas (con ráfagas posteriores de stop-motion), las muñecas representan episodios sobre infidelidades e incesto con voces en off inexpresivas (Gaspard Ulliel, Laetitia Casta, Anaïs Demoustier, Vincent Lacoste) proporcionadas para cada muñeca. Llega un punto en el que un muñeco de pelo pajizo comienza a hablar en extremos, algunos ad textualmente de cierto demagogo rubio llamado Donald Trump («Mi coeficiente intelectual es récord y lo sabes» está entre esos fragmentos hablados).

Cuando la adolescente no está mirando con lascivia una telenovela de casa de muñecas o mirando una pantalla, sus sueños la transportan a un paisaje de ensueño de «Zona libre» boscoso gris y envuelto en la noche. Allí, entramos en una bruma de incertidumbre y vulnerabilidad, como si fuéramos un protagonista perdido en el bosque de una película de terror. Patricia Coma también aparece en el paisaje de ensueño de Free Zone, donde ella y el adolescente tienen una conversación. “Con el terrorismo, la ecología, la economía, el futuro da miedo”, le dice el guardián virtual de la niña. A lo que el adolescente responde: «Obviamente, pero siempre lo he sabido».



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