COMENTARIO INVITADO – Por qué tenemos que estar agradecidos con Ucrania


La guerra de Ucrania muestra la amenaza que representa la Rusia de Putin para el mundo libre. Si Putin gana la partida, Rusia amenazará a toda Europa.

Putin ha descrito la caída de la fascista Unión Soviética como «la mayor tragedia geopolítica del siglo».

imagen

Tenemos que estar agradecidos con Ucrania. Ella nos mostró que la libertad, la dignidad y la independencia siguen siendo muy importantes. Ucrania también nos ha mostrado la verdadera naturaleza de la Rusia de Putin, que ya no puede enmascarar la militarización y sus ambiciones revanchistas con propaganda y desinformación.

Mientras tanto, muchos historiadores también han tenido que darse cuenta de que habían juzgado mal la verdadera naturaleza del régimen soviético. Nada en nombre de la URSS, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, correspondía a la realidad. La unión era frágil, sus partes constituyentes no eran repúblicas, ni eran socialistas. La Unión Soviética fue, al menos hasta la era de Gorbachov, un régimen fascista.

La mayoría de la gente asocia el fascismo con las políticas racistas y genocidas de la Alemania nazi. Pero el fascismo existió y existe en muchas formas: desde la Italia de Mussolini y la España de Franco hasta el Japón imperial y la China posterior a la Segunda Guerra Mundial, y por supuesto también en la Unión Soviética.

Control completo

El fascismo significa más que un régimen autoritario encabezado por un hombre fuerte, más que un régimen que limita el pluralismo pero no lo elimina por completo. Los regímenes fascistas quieren un control total sobre la sociedad con todas sus organizaciones e instituciones centrales: medios de comunicación, poder judicial, economía, política, educación y cultura.

Los rasgos característicos del fascismo incluyen el culto a la personalidad, el ultranacionalismo y la xenofobia, sus herramientas son la policía secreta, la propaganda, la supresión de la disidencia, la economía estatal y una cultura colectivista. Además, están las aspiraciones imperiales, en las que el régimen fascista quiere obligar a otros a someterse a su propio gobierno a través de la guerra y la violencia. Lo que distinguió a la URSS de otras formas de fascismo fue la abolición de la economía de mercado, la prohibición de la propiedad privada y la infusión de la ideología de clase en el nacionalismo étnico.

La URSS fue gobernada por el carismático dictador y un pequeño grupo de criminales al estilo de la mafia a través de la violencia y la propaganda. Durante las tres décadas del sangriento gobierno de Stalin, perecieron millones de ciudadanos soviéticos. Y aunque las ejecuciones masivas cesaron después de la muerte de Stalin en 1953, el régimen continuó imponiendo el cumplimiento internando a miles de personas en colonias penales y hospitales psiquiátricos.

Es significativo que Putin haya descrito la caída de la Unión Soviética fascista como “la mayor tragedia geopolítica del siglo”. Desde que hizo esa declaración en 2005, el jefe del Kremlin no ha escatimado esfuerzos para promover la reencarnación de la antigua URSS en un nuevo imperio ruso. Despertó a los demonios dormidos del nacionalismo ruso para que Rusia volviera a la forma clásica del fascismo.

Según Lev Gudkov, el único encuestador independiente que queda en Rusia, «Homo Putinus» es una continuación de «Homo sovieticus», solo que en una forma aún más cínica. Los principios básicos de la sociedad fascista soviética se agudizan en la Rusia de Putin, lo que lleva a algunos a usar la palabra «rushismo» para describir el régimen actual. A diferencia de los países de Europa del Este, no se han llevado a cabo reformas reales en la Rusia postsoviética. En cambio, un ex oficial de la KGB ascendió a la presidencia, la élite comunista hizo una transición sin problemas a una oligarquía, y la policía secreta no solo sobrevivió sino que prosperó con un mayor alcance y poder.

La guerra de agresión de Rusia contra Ucrania muestra que la discusión sobre si la Unión Soviética y la Rusia de Putin son sociedades fascistas no es un ejercicio puramente académico. A diferencia de los regímenes autoritarios, las sociedades fascistas no tienen mecanismos internos para reformarse. Son militaristas y expansionistas por naturaleza. En algunos casos, pasaron a regímenes autoritarios, como en la España de Franco y la URSS de Gorbachov, con potencial de reforma, pero en la mayoría de los casos el cambio solo es posible a través de la derrota militar, lo que podría conducir a la reforma o al colapso total del régimen.

Mentalidad de víctima de la población rusa.

Por eso hay tanto en juego en Ucrania. Si Putin gana la partida, Rusia amenazará a toda Europa y actuará contra la democracia liberal en todo el mundo. Por lo tanto, para lograr una paz duradera, la Rusia de Putin debe ser derrotada. Las tropas rusas deben retirarse de todo el territorio ocupado de Ucrania.

Esto requiere que los gobiernos occidentales abandonen sus subterfugios, excusas y demoras en llevar armas y logística a Ucrania. Al Kremlin le debería divertir que las armas de los países europeos no puedan entregarse a Ucrania sin el consentimiento de cada país productor individual.

Una derrota militar de Rusia conduciría a un cambio de gobierno, pero de ninguna manera el fin de las ambiciones imperialistas de Moscú y la mentalidad de víctima de la población rusa. Los rusos tienen que aceptar su pasado y presente, como lo hicieron Alemania, Italia, España y Japón con diversos grados de éxito después de la Segunda Guerra Mundial. Por eso Ucrania no debe perder esta guerra. Solo un apoyo constante a Ucrania puede evitar una nueva ola de fascismo en el siglo XXI.

Michael Jodarkovsky es profesor de Historia en la Universidad Loyola de Chicago y autor de «Russia’s 20th Century: A Journey in 100 Histories». Traducido del inglés por Martín Senti.



Source link-58