Cuando se trata de sexo, ¿estamos poniendo el listón demasiado alto?


SEXO SEGÚN MAÏA

Desde la publicación en enero de la encuesta IFOP dedicada a la “recesión sexual”, hemos tenido que actualizar nuestra historia nacional: Francia no es, o ya no es, el país de la abundancia de sexo. Lejos de ahi. La frecuencia de las relaciones sexuales está disminuyendo de forma más o menos espectacular en todas las categorías de edad. El número de parejas que tienen relaciones sexuales al menos una vez por semana se ha reducido en 15 puntos desde 2009, mientras que el de personas sexualmente inactivas casi se ha triplicado.

Este descenso de prácticas va acompañado del auge de la asexualidad –las personas que no sienten atracción sexual son asexuales–, una orientación que surgió en los medios de comunicación hace unos quince años y que triunfa en las librerías.

La “recesión sexual” abarca en realidad varias realidades muy diferentes: algunos franceses nunca han tenido ningún interés por la sexualidad (asexuales), otros no tienen acceso a la sexualidad (sufren), otros simplemente son vagos, se toman un descanso o prefieren concentrarse. en otras prioridades (su elección). Esta última categoría merece toda nuestra atención, porque es la única que resulta de una decisión.

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Hoy en día (aún según esta misma encuesta de IFOP), el 38% de las mujeres y el 25% de los hombres no le dan importancia al sexo, y el 54% de las mujeres y el 42% de los hombres también podrían vivir en pareja sin relaciones sexuales! Estas cifras no sólo son enormes, sino que ponen en tela de juicio algunas de nuestras evidencias culturales: “el deseo hace girar al mundo”, “el eros es un impulso fundamental”, “el sexo es el cemento de la pareja”, “ningún placer supera el orgasmo”…

O hemos sobreestimado la importancia de la sexualidad en el pasado, en cuyo caso estamos asistiendo a un reajuste muy legítimo de nuestros valores. O algo ha cambiado que hace que el sexo sea objetivamente menos interesante o menos placentero. Mi hipótesis es que desde la liberación sexual, que ha masivo la distribución de contenidos dedicados al placer –a través de las revistas, los foros de Internet, el cine, las series de televisión y las películas pornográficas–, se ha acumulado una cantidad absolutamente demencial de expectativas en torno a la sexualidad. Para decirlo de manera más sencilla: el listón está demasiado alto.

La brecha entre lo ideal y lo real se está ampliando

Que quede claro: no se trata de volver a conectar con el mundo de antes, ni de negar los beneficios que aporta una mayor cobertura mediática de la sexualidad. Después de siglos de silencio y estigmatización, me parece muy comprensible que nuestra sociedad necesite presentar el sexo como algo maravilloso (opinión que comparto, por supuesto).

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